CAP V

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Keyla Hamilton

Me siento mareada, drogada; todo me da vueltas. Al intentar abrir mis ojos, no puedo. Cuando por fin lo consigo, miro a mi alrededor: todo es diferente, esta no es mi habitación, mucho menos es mi casa. Eso bastó para ponerme alerta.

—¿Dónde diablos estoy? —Me levanté rápido; el movimiento brusco hizo que casi cayera. Esto tiene que ser un sueño o, más bien, una pesadilla. Abro y cierro los ojos para ver si esto es real.

—Tienes que calmarte, sí —busco a la persona dueña de esa voz.

Es una pelirroja; creo que debe tener unos 16 años. No es tan alta, pero es bonita. Muevo mi cabeza; ¿qué diablos me importan si es bonita o no? Eso no es importante ahora.

—¿Dónde estoy? —me acerco a ella—. ¿Quién eres? —Agarré una lámpara rápido; no me importa si me secuestraron, no pienso irme sin luchar. Ella se asusta y grita.

—¡LIAM! —ese idiota fue el que me trajo aquí. Lista para golpear al que se me pusiera enfrente, intento agarrar su cabello, pero llega un hombre; su cara me es familiar.—Ella despertó—

El sujeto, quien no es nada más que Zion, el vicepresidente de la empresa donde trabajo, levanta a la pelirroja y la saca del lugar. —Suerte—. Sin más, sale dejándome con el lunático.

Lo miro y abro los ojos por la impresión; todavía no puedo creer que mi jefe, a quien solo vi una vez, me secuestró y me trajo a Dios sabe dónde.

—Tranquila, mi luna—. ¿Qué hago aquí? Mejor dicho, ¿dónde es aquí? ¿Cómo fue que aparecí aquí? Lanzó la lámpara que tengo en mis manos; él, sin esfuerzo, la esquiva.

—Eres un idiota. ¿Cómo demonios te atreves a secuestrarme y venir bien fresco a decir "tranquila, tranquila"? ¡TRANQUILA MIS HUEVOS, IDIOTA! ¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy?— Me abalancé sobre él con la intención de golpearlo, pero él sujeta mis manos—. ¡Suéltame! ¡DÉJAME!— Me muevo desesperada para que me afloje el agarre, pero nada; está muy fuerte.

—No te voy a soltar hasta que no te calmes. Te puedes hacer daño y no puedo permitir eso, ¿entiendes?— Muevo mis manos.

—¿Cómo esperas que me calme, maldita sea? No sé dónde estoy ni por qué estoy aquí. ¿Qué quieres de mí? —me suelta, pero cierra la puerta rápido para que no escape.

—Estás en mi manada, al norte de Rusia —mi cara debe ser un poema.

—Es broma, ¿verdad? ¿Como dices, manada? Y peor, en RUSIA —él niega con la cabeza, con cara de que está hablando muy en serio—. ¿Y por qué estoy aquí? —trato de hablar lo más calmada posible.

—No te lo puedo decir ahora, pero prometo explicarte todo a su debido tiempo, Keyla —en verdad trato de tomar la situación con calma, pero él no me la deja fácil.

—¿CÓMO MIERDA QUIERES QUE ME CALME SI NO ME DICES POR QUÉ ME SECUESTRASTE LLEVÁNDOME A OTRO PAÍS? ¿ACASO NO TIENES CEREBRO? —camino de un lado a otro.

—Dame tiempo, mi luna, y no te secuestré; te traje a donde deberías estar, en nuestra manada, a mi lado —esto es literalmente de no creer.

— ¿QUIÉN DIABLOS ES LUNA? YO SOY KEYLA —camino con la intención de golpearlo—. ¿Me estás jodiendo? ¿Acaso eres un punto perro? —me río—. Manada, por Dios, ve a ver a un doctor que te revise; se nota que estás mal de la cabeza. —No sé por qué me estoy riendo, tiene que ser de los nervios.

— ¡Más respeto! —me mira furioso.

— ¿Qué? —me acerco—. ¿Te dolió lo que dije, perro? —él no cambia su expresión—. Déjame decirte algo: no pienso quedarme aquí con un lunático como tú.

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