ℒ𝒾𝓁𝒶𝒸

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Primavera de 1973

Yoon Sanha sostenía sobre su regazo un ejemplar bastante grueso y visualmente antiquísimo de Anne de Green Gables, el libro que estaba disfrutando actualmente. El niño tenía seis años de edad y ya podía leer a la perfección cada palabra que estuviera grabada en las amarillentas páginas, el problema estaba en que era la lectura para los veinte minutos antes de que se quedara dormido con el conejito de lana que había tejido su madre para él, incluso antes de que naciera, por el año sesenta y siete, cuando ella terminaba las tareas del hogar y se sentaba frente a la ventana que daba dirección a su jardín perfectamente cuidado, conservando la esperanza de que su bebé, fuese niña o niño, pudiera amar aquel producto de su amor a ciegas.

los cortos brazos del niño estaban sobre la portada del libro, cubriendo las letras doradas que reflejaban la luz cuando esta se le pegaba de frente, era bastante pequeño, pero aún así sabía que haber sacado el libro a escondidas de su madre era casi un crimen. Pero ella se había negado las primeras diez veces que se lo había pedido, con la excusa "Es casi una antigüedad, Sanha, sería una pena sí lo pierdes o lo rompes", así que no había quedado de otra más que meterlo entre el libro de matemáticas y lengua en su mochila de dibujos animados y no lo sacó de ahí hasta ese momento en el que eran las once de la mañana.

Era la hora del almuerzo y esperaba a su mejor amigo, Dongmin, en la mesa de todos los días, porqué tenía que enseñarle una parte genial en la que la protagonista de la historia le estrelló una pizarra a un chico que le había molestado en clase llamándola zanahoria, una situación bastante parecida a lo que solía hacer con él, Dongmin, el año pasado, cuando Sanha recién terminó el preescolar y comenzaba el elemental, sin embargo, no le había resultado tan fácil hacer amigos las primeras semanas, por lo que a Dongmin de tercer grado le parecía divertido que aquél niño con mejillas como las de un conejo comiera solo y no había tardado mucho en empezar a llamarle conejito solitario o hacer soniditos de llanto cada vez que pasaba junto a su mesa, con un grupo de niños detrás de él que explotaban de risa cuando veían al menor intimidado.

Pero Sanha, no estaba ni de cerca de ser uno de los niños con complejos de víctima. Aquella mirada que solía darle a su compañero no era la de un niño intimidado, sino la de uno que planeaba bastante bien la manera de hacer que ese pequeño idiota se callara.

Sin embargo, su falta de paciencia le llevó a estrellarle la tapa de la lonchera en la mejilla izquierda del niño, posiblemente su lado más bonito, doblándola en el acto, "En su defensa, ese metal era bastante delgado", había dicho su madre al director de la institución una media hora después, cuando la llamaron porqué el otro niño empezó a sangrar y no paraba de llorar.

Esa fue la última vez que Dongmin se había metido con el menor, a decir verdad le ganó bastante respeto, irónicamente se volvieron grandes amigos.

—Déjame ver. —le pidió mientras se acercaba y le arrebataba el libro, el mayor había tardado un poco más de lo que lo hubiera hecho el menor al leer el párrafo, pero al final de cuentas su carcajada fue sonora, mientras sus ojos se entrecerraban y asentían. —Esa fue una grosería, Sanha, espero que lo sepas.

El menor frunció el ceño dedicándole una mirada enfoscada mientras le arrebataba el libro de las manos.

—Igual de grosero que molestar a un niño dos años menor que tú, tu deber como un niño grande es ser bueno con tus menores.

Dongmin entornó los ojos, poniéndolos en blanco, desde que era su amigo dejó de molestar a otros y le parecía increíble que el contrario aún le reprendiera por eso, como sí fuese su madre. Volvió a tomar el libro en sus manos con un, Hey, aún no termino de leerlo, fue lo último que ambos escucharon antes de que un seco rasgueo ambientara ese pequeño espacio entre ambos.

ஐ 𝐅𝐋𝐎𝐖𝐄𝐑𝐒 𝐈𝐍 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐀𝐈𝐑 | EUNSANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora