Capítulo 18: El pasado puede doler

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Se levantó exhausto, algo le decía que se debía reponerse cuanto antes como si de un síntoma de alarma se tratara. Las manos atadas fueron lo que le hicieron sentir asfixiado.

—¿Has despertado?

—¿Dónde están los demás?

—Pronto podrán verse.

—¡Dime dónde están!

Muzan se arrodilló, negando con un ademán. —No, no. Cálmate, príncipe.

Se tambaleó para quitar una alfombra pesada de un objeto, dando a relucir una jaula donde estaban todos.

— ¿Quieres saber la verdad? — Anunció. Le lanzó una enorme libreta llena de recortes y pedazos de hojas casi oscuras. — Tendrás que escucharla de mí.

— ¡La libreta! — Muzan hizo que comenzara a quemarse. — ¡No!

— La realidad de un hijo que no debió nacer. Ibas a morir — dijo — pero yo te salvé. Apenas sientas amor en tu corazón, todos tus allegados sufrirían. Les quitarías lo que más anhela el humano. Amar.

— ¿Qué?

— Todos sufrirán, por tu culpa. El Niño que jamás debió nacer, que fue una apuesta con el Mayor, el mago más grande, ese soy yo. ¡Zenitsu, el hijo de la perdición! — El rubio abrió los ojos, sin creer las palabras que salían de la boca de Muzan.

— Yo...

— ¿Por qué crees que Kaigaku se alejó? ¿O que te encerraron? Para evitar que sintieras amor.

— Eso no...

— ¡Tu abuelo está muerto por ti! — Lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, eso no podía ser cierto, no podía, ¿cómo era posible? Muzan sonreía, con la maldad en cada brillo de sus ojos rojizos. — Te he seguido en todo el viaje.

— ... Lo sé, Murata y... ese día en el baile.

— Sabes bien que lo que te espera es la eterna soledad. Decide ahora, todos los que se encontraron contigo tendrán el peor de los finales.

—¿El peor de los finales?

—Una vida sin amor, felicidad o armonía.

Entonces Zenitsu pensó, lo pensó demasiado, en todos los que conoció a lo largo de su viaje; todos los que fueron una parte fundamental para conocer la verdad olvidarían lo que significa esa persona especial.

Cuando perdió el conocimiento, una historia se contó en su mente, como si alguien hubiera guardado aquello en sus memorias. Claro, la verdad de todo...

La maldición era sencilla, pero muy cruel. Sumiko fue una mujer que Muzan amó, con todo su corazón, el antepasado de Tanjirou, quien fue despojada de su verdadero amor para atarse al destino de su vida: comprometerse con un duque de gran poder, la familia Kamado no podía darse el lujo de perder la estabilidad que tanto buscaron conseguir, entonces simplemente decidieron forzarlo. Muzan era ingenuo, apenas 17 años cuando el mundo decretó el final de un romance juvenil. Sumiko dio a tres hijos, muriendo en su último parto. Cuando Muzan lo supo maldijo la suerte, a los dioses y a las estrellas, asegurando que se vengaría de todos por destruir a su bella amada.

Se volvió un famoso hechicero. Un brujo oscuro que todos sabían lo que significaba, las brechas geográficas cambiaron, personas murieron, nobles lloraron. Hasta que un día Sumiko renació en una joven de rubios cabellos, tan dorados como el adorado oro perseguido por piratas, una mujer hermosa con el mismo don de amar que Sumiko tuvo. No se parecían en nada físicamente, pero por dentro, era Sumiko.

Una noche, a punto de procrear a su hijo más joven, los recuerdos le llenaron como desesperación a su familia, todas las memorias de su viejo hombre llegaron como el fuego, cenizas del amor que jamás pereció. Zenko hablo con su esposo, afirmando que la mujer que tanto amó ya no era ella, si no, otra persona que también era dueña de su cuerpo. Sumiko se encontró con Muzan aquella noche, consumaron su amor en una caja de Pandora que no debió abrirse pues Muzan maldijo al destino, maldiciendo la oportunidad con Zenko. Zenko lo supo siempre, quizás porque por dentro conocía que nada de lo que pensó era cierto, escribiendo todo en un diario. Lo escondió como el pecado más vil de su existencia hasta que supo de su embarazo.

Hubo una vez hace mucho tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora