Capítulo 6

18 3 0
                                    

— Tengo que irme, Clara.
— ¿Te volveré a ver? —pregunta con una mirada tierna.
— Tal vez…
— Te esperaré en esta banca.
— Ja, ja, ja. Pequeña, quizás pasen años.
— No importa… Si no me olvidas, un día como este regresarás.
— Espero que así sea. —Sonrío.
— ¿Puedo preguntarte algo?
— ¡Por supuesto!
— ¿Qué edad tienes? —Una pregunta difícil.
— Quinientos cuarenta y tres años.
— ¡JA, JA, JA, JA! Solo los vampiros viven tantos años.
— Tal vez soy uno…
— No, ellos lucen malvados. —dice entre risas.
— Tienes razón, yo luzco como un ángel.
— Sí… exactamente así. Pues yo tengo diecisiete años y ya soy una asesina.
— No luces como una.
— Lo tomaré como un cumplido.
— Por cierto, veo que te gusta el rock.
— Así es…
— Esta noche, antes de que regreses a casa, escucha «Let It Pass» de Jakob Ogawa y observa como las gotas de lluvia encierran grandes enigmas de la vida. Se funden con la luz y al caer se embarcan en la eternidad.
— Me encanta tu manera de hablar… Sin duda lo haré.
— Adiós, pequeña Clara.
— Hasta pronto, eterno Jano.

Subo a mi auto, enciendo los limpiadores, deslizo mis manos por el volante con acabados de madera y acciono la radio. «4 Chords of the Apocalypse» de Julian Casablancas suena en los seis altavoces de la camioneta. Las gotas de lluvia se iluminan por el rojo del semáforo, los vidrios se empañan, enciendo la calefacción. Conduzco por cuarenta minutos y finalmente llego a la ciudad. Mi objetivo es buscar a Ghenadie y quedarme junto a ella. Seré muy cuidadoso, esperaré a que llegue el día de su viaje a parís, y entonces, lo evitaré. Cambiaré el destino.

Estaciono mi auto en el parque, bajo cubriendo del agua con mi abrigo; le dejé mi paraguas a la hermosa adolescente. Camino por el pasadizo y observo que un hombre se aproxima a mí. Es apuesto, viste con un elegante traje negro y lleva un sombrero. Me saluda y sonríe, correspondo. Doy tres pasos y escucho una voz grave detrás de mí.

— Jano…
— ¿Cómo sabe mi nombre?
— Sé muchas cosas. —despierta mi adictiva curiosidad.
— ¿Me conoce de algún lado?
— De todos en los que has estado.
— No entiendo.
— Tengo algo muy importante que decirte y una misión para ti. —Habla como Svetlana.
— ¿De qué se trata?
— Vamos por una taza de café.
— Escuche, tengo un poco de prisa.
— Ghenadie no se irá, tan solo te robaré unos minutos. —comienza a caminar.
— ¿Cómo sabe el nombre de Ghenadie?
— ¿Vienes o no?

Con una mueca de descontento y un profundo suspiro camino tras de él.

Cinco manzanas a la derecha, un par más a la izquierda. Doblamos en la avenida Santa Clara —en completo silencio— y cruzamos el pasadizo junto a la catedral. Llegamos a la misma cafetería en donde conocí a Ghenadie, aquella noche que aguardaba la hora de mi misión. Entramos, nos sentamos en el ventanal, la lluvia se comporta cada vez más violenta. Sergio, el mesero, se acerca y me saluda cordialmente. Noto que aún lleva su reloj, no es de extrañar, esto tomará tiempo. Ordeno café con leche, un par de panecillos franceses y mantequilla. El extraño hombre frente a mí ordena una taza de té con leche… ¿quién diablos toma té con leche? Cruza la pierna, respira profundo y me sonríe.

— ¿Y bien? ¿Para que hemos venido?
— Últimamente eres demasiado impaciente, Jano.
— He tenido días pésimos.
— Comprendo, el estrés suele alterarnos.
— Así es…
— No quiero retrasar tu cita, de modo que iré al grano.
— Lo escucho.
— Has estado a mi servicio por quinientos cuarenta y tres años. —su voz es muy grave— Y a pesar del tiempo que llevas en la tierra, te sigues comportando como el niño caprichoso del siglo XV. Lo cual es muy bueno, pues al ser un chico tan soñador, los límites no existen para ti. Cuando naciste, las cosas se complicaron, Svetlana hizo el sacrificio más grande que una madre puede hacer para que, tú, estuvieras bien. Estoy orgulloso de esa mujer, pues ha dado su vida entera por ti. Pensarás que lo más importante para ella es mi obra. Pero no, en el fondo, tú ocupas el primer lugar. Ella no eligió su destino, así como nadie, y como tú pretendes hacerlo. Si quieres ir en contra del caos y del vuelo de las mariposas, hazlo. Pero no seas cruel con Svetlana.
— Mi vida no ha sido fácil. Siempre añoré descubrir mi origen. Pero saber que la mujer a la que más extrañé estuvo todo el tiempo a mi lado me llena de conflictos.
— Lo sé. Pero Svetlana se ha comportado como la mejor madre del mundo. Durante cinco siglos has tenido una vida llena de comodidades, el cariño de Svetlana siempre ha estado para ti, su protección y su guía te han hecho el hombre que eres ahora. ¿Sabes…? a pesar de creer que podía perder su inmortalidad, así como el liderazgo de la obra, si te revelaba la verdad, lo hizo. Y lo hizo para salvarte de morir. ¿No crees que te ama demasiado?
— Supongo que sí.
— Entonces búscala, porque le has destrozado el corazón.
— ¿La castigarás por romper su trato contigo?
— No… una muestra de amor como esa no puede ser castigada. Además, como en cierta ocasión lo dijiste, ella es perfecta para liderar mi obra.
— Divino Arquitecto…
— No me llames así… no soy divino, solo soy un artista. Llámame arquitecto nada más.
— Arquitecto, no puedo permitir que Ghenadie muera. Tengo que evitarlo y remediar mis errores.
— Pero no es la manera. Si tu evitas que suba al avión, su destino se cumplirá en alguna otra ocasión. No lo hagas.
— ¿Y qué puedo hacer?
— Verás, Jano. Hay una misión especial, una que guardé para cuando el mundo se enfríara. Hoy en día, el amor se desmorona, así como los principios que nos permitieron crear el sistema de cosas. Las reglas, la moral y la conciencia es la que diferencia a la humanidad de los animales. Pero, ahora, en lugar de aprender de los errores y hacerse fuertes para enfrentar la vida, los mortales prefieren deshacerse del problema y olvidarse de sus acciones. Parece bonito, pero una vez más, conducen a la madre tierra a la catástrofe. Mientras más libertad de moral exista, mientras menos conciencia aguarde en el pensamiento de los humanos, más cerca estarán de su inminente final. ¿Por qué crees que antes quemaban a las brujas y el aborto era una idea mal vista? Porque a los humanos les asustaba molestar a su “dios”. Pero, hoy, no le temen a nada… Y no significa que sea sano tener miedo. Pero la humanidad aun no está lista para liberarse del temor, la conciencia y la culpa. Tú, Svetlana y yo, debemos enseñarles a amar de nuevo, a temer de nuevo y a respetar de nuevo. Sí tú, querido Jano, cumples la misión, te prometo que, así como llené tus pulmones de aire cuando ya habías muerto, voy hacer que las mariposas aleteen para rescribir el futuro de Ghenadie. Pero tendrás que dejar de verla mientras cumples a cabalidad con nuestro plan. ¿Qué dices?
— Acepto, arquitecto.
— Nos vemos en un par de años, querido Jano. Hasta pronto.

El primer artista, El divino arquitecto, se ha levantado después de terminar su taza de té con leche. Regreso caminando a casa, llego al tenebroso pasadizo y toco el picaporte. La puerta se abre, y veo a Sevtlana sentada frente a la chimenea, sollozando. Me detengo detrás, la observo, no me había percatado de que sus cabellos se ondulan al final. Vuelvo a decirlo, es la obra de arte más hermosa del universo. Con sudor en las manos, frío en mi garganta y miedo en mi corazón pronuncio un par de palabras.

— Te amo. —Voltea con esa mirada tierna y preocupada.
— ¡Jano! Estaba tan preocupada.
— Ya no llores, estoy aquí.
— No quiero perderte, mi niño. —su voz se entrecorta.
— Nunca me perderás, mamá.
— ¿Me has dicho mamá?
— Sí… —sonrío.
— Perdóname, querido.
— ¿Por qué? Si me hace tan feliz que tú seas mi madre.
— Te amo, hijo.
— Te amo, mamá.

La abrazo, suspiro en su hombro, me fascina su fragancia. Me da un beso en la mejilla y me mira a los ojos.

— ¿Cuál es la misión, mamá?
— ¿Hablaste con el Divino Arquitecto?
— No le gusta que lo llamen así, ja, ja, ja.
— Lo sé, ja, ja.
— ¿Qué va a pasar?
— Haremos que la historia de la humanidad de un giro trascendental.

Máquina de Decepciones de los 80'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora