Los parientes como el sol, entre más lejos mejor

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Mis ojos pesaban y la espalda me dolía, quería levantarme, pero aún estaba cansada. Abrí mis ojos de golpe, mala idea, los volví a cerrar cuando la luz de la chimenea me encandiló un poco.

Cuando al fin me pude acostumbrar a mi entorno me encontré a mi misma en el sillón en donde me había quedado dormida en las piernas de Cinco, por las ventanas de la casa me di cuenta de que el sol ya se había ocultado dando paso a la noche ¿Que hora era? Mire a mi alrededor, tenía una manta sobre mi cuerpo y no se veía nadie en la estancia, era mi momento perfecto para escapar.

Me levante dejando la manta de lado y con cuidado me agaché para comenzar a arrastrarme por el piso como sanguijuela para llegar a la puerta con más cautela.

— ¿Ya te vas?

Me sorprendí cuando una luz azul salio de la nada frente a mi y los zapatos de Cinco se encontraban frente a mi cara, levante la vista y el chico uniformado me miraba serio desde arriba.

— ¿No estabas lo suficientemente cómoda con la manta que puse sobre ti? — Siguió regañandome, aunque ese comentario pretendía pasar por uno sarcástico yo sentía que en el fondo Cinco estaba molesto de verdad — ¿Que en tu casa no te enseñaron modales?

Cerré los puños enojada, no iba a permitir que pusiera en duda la educación que me había dado mi padre — Al parecer a quien no le enseñaron modales fue a ti — Espete levantándome del suelo para encararlo mejor — Secuestrar personas es algo malo y es un delito, ahórrate la moral.

Cinco me miró mal, pero no dijo nada. El muchacho me tomó del brazo y me hizo volver a sentarme en el sillón mientras se acercaba a la chimenea para tomar algo que parecía gel y untarselo en el cabello.

— ¿Tienes una cita? — Quise saber cruzandome de brazos, no era que me interesara saber que era lo que hacía, pero estaba aburrida y tenía que hablar con alguien.

— ¿Celosa? — Se burló girandose para mirarme.

Mis mejillas se enrojecieron, pero el no lo noto por las llamas de la chimenea siendo esta la única fuente de luz disponible en la sala.

— Imbecil — Chasque la lengua levantome del sillón y caminando hacia la puerta, ya me había hartado y al menos quería salir a caminar.

— ¿No te quedas a cenar? — Se volvió a burlar yendo detrás de mí.

— No gracias, no salgo con abuelos — Le sonreí mientras él quitaba su cara burlona y se mostraba serio.

— Pues que pena, porque tengo una reunión importante esta noche y por obvias razones no puedo dejarte sola.

— Cierra las puertas y ventanas con madera si quieres, no me interesa estar en tu estúpida reunión — Espete deteniendome para mirarlo mal — Preferiría que me encerraras a salir contigo.

— Lástima que me importa un carajo — Decía él a centímetros de mí rostro, ambos nos miramos con intensidad, pero podía sentir que no había odio en nuestras miradas como cuando peleaba de esa manera con Diego, era algo más... cómodo.

¡Click!

Sono en medio del silencio que habíamos creado, mire hacia mi muñeca derecha en donde sentía un peso extra; Tenía una maldita esposa.

— ¡Oye! — Chille cuando vi como él se colocó la otra esposa a su mano izquierda, ahora estábamos unidos por esas pulceras de metal como presos. — ¡Sueltame! — Ordene autoritaria mientras trataba de jalar mi muñeca solo consiguiendo que me hiciera daño a mí misma.

— Vendrás conmigo — Dijo sonriendome con superioridad.

— Estás loco ¿Si sabes que soy ilegal?

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2022 ⏰

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Under the Umbrella |Five|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora