4.- Guerra de trincheras

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«Mi cumpleaños fue el menos alegre en mis ya veinticinco años de existencia. Pese a que no asistí a clases porque decidí tomarme la licencia por ser mí día, tuve que estar leyendo una versión larga de La Eneida para el curso de Roma, la cual fue una buena excusa para ocultar mi tristeza porque Mariana no podía venir a celebrar y, para colmo, casi nadie pudo hacerlo dado que estaban estudiando para pruebas, estaban trabajando o estaban enfermos. No recibí siquiera una llamada y eso fue la gota que rebalsó el vaso, pues sentí que no le importaba a nadie y eso solo aumentó más mi dolor.

La molestia duró todo el fin de semana al tiempo que tenía la ingenua esperanza de que alguien se acordara de mi cumpleaños, llamaría para saludarme y pediría una disculpa. Durante la clase de Roma, una de "los high" le dijo a la profesora que estuvo de cumpleaños y la docente le dio un abrazo como felicitación, hecho que me hizo sentir más rabia.

Día martes. Esperando encontrar a Mariana, subí al sexto piso para instalarme en una de las mesas, reparando en que no había nadie a excepción de una chica con el rostro cubierto entre sus brazos y no quise aventurarme a interrumpir su descanso pensando en que la curiosa sensación que tenía pudiera estar errada. Me senté en la mesa contigua y justo llegó Valeria, la novia de Daniel.

— Hola, Carlos –saludó.

— Hola –sonreí-. ¿Cómo estás?

— Bien, algo muerta –se sentó a mi lado-. ¿Y tú?

— Bien, haciendo la hora para almorzar –dije.

Volteé para ver si la chica que parecía ser Mariana estaba despierta a raíz de la conversación, pero nada.

— Oye –le hablé a Valeria-. ¿Es idea mía o Mariana es la que está durmiendo? Temí equivocarme y no le quise hablar.

— Parece que sí –la quedó mirando-. Seguro vendrá cuando despierte.

— Ps ya que –me encogí de hombros.

Justamente, la chica se levantó y se acercó a nosotros. Era "mi valquiria".

— Hola, chicos –saludó en lo que se sentó frente mío-. ¿Cómo están?

— Cansada por la práctica –contestó Valeria.

— Y yo más avejentado –dije sin pensar.

— Ah, verdad que estuviste de cumpleaños –dijo sin mayor emoción.

¿Qué? ¿Mis oídos y mis ojos me engañaban? ¡Captó mi chiste y aun así no me saludó! No sé si mi reacción fue notoria, porque ni siquiera empuñé las manos y solo retraje los dedos de los pies. No podía creer aquella escena tan... Fría.»


— ¿Has seguido leyendo el libro de tu tío? –Cristian me preguntó mientras sacaba su colación.

— No, no quise seguir –dije a secas.

— ¿Y eso por qué? –se espantó.

— Prefiero no tocar el tema ahora –tomé un sorbo de jugo.

— Vamos –insistió-. ¿Buscaste con tanto entusiasmo una respuesta y de la nada te cansas? No es muy propio de ti.

Exhalé una gran bocanada de aire.

— Leí sobre el cumpleaños de mi tío –dije con tristeza-. El pobre no lo pasó bien y Mariana no se molestó siquiera en felicitarlo, ni siquiera por consideración a todo lo que él hizo por ella.

— ¿Es broma? –se puso blanco.

— Ojalá lo fuera –hice una mueca.

— No me parece justo –dijo molesto-. Pero... ¿Queda más por leer?

It's you o la historia de cómo enfrenté mis miedosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora