Una fría mañana de domingo, Chloe se iba caminando como si nada por el frente las puertas de la catedral de Notre Dame. En cuanto la gente empezó a salir se dio cuenta como todos estaban usando trajes de lo más fino y elegante; Channel, Dior, Oscar de la Renta y se detuvo frente a todos al verlos salir desde el otro lado de la acera completamente inmóvil. – ¿Qué haces aquí?, escucho detrás de ella, su espalda se estremece y da un pequeño salto hacia tras, al verle se quedó inmóvil, sin aliento y no le quedó la menor duda de quién estaba apenas a unos cuantos centímetros de ella. – Vincent, dice en voz baja más para sí misma. Era el joven pelirrojo con ojos color miel, estaba vestido de deporte negro con verde y la miraba a los ojos, sorprendido. Chloe entonces reacciona y ríe para no salir corriendo. – Solo estaba viendo a la gente salir, dice mientras señala a la Catedral. Vincent los mira y sonríe alegremente, alguien tan alto y sonriendo era casi escalofriante para Chloe, Vincent se pone una mano en la cabeza mientras ríe y le dice de forma sarcástica – ¡Pensé que venias de la catedral! En ese momento ella se recompone y de alguna forma siente seguridad y le pregunta si sigue entrenando para las competencias. Vincent la vuelve a ver fijamente a los ojos sin perderla de vista, esos ojos café de ella que de alguna forma lo llamaban. – ¡Sí! responde un tanto amenazante. – Al fin. Pensé que no me volverías a hablar, añade bajando la mirada. Chloe recuerda entonces a aquella chica, la que estaba detrás de él aquella noche, cuando los dos se fueron juntos y la dejo. – ¿Cómo va todo con Madison?, le pregunta ella un tanto nerviosa. Apenas las palabras brotaron de su boca, se preguntó a si misma “¡¿Porque diablos pregunto por ella?!” Vincent levanta la cabeza y la vuelve a mirar. Toma un sorbo de su agua mineral y entonces desvía la mirada hacia la gente. Entre un leve silencio y una mirada perdida, Vincent le propone ir a cenar esa noche. Chloe no pudo evitar verle a los ojos mientras se lo preguntaba y él tan inexpresivo, un tanto sarcástico y fuera de tono como siempre... al ver el silencio de Chloe, le dice que hará las reservaciones en el Restaurante L'ombre de Notre Damme, y si se decide a ir, se alegraría. Él le da un dulce beso en la mejilla con los ojos cerrados y se va trotando. Chloe quedo inmóvil, ¡No se lo podía creer! Y se fue, caminó. Caminó sin rumbo pensando en los pros, los contras y todo lo demás que le ayudara a aclarar su mente o por lo menos a callarla. Fue al único lugar donde podría pensar: el puente del Río Sena, aun le faltaba una hora para entrar al trabajo y con un cigarrillo en sus dedos paso su mano por todo el puente hasta encontrar el punto exacto. ¡Aún estaba escrito! A lápiz estaban grabados en la mitad de la barandilla del puente “V y C” seguido de un corazón mal hecho. Se detuvo ahí y siguió fumando, en la misma posición poniendo sus codos sobre la barandilla y mirando como el agua corría libre, sin que nada la detuviera. Sobre su reflejo le pareció ver otra vez los fuegos artificiales y entonces aparto la vista, prefirió ver a las aves volar y entonces volvió ese molesto sonido ¡El cello desafinado en su cabeza! Hacía ya tiempo que no lo escuchaba que incluso ya lo había olvidado. Tiro su cigarrillo y corrió lo más rápido que pudo hasta la tienda de libros.
Al entrar, ve a Christine leyendo “El misterioso forastero” mientras mascaba chicle. Agotada, se sienta mientras Christine le busca un vaso con agua junto a una pastilla y entonces se clama. Siente un alivio por fin y Christine le pregunta mientras esta sobre el mostrador. – ¿Otra vez los dolores? A lo que Chloe solo asiente mientras se recoge el pelo. – A veces el dolor es placentero, pero en otras solo me hace querer morir. – Christine voltea la mirada y se enfada. – ¿Cómo puedes decir eso? Le pregunta, – si sigues así, ¡terminaras loca!, añade sin que Chloe haya respondido. En un momento de debilidad y sin pensar, Chloe ve hacia arriba y nota entre los libros de venta y rebaja; Una vieja biblia. Vuelve a bajar la mirada mientras Christine trata de animarla. – ¡Solo ten fe! le dice. – ¿Fe? pregunta Chloe agotada. – ¡Dios! Si, fe. ¡Fe en que todo cambiará! Dios puede solucionar tus problemas... – Le dice Christine poniendo sus manos sobre la cabeza de Chloe. Ella no supo si su amiga estaba tratando de animarla de alguna forma o si de verdad creía en sus palabras, pero de igual modo la pregunta le molesto durante todo el día y parte de la noche.
Al caer la noche, Chloe estaba en su apartamento, se había bañado y se ponía un vestido negro con vuelo, un collar de perlas largo con unas diez vueltas y unos zapatos de tacón negro, le dejo atún a Grey quien encantado se encerró en la cocina a comer. Chloe se vio a sí misma en el espejo y termino por pellizcarse las mejillas para darle color. Aunque su mente le decía ¡No! Sus sentimientos le gritaban ¡Sí! por lo que bajo de su apartamento. Tomo un taxi lo más rápido que pudo y se fue al restaurante, en el camino vio por la ventanilla del auto a todas esas personas, tomadas de la mano, con las manos en la cintura, en los hombros, parecía que había de todo tipo de relación en París. Al llegar al restaurante vio por la ventana a Vincent arreglado, esperándola, tomando un vaso con agua y pidiéndole al mesero más tiempo antes de ordenar. Aunque perdería el juicio, decidió arriesgarse y entró al restaurante. No hablaron mucho, fue la cena más callada e incómoda de la vida. Con el piano tocando Via Con Me de Paolo Conte, Chloe llego a la única pregunta que pudo hacer con seriedad esa noche. – ¿Porque lo hiciste? Al escucharla, Vincent no se desconcentra y no sabe cómo responderle. – Te di más de lo que debí y me mentiste, añade aguantando las lágrimas en seco. – Yo nunca te mentí, Nunca te dije que estaría a tu lado, dice mirándola fijamente, Sin embargo sus ojos color miel ya no parecían tan dulces, no eran tan cautivadores como antes y solo vio tristeza reflejada en ellos. Curiosamente lo único que veía en realidad era a ella misma reflejada. – Antes lo queríamos todo, dice Vincent después de tragar saliva. – Tal vez nadie consigue todo, le dice ella levantándose y dejando la servilleta sobre la mesa. El piano acústico se escuchaba mientras se levantaba y se iba. Estaba furiosa y todo le daba igual o por lo menos eso pensaba ella y entonces entendió que tenía fe. Fe de que no quería volver a verlo. Al salir del restaurante las velas sobre las mesas se apagaron de improvisto dejando todo en la oscuridad total.
Chloe camina unas cuantas calles y ve en el parque como una gran fiesta se celebraba. Ella no sabía que se celebraba así que solo encendió un cigarrillo y se unió a la fiesta. “A veces solo queda distraernos mientras pasa la tormenta” se dice a si misma mientras toma unos cuantos tragos y fuma. 45 minutos después, una ebria, alocada y fuera de si Chloe daba brindis sin sentido entre carcajadas y bailes, la noche era joven, hacía frío y los árboles del parque tenían tantos listones de diferentes colores que era casi excitante. Mientras bailaba con un joven en traje de cabello negro, rizado y muy alborotado, levanto la cabeza y vio como múltiples o millones de globos de todos los colores caían sobre todos, la alegría mandaba y la locura los inundaba a todos, en especial a Chloe quien sentía estar en el paraíso. No fue sino hasta que vio fijo al chico con quien bailaba y noto su mirada, su ojo derecho tenía un tono azul brillante y su ojo izquierdo era gris profundo, era casi imposible verle a los ojos y no saber si estaba viendo a dos personas diferentes en un solo cuerpo, cosa que dejo de preocuparle a Chloe cuando le sonrió. El chico la lleva a su auto al verla mareada, un convertible plateado muy exótico. Chloe no dejaba de fumar y en su otra mano tenía una copa, antes de irse una chica muy alegre de la fiesta les da un par de copas de “Tartini” un coctel con sabor a fresa y cereza y entre gritos de alegría y risas los dos jóvenes se fueron en la mitad de la noche.
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Le' Fume.
RomanceElla veía el mundo como una jaula, donde no podía ser libre. Ella no quería sentirse vacía. Ella estaba perdida y no sabia a donde ir. Ella era como un globo al viento. Ella era diferente, pero hermosa a su modo. Ella solo era Chloe Adams.