Hoy la esperanza se derrite como las velas en la catedral. Las estrellas no brillan más y la luna se congeló detrás de las nubes negras. Camino sin destino, raspando el suelo empedrado con las manos en los bolsillos y mi mirada inundada por agua salada. Las luces amarillas, que iluminan las calles antiguas del centro, parpadean como los latidos débiles de mi corazón. Intentando amar, asesiné el futuro de la mujer más maravillosa del universo. Un nudo en la garganta, que corta mi respiración y enmudece mi voz, se tensa cada vez que pienso en la historia que no pudo ser… El amor que nunca fue.
Han pasado tres días desde que Svetlana me reveló el contenido del libro de la vida de Ghenadie. Desde ese día he recorrido los pasadizos olvidados de la ciudad. No quiero volver a casa, pues tras la desilusión, han sido liberados los monstruos de mi placard; esos que me aterraban cuando era niño, recordándome que estaba solo en el gigantesco globo. El Divino Arquitecto es un sujeto extraño, impredecible y caprichoso. Sus obras “bondadosas” vienen cargadas de sacrificio e ironía. Ya no sé si quiero seguir obrando para él, si al final ni siquiera puedo amar como el resto de la humanidad.
Camino a las afueras de la ciudad. Las violentas gotas de agua fría colisionan con mi rostro, el viento molesto sopla y levanta mi abrigo desabrochado. Llego a un puente colgante, una estructura anaranjada sostiene los tirantes que se mueven levemente por el aire. Debajo pasa un río, cuya corriente, es fuerte y brutal. No me ilusiona morir, porque sé que después de saltar volveré a nacer… Y todos los malos recuerdos se acumularán hasta hacerme desfallecer en mi otra vida. Comienzo a aburrirme. Volteo al cielo, limpiando las gotas de lluvia que yacen en mi rostro, después de tres días con mi voz bloqueada logro hablar.
—Divino Arquitecto, he estado cinco siglos a su servicio. Y, si bien, me he equivocado, sé que he dado todo para su obra. La otra noche le pedí que me concediese volver a ver Ghenadie, y me complació… Es entonces que me pregunto por qué dar este giro tan desagradable a las cosas. ¿Enseñarme una lección? ¿A caso yo no puedo amar? Sí es así, tengo algo que decirte: No me interesa ser el sirviente de un ser que se vale de la muerte para cumplir un objetivo. No me interesa formar parte del bucle paradójico que encierra a la humanidad. No quiero ser una pieza en el plan que usted a diseñado. No quiero ser tu maldita marioneta. Así que, “oh gran divino arquitecto”, puedes joderte con todo y tus planes y las mariposas del planeta. Renuncio.
Entonces, poseído por la rabia y la tristeza, salto los peldaños de la barra de contención. Me sujeto de los tirantes de metal y suspiro. Espero que mi renuncia sea tomada en cuenta y no vuelva a nacer más. Cierro los ojos y comienzo a suavizar mis manos. Es entonces que un grito femenino me detiene… es Svetlana.
— ¡¡NO!! ¡JODER, JANO, SUBE!
— Esto es una mierda.
— Pequeño..., mi pequeño, no lo hagas por favor.
— ¿Por qué te preocupas? Siempre vuelvo a nacer.
— Si te suicidas no, querido.
— ¡Fantástico! Gracias, maestra. Acabas de revelarme el secreto para liberarme de todo esto.
— Escucha, cariño, no puedes hacerlo.
— ¡Ja, ja, ja! ¿por qué no?
— Porque me moriría si no vuelves a mi lado.
— No soy tan especial, Svetlana, y estoy cansado. Lárgate y déjame morir.
— No, no me voy a ir. Y si saltas yo también lo haré.
— ¿No tienes otros agentes a quienes joder?
— Tú eres especial, pequeño.
— ¡JA, JA, JA! No mientas, solo me quieres porque soy tu mejor elemento.
— No tienes idea, pequeño.
— ¡¡DEJA DE LLAMARME ASÍ!! No intentes comportarte como la madre que no tengo. Hasta en eso soy diferente… ¡mierda!
— Voy a cometer, la que tal vez sea, la peor falta a mi promesa. Pero, espero que la verdad te disuada de hacer lo que pretendes.
— ¿Qué verdad? ¿De qué hablas?
— Tu madre siempre ha estado a tu lado —mi corazón estalla— desde tu principio. Y está en este momento detrás de ti.Giro la cabeza, con temor y confusión, esperando ver a alguien junto a Svetlana. Pero solo la miro a ella, con su ropa mojada y el cabello pegado a su cara, sus lágrimas se separan de las gotas de agua, la luz del alumbrado choca con sus hermosos ojos… ¿Es mi idea o luce más bella que nunca? Es ahora cuando entiendo la actitud protectora y paciente que siempre tuvo hacia mí. A veces amorosa, otras muy fría, como si intentara ocultar el sentimiento que tiene hacia mí. La mujer más hermosa del tiempo, aquella que siempre he considerado una obra de arte perfecta, es mi madre… Y aunque siento una enorme alegría en el fondo de mi corazón, me siento traicionado. Con rabia subo de nuevo y salto la barra de contención. Me paro frente a ella con un montón de sentimientos encontrados que hacen estallar una guerra en mi vientre; como si un ejercito de dragones lo destrozaran. Ella me toma con sus pálidas y frías manos, acaricia mis mejillas, no para de llorar a la vez que sonríe, relámpagos y truenos aturden el momento.
—Te amo, hijo mío.
Siento como si un millar de cristales se clavaran en mi pecho. Una sensación extraña, una carga de energía devastadora. En más de quinientos años nunca había escuchado esa frase para mí. Y ahora, la hermosa Svetlana, me la dice desde el pasadizo más recóndito de su fuerte corazón. Yo también la amo, y no solo por saber que es mi madre, sino por todo lo que ha hecho por mí en estos siglos… Sin embargo, no puedo evitar que los sentimientos negativos broten como la yerba mala en medio de los campos de flores; de igual forma, asesina mis emociones benignas.
— ¿Tienes idea de cuántas veces le lloré al recuerdo de una madre muerta? ¿Tienes idea de cuántas veces me sentí solo ante los monstruos del placard? ¿Tienes una jodida idea de lo que estoy sintiendo ahorita?
— Permíteme explicarte, mi niño.
— ¿Qué explicarás? —retiro sus manos de mi rostro— ¿Vas a decirme que “el divino arquitecto” te pidió que me lo ocultaras? Si es así, ambos son patéticos.
— Amor, no hables así.
— ¿Amor? ¿Mi niño? Suenas tan hipócrita.
— Perdóname.
— He renunciado, Svetlana. Ahora todo se ha ido a la mierda.
— Hijo, no.
— Siempre he tenido el deseo de reparar mis acciones. Ustedes dicen que no se puede, que el curso de las cosas se debe cumplir pues ya ha sido definido. Pues jódanse. Seré esa contraparte molesta para su “divina obra”. Voy a cambiar el destino de Ghenadie.
— Sabes que no es posible…
— No me vengas a decir lo que es posible y lo que no.Me retiro, subo a la camioneta de Svetlana y conduzco. Ella se ha quedando llorando, observando el cielo. Me destroza haberla roto con mis palabras, pero no es, ni por asomo, lo mismo que ella junto al “divino arquitecto” han hecho.
Conduzco sin rumbo, el reloj marca las 20:31 cuando llego al pueblo en donde presencié el asesinato de la mujer del Lexus blanco. Ni siquiera sé porque he llegado a este lugar. Veo, sentada en una banca, mojándose bajo la lluvia, a una adolescente con el uniforme de su colegio. Llama mi atención verla ahí, inmóvil y despreocupada. Me detengo a unos metros y bajo con un paraguas. Me observa, lanza una mirada de descontento con sus ojazos grises, pero después de sonreírle me corresponde con una sonrisa. Me siento junto a ella y la cubro de la lluvia con mi paraguas. Lleva un par de audífonos como los míos.— ¿Qué haces bajo la lluvia?
— ¿Qué haces, tú, bajo la lluvia? —Es graciosa.
— Huyo…
— ¿De qué huyes?
— De este mundo de mierda.
— Demonios. Yo también.
— Lo siento.
— Quizás me entiendes.
— Si te contara…
— Cuéntame. Te comparto mi lluvia. —Tiene una hermosa sonrisa.
— Una discusión con mi madre. La primera que he tenido, de hecho.
— Comprendo eso. Mi madre me ha decepcionado.
— ¿Quieres hablar de eso?
— Solo quiero decir que no pienso volver a obedecer una de sus reglas. En los últimos días mi padre la espera hasta tarde, mientras ella… nada.
— Tranquila, pequeña.
— ¿Me preguntaste qué hacía aquí? Bien... Acabo de asesinar a una niña. Se llamaba Valentina y era una maldita presumida. La golpeé muy fuerte con una roca en la cabeza. Voltea a tu derecha, está debajo de esas piedras.Una tensión abrumadora nos abraza.
— ¿Por qué lo hiciste?
— Para demostrarle a mi madre que soy mejor que ella haciendo lo que hace.No justifico un asesinato. Pero me sorprende que una jovencita como ella haya asesinado a otra. Sus ojitos cristalinos no denotan maldad, su sonrisa tan sincera te hace confiar en ella. Es la asesina perfecta. Repito, no justifico un asesinato, pero sus razones retiemblan mis sentidos. ¿Y si lo hago yo también? ¿Si le demuestro a Svetlana y al “divino arquitecto” que puedo hacer su trabajo mejor que ellos?
Retiro el auricular derecho de su odio y lo colocó en el mío. <<Love's The Only Way" de Cage the Elephant es la canción que escucha.
— ¿No estás asustado? —pregunta la adolescente.
— He visto cosas peores. Así que no me asusta.
— Me caes bien…
— Y tú a mí.
— ¿Cómo te llamas?
— Soy Jano. ¿Y tú?
— Soy Clara.
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Máquina de Decepciones de los 80's
Mystery / Thriller¿Crees en el efecto mariposa? Jano es un agente de la orden secreta "La Divina Obra del caos". Su misión es provocar pequeñas variaciones en el inicio de un suceso que desencadenen una serie de eventos que culminen en un resultado. En pocas palabra...