Capítulo 2

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Luces azules y violetas detrás de las imponentes nubes. La luna y sus millones de estrellas se esconden tras el velo de la tormenta. Las calles de piedra brillan por el reflejo de las luces en la humedad. Los transeúntes se refugian de las gotas frías debajo de los enormes portales de la catedral. Si tan solo se dieran la oportunidad de disfrutar de la lluvia; apuesto a que sus preocupaciones se desvanecerían por un momento. Pero no, cada día se alejan más de la plenitud. Inmersos en la agonía de su día a día, estresados por no poder controlar cada aspecto de su vida, empeñados en tener más que el otro; atolondrados, no saben que todas las fuerzas unidas del mundo palidecen ante el aleteo de una frágil mariposa. Y están llenos de miedo, lo demuestran al refugiarse de la tormenta.

Camino; veinte metros, doy vuelta en la esquina, cinco metros y doblo en el callejón oscuro. Una vez más, toco la enorme puerta de madera. Un relámpago ilumina los llamadores —picaportes— con forma de demonios que adornan la puerta. Piezas esculpidas, más aterradoras que las criaturas del infierno de Dante, desde pequeño me han inspirado miedo. No entiendo porque tienen que estar en nuestra casa, una obra tan bella como la que hacemos no debería de adornarse con esas repugnantes figuras… En fin.

La puerta se abre por un mecanismo eléctrico; por años ha tenido el mismo rechinido, es molesto, pero ya se convirtió en una parte de la familia. Cuelgo mi saco en el perchero, al igual que mi bufanda y mi corbata. Me quito los zapatos y los cambio por unas sandalias rojas… me encantan, comodidad. Observo una luz salir del despacho, seguramente ella me está esperando… rayos. Toco su puerta.

—Dame un momento, Jano.

Me siento en el sofá que se encuentra a un lado. Observo que el reloj es más lento cada tres, curioso, debe estar fallando. Me coloco mis audífonos, a ella le molesta que escuche música por la noche, pero gracias a estos pequeños puedo hacerlo sin enfadarla. Cuando caminaba rumbo a la cafetería, escuche una canción en un auto que transitaba por la ciudad. Una estrofa me atrapó, digamos que me sentí identificado:

“Un día más y no acaba el mundo. Lo emocional se me ha vuelto absurdo. Dispensa, perdí mi decencia y perdí la conciencia… me olvidé de mi bella existencia”. 

No se como se llama, escribo palabras clave en el buscador de mi smartphone, y me arroja un tema llamado «Somos Ajenos» de Enjambre… rock en español, magnifico. Efectivamente es esa canción. Recargo mi cabeza en el respaldo, cierro los ojos y me imagino en los pies del narrador. Lo tengo todo, poseo el poder que los hombres millonarios limitan a sus sueños. He estado aquí por mucho tiempo, he viajado a los rincones más inexplorados de nuestro globo, he disfrutado de los manjares más exquisitos que, diferentes culturas, me pueden ofrecer y tengo la seguridad de que mi futuro está comprado. Cualquiera desearía esto. Sin embargo, tengo un vacío muy grande en mi corazón; uno que no se llena con lujos, comida, viajes o sexo. Es un agujero que, poco a poco, consume el brillo de mi mirada y la sinceridad de mi sonrisa. Pero no puedo descubrir lo que me falta para llenarlo. Por eso, como dice la letra de esta hermosa pista, me decepciono al despertar y ver que el mundo no se ha acabado.

—¡Jano!

Escucho un grito, me está llamando. Abro los ojos, mi corazón se acelera, me quito los audífonos y hablo detrás de la puerta.

—¿Me llamaste?

—Entra, querido.

Entro, me encuentro con esa hermosa mujer que, con su mirada, apacigua mis demonios. Da vueltas por el despacho leyendo un documento, me hace una seña con el dedo de silencio y me siento en la silla frente a su escritorio. La observo: Mujer de 1.70, treinta y ocho años, cabello castaño ondulado, piel pálida, ojos color avellana, figura escultural y manos delgadas. Sus anteojos reposan sobre su nariz, actitud fría, movimientos calculados, es la encarnación de la inteligencia. La obra de El Primer Artista no sería posible, si ella no fuese la líder de su ideología. Así mismo, pienso que ella es la escultura más hermosa de El Divino Arquitecto, como si él mismo la hubiese diseñado para efectuar sus designios. Una pieza invaluable. Se detiene frente a mí, se inclina un poco y me besa en la nariz.

Máquina de Decepciones de los 80'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora