◇Capítulo 4◇

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Con una pequeña tela en la mano, empezó a secar los platos distraídamente, mientras observaba a través de la ventana. Su hija estaba revoloteando alrededor de su padre, enérgica, al parecer Sasuke le enseñaría alguna nueva técnica ninja antes que ella se marchara para cumplir una misión de rango C; era increíble cómo Sarada le recordaba bastante a su mejor amigo cuando era Gennin. Empezó a traer gratos recuerdos a su mente, cuando la hiperactividad de Naruto la irritaba, cuando ella era un niña engreída y vanidosa, y cuando Sasuke era un arrogante egocéntrico.

Se abstrajo tanto que no se dio cuenta que su esposo la había estado observando un buen tiempo. Cuando volvió en sí, se ruborizó un poco y se alejó de la ventana.

No se sonrojó porque Sasuke, con una mirada, lograba volverla una quinceañera; su rubor se debía a que hoy era el día.

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- Adiós, papá. No te vayas hasta que regrese, cuida a mamá- salió Sarada de la casa, agitando su brazo a modo de despedida.

Sasuke cerró la puerta y se dirigió al comedor donde permanecía su esposa sentada; de nuevo la encontró perdida, mirando a la nada, sumergida en sus pensamientos.

Se culpó a sí mismo por el estado de Sakura, se preguntó si siempre estaría así. La mujer que él había conocido era enérgica, como su hija; y siempre estaba yendo de un lugar a otro, realizando infinitas actividades. Felizmente con Sarada su comportamiento no había cambiado, y su hija no había notado el cambio; pero cuando se encontraba sola e incluso, hasta cuando él estaba presente, su mente viajaba hacia otra dimensión a la cual nunca había ido.

- Si no quieres...- le dio la oportunidad para que dé un paso atrás, ella lo interrumpió.

- No quiero hablar de eso, las cosas están dadas- susurró, pasando por su lado.

No, Sakura no lo lastimaba moliéndolo a golpes como hacía con los demás; con él era más severa y letal, ella se portaba como ausente, dejándolo consumirse en su propia culpa.

Sasuke la vio alejarse y perderse por los pasillos de la casa. Vio a través de la ventana la figura de su hija alejarse, ¿qué pensaría ella si descubría que a su padre le pasaban extrañas ideas por la cabeza?

¿Seguiría admirando al Hokage si se enteraba de lo que realmente pasaba entre los tres?

¿Qué pensaría de él? ¿Le perdonaría, así como había perdonado su ausencia durante su infancia?

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Frente al espejo, recordó que el día anterior había visto a su compañera casualmente por la Aldea. Ella también lo había visto, pero a diferencia de otros días en los que solía saludarlo efusivamente, se perdió entre la gente con un sonrojo en sus mejillas.

Esa no era la idea, lo último que quería perder era su amistad. Miró su celular por un segundo, bastaba una llamada para deshacer todo, pero su mano no respondía.

Naruto se miró al espejo una vez más; las arrugas en sus ojos lo hacían ver mayor y ello lo desmotivó bastante, se llevó la mano hacia su cabello y lo despeinó un poco, se había echado demasiada crema para peinar, tampoco quería verse demasiado arreglado. Por último, tomó su colonia y apretó el spray para perfumar su cuello. Volvió a ver su reflejo en el espejo y encontró un adulto algo cansado, pero bien arreglado, no parecía haberse arreglado demás; no quería alardear, pero se veía realmente atractivo.

Bien, era hora de marcharse.

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Las horas habían transcurrido con una infernal lentitud, Sakura no había querido hablar más del tema, y él no había querido insistir, no teniendo una mujer tan terca cómo lo era ella. Sasuke seguía con su labor de marcar en un mapa los lugares a los cuales el Hokage había hecho alianzas y los cuales necesitaban de su protección; de vez en cuando miraba de soslayo a su esposa, quien seguía leyendo un libro de medicina en la cama.

Siempre equipo sieteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora