Una tarde mientras todo parecía ir de lo más normal. Chloe se metía en su laptop y se aseguraba de revisar todos sus mensajes, entre esos encontró uno resiente de un tal Leo Pierre:
- - Espero que no me hayas olvidado. ¿Cómo has estado?
- - No me atrevo a decir que bien. Me siento sola.
Casi de forma inmediata, obtuvo respuesta:
- - Ya somos dos.
- - Pero yo siento que nadie me quiere...
- - Yo te quiero.
- - ¡No en ese sentido!
Después de ese último mensaje no recibió respuesta, no supo que pasaba y luego a su cabeza le llego el recuerdo de que Leo fue uno de sus amigos más cercanos en la escuela... A decir verdad; era su único amigo. No se habían visto desde que él se había mudado a España para estudiar y estar cerca de su familia. Chloe fue hacia su mesa de noche y saco una vieja foto de los dos cuando eran niños, abrazados y sonriendo muy alegremente. Ella salía con dos grandes trenzas y un vestido a lunares mientras que Leo tenía el cabello rubio y unas enormes gafas que le cubrían completamente los ojos, en ese momento se alegró y su mente se despejó... No paso dos minutos cuando su alarma sonó ¡Ya eran las doce de la tarde! Chloe toma su sombrero negro y se pone unos zapatos de igual color y sale por el pasillo toda apurada; se mueve rápido y después de pasar por el rio Sena entra a la plaza de la concordia y de ahí a una tienda de libros donde una chica de gafas y cabello recogido la estaba esperando eufórica. – ¡Por dios! Pensé que ya no ibas a venir, le dice al ver a Chloe entrar con una sonrisa. – Tranquila, Christine, le dice Chloe con un poco de miedo y temor. Christine le pregunta si le sucede algo y con un tanto de pena, miedo y enfuria le dice de forma directa. – Hace diez días que no me llega, Christine la mira levemente, baja la mirada y se queda callada hasta que la ve con una sonrisa diciéndole que todo era normal y que ella una vez se retrasó doce días. – ¡¿En serio?!, le pregunta emocionada casi devolviéndole el alma. –En verdad... – Le responde bajando la cabeza mientras se sienta tras el mostrador junto a Chloe y un libro de maternidad de color rosado. Christine le pregunta si ha tenido relaciones muy seguidas a lo que ella se ruboriza y se levanta de golpe mirándola a los ojos. – ¡Claro que no! – Le dice – ¿Por quién me tomas?, le pregunta mientras se para tras el mostrador viendo a la gente pasar.
Christine guarda silencio. Entre una mirada perdida y un pequeño viaje entre los recuerdos, Chloe recuerda esa fría noche de noviembre... Algo que quería olvidar y que en definitiva no quería recordar. – Solo paso una vez, fue lo único que le dijo antes de tomar el libro de maternidad de entre los dedos de Christine y ponerlo en su sitio. Sin ver a su amiga, saca un cigarrillo y al estar a punto de encenderlo Christine la detiene diciéndole que debe de fumar afuera. Salió y mientras el viento movía su vestido negro y su cabello castaño oscuro, le da un ligero suspiro a su cigarro y vio sentado no muy a lo lejos a un chico que estaba sentada en el Café de flore de enfrente tomándose una taza de café y leyendo un libro azul oscuro cuyo título no se distingue por la distancia. Algo despertó su curiosidad; de cabello negro, rizado y rebelde con ojos bicolores; El derecho azul brillante y el izquierdo gris profundo, parecía alguien de otro mundo, alguien diferente. El joven la mira levemente y le sonríe con cortesía, Chloe lo ve y tira su cigarro al piso echándose a correr sonrojada a la tienda. ¿Qué le pasa? No se sonrojaba tanto desde que había leído El kamasutra de Grey en sus noches de solitaria solterona en su apartamento. Chloe tomo su bolso y pidió un momento para salir a lo que Christine le dijo que la cubriría pero con la condición de traerle una rodaja de pastel de la panadería de la esquina.
Chloe no se detuvo, no dio vuelta y no paro a descansar... Fue directo al parque y ahí se sentó; Durante la última hora y media se sentó pensando en los errores de su pasado y los que le faltaban en el futuro: Bajo la cabeza y para calmarse los nervios solo encendió un cigarrillo, el humo la calmaba, el sabor a menta la dejaba tranquila y al verlo evaporarse era como sus problemas irse a lo más alto del cielo y no volver, mientras fumaba veía a los niños jugar; correr y gritarse entre sí. “¿Estoy echa para esto?” Se piensa ella mientras los ve en todas partes, en todos lugares... “Si fuera a ser madre... ¿Sería buena en ello?” Se preguntaba sin cesar en su cabeza junto a otras interminables preguntas. Chloe se detuvo un momento y reflexiono: Descubrió que su peor enemiga no era la vida (O tal vez sí) Si no ella misma, y se ahogaba en una tormenta de caos que ella solita se formaba.
De repente. “¡Boom!” Chloe siente como una pelota le da justo en la cabeza mientras ella pensaba y pensaba... – ¡Lo siento!, dice una niña de unos tres años que corre a buscar la pelota. Chloe le sonríe y solo le dice que no hay problema a lo que ella se va contenta a seguir jugando con los demás niños. Se levanta unos quince minutos después de que la niña se va y mientras caminaba veía a las aves pasar, la gente caminar y como las flores y raíces peleaban por romper la cera de la carretera: Un pequeño girasol salía entre el medio de la calle y ella se le queda mirando, deleitada y con curiosidad en lo que una motoneta a toda velocidad lo hace trizas. Ella sigue caminando y piensa “Tal vez todos somos un girasol en medio de la calle, esperamos a que nos ayuden y solo nos atropellan...” En ese momento y en camino a su trabajo en la tienda de libros, tuvo su período
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Le' Fume.
RomanceElla veía el mundo como una jaula, donde no podía ser libre. Ella no quería sentirse vacía. Ella estaba perdida y no sabia a donde ir. Ella era como un globo al viento. Ella era diferente, pero hermosa a su modo. Ella solo era Chloe Adams.