Preparen, apunten ¡Fuego!

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Pudo haber pasado un día, una semana o quizás un año: Pero Chloe ya había desarrollado una nueva rutina; cada día a las tres y cuarto se recargaba contra la pared, afuera de la tienda de libros a fumar pero más que nada, para ver a aquel chico que siempre estaba sentado a esa misma hora en el café de flore, siempre leyendo un libro en un total silencio, un silencio que que parecía llamarla sin cesar.

   Un día que Chloe se levantó como de costumbre, agotada, sin aun hacer nada. Al ver a todas partes vio sobre su mesa de noche un hermoso peluche de panda con una pequeña camisa blanca puesta y un corazón negro en esta, Chloe lo vio a los ojos y entre esas bolas negras de ingenuidad pudo ver reflejado un vago recuerdo, esa fría noche de Noviembre en la que ella estaba justo en el medio del puente del rio Sena, mirando como el agua pasaba lentamente y entonces al voltearse lo vio, ¡Estaba ahí! A su lado, un joven vestido de negro a quien ella quería y no podía olvidar, bajó la cabeza apenada y sin saber que decir. De cabello rojo y una pequeña cola de caballo sin resaltar, el joven lo miraba en silencio preguntándose una y otra vez “¿Qué tanto piensa?” Chloe alzo la mirada de repente y sobre el hombro de aquel chico vio a una mujer de no más edad que la de ella. Las palabras no alcanzaban para preguntar y tampoco para decir algo. En ese momento el chico abrió sus brazos ante ella y le dio el panda de peluche como un regalo a lo que le sonrió con cierta lastima, esos cálidos ojos color miel la miraron por última vez, Chloe acepto el peluche sin decir nada y sin darse cuenta el brazo derecho de él estaba en su hombro. – Me divertí... Es lo único que dijo antes de irse con la otra chica dejando a Chloe sola en medio del puente. En ese momento los fuegos artificiales iniciaron, la oscuridad se hizo de colores llamativos, pero aun cuando el claro del río se iluminaba de todos rosa, purpura y verde, la lágrima de Chloe al verlo partir se veía gris y sin esperanza. De repente se escucha la ventana del apartamento cerrarse y cuando Chloe ve un tanto confundida, nota que Grey tiene en su boca su sombrero negro y este se tira por la escalera de incendios. – ¡No!, grita Chloe al verlo y sale corriendo, termina saliendo del apartamento y sin darse cuenta ya estaba persiguiendo a su gato por toda la calle. – ¡Maldición!, gritaba Chloe mientras lo perseguía. – Dame el sombrero... añadió, y sin poder terminar la frase se dio cuenta que había tropezado con alguien más. Los dos cayeron al piso adoloridos por la envestida, Chloe de inmediato se levantó y apenada; ayudo al chico que había tumbado y este se levantó con su ayuda: Era un joven de cabello rubio, tenía una mirada fría con ojos verde lima y usaba una camisa a cuadros azules con jeans oscuros. – No te preocupes, le dice él sonriendo – Creo que esto es tuyo, añade con Grey en una mano y el sombrero negro en la otra. Apenada y sin saber cómo disculparse, Chloe solo toma el sombrero y al gato entre sus brazos mientras se sonroja. – Espera, le dice el antes de que ella se fuera – ¿Chloe?, le dice en forma de pregunta. Ella se sorprende y lo mira fijamente; no sabe quién es ni que quiere y entre un pequeño silencio entre los dos él le pregunta si lo reconoce a lo que ella niega con la cabeza confundida. – ¡Soy yo! ¡Leo!, exclama él extendiendo los brazos. Chloe casi no se la cree, duda y siente como la cabeza le da vueltas como en El exorcista. Leo se pone penoso y le pregunta si no lo piensa abrazar a lo que ella reconoce su voz. Se alegra inmensamente poniéndose entre sus brazos. Los dos quedaron en esa posición por unos minutos sin hacer nada más que abrazarse sin sentido o tal vez demasiado, en medio de la acera. Cuando se separan Chloe lo invita a su apartamento y los dos suben; Leo se sorprende de tantas cosas que tiene y no deja de alagarla. – Disculpa el desorden, dice ella mientras se mueve lentamente entre los zapatos y la ropa en el piso, deja al gato sobre la cama y cierra la ventana con seguridad.  – No te preocupes, le dice él, mientras se acostaba en su cama para descansar, mi cuarto también era un desorden, añade mientras ella se acostaba a su lado sonriendo. Los dos quedaron ahí unos momentos recordando sus días en la niñez y entre esos recuerdos, Chloe se levanta y le pregunta por qué tanto cambio, ya ni las grandes gafas de antes tenía,  a lo que Leo sonríe y le dice que su padre lo inscribió en un campamento para “Gorditos” en sus vacaciones, Chloe suelta una gran risa al escucharlo y no paran de dar vueltas como una niña en la cama, Leo la toma entre brazos y huele su cabello mientras los dos miran por la ventana. Al ver el color chocolate oscuro de su cabello, Leo sonríe y le susurra al oído. – Tu cabello me pide a gritos, “Cómeme”, a lo que ella sonríe y se voltea, él la abraza por la espalda y así se quedan por unos minutos sin decirse nada.

    Leo la mira a los ojos y le recuerda que ellos se dejaron de ver después de que ella cumpliera los quince años y se mudó de Andorra a París. Chloe no se pone contenta, no sonríe y más bien se amarga al recordar esos siete años en los que estuvo prácticamente sola y sin nadie en quien apoyarse. Recordar solo le daba ganas de pararse en un campo de tiro y que gritaran ¡Fuego! Para acabar su tortura. – Lo siento si te incomode con lo que te dije, le susurra Leo en voz baja. – Solo es que te extrañaba, yo no tenía más amigos y sin ti fue una tortura. Añade hundiendo su rostro entre el largo cabello de Chloe. No se dijeron nada más, por lo menos no en el tiempo que estuvieron ahí acostados. Al caer la noche los dos salieron a comer a pequeño restaurante chino no muy lejos del apartamento de Chloe, mientas comían, Chloe pudo ver por la ventana del restaurant a un joven de cabello rojo vestido de negro, se puso tensa y sus piernas le temblaban, en cuanto aquel chico de cabello rojo se dio vuelta y la vio a través de la ventana, sintió como la fulminaba con la mirada, esos ojos color miel la veían nuevamente y sin saber qué hacer ella decide solo tomar sus cosas y salir corriendo del restaurante hecha un manojo de nervios seguida por Leo quien confundido y sin saber que hacer solo corrió tras ella. El paso solo duro media calle y fue en un semáforo que Leo logra cogerla entre sus brazos y calmarla. La abraza con fuerza mientras ella estaba totalmente nerviosa, temblando y sin habla, solo se acurruco en su pecho y pudo sentir como él la abrazaba más fuerte para que se calmara. En ese momento pudo escuchar los latidos acelerados del corazón de Leo y como una niña se tranquilizó. Los dos caminaron esa fría noche y a una calle del apartamento de Chloe, Leo la detuvo en la acera señalando hacia arriba, a lo más alto de las estrellas. Con una sonrisa le pregunta – ¿Que ves? Ella no tarda y responde. – Puntitos. – Él echa una pequeña risa y le enseña unas cuantas constelaciones que apenas se lograban ver esa noche. 

   Media hora y una calle después, Chloe veía desde la ventana de su apartamento a Leo irse con una sonrisa y las manos en los bolsillos. Ella miro hacia arriba y entre la gran luna y las pocas estrellas que la acompañaban no tardo en preguntarse “Porque en una ciudad donde apenas se ven las estrellas... Uno termina por ver a las personas que menos quieren ver.”

Le' Fume.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora