Compostela

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CAPÍTULO 2: COMPOSTELA

Alrededor de las 08:00 de la mañana Orson entró en la habitación de los pequeños imitando con sus manos y su voz a un clarinete de guerra, los niños se mosquearon un poco y le empezaron a arrojar cojines al padre, a lo cual, este respondió levantando las persianas de par en par para que les diera el sol de la mañana en la cara:

-A despertarse se ha dicho- anduvo hacia ellos dándoles palmadas en las espaldas- Ale, ale, despertaros, que mamá os está esperando para desayunar.

-¿Y tú?- preguntó Dean.

-Yo ya he desayunado, no te preocupes hijo.

Los hermanos corrieron hacia la cocina y se sorprendieron al ver una montaña de churros que les esperaba. Se pusieron las botas nada más sentarse a la mesa.

-Buenos días a vosotros también- dijo Annette con un tono irónico.

-Buenos días mamá- dijeron casi al unísono.

-¿Os hace ilusión visitar la catedral?
-Yo estoy deseando verla, dicen que dentro están los restos del apóstol Santiago- dijo Noel.

-No creo que eso sea cierto- replicó su hermano.

-Sea cierto o no nos lo pasaremos estupendamente.

Entonces terminaron de cenar a una velocidad bastante vertiginosa, se lavaron los dientes, se vistieron y se lanzaron a la aventura.

Caminaron por toda la ciudad de Compostela viendo tiendas de todo tipo, de estilo medieval, librerías, tiendas de recuerdos... y ese era el verdadero turismo para Noel, el poder pararse a cada escaparate para poder apreciar los productos que vendían aunque nunca compraran nada, sus padres siempre le decían:

-Estamos aquí para visitar una catedral, no para ver libros y conchas en las tiendas.

Poca atención prestaba a las palabras de sus padres. Caminaron hasta llegar a la Praza do Obradoiro donde estaba erguida la Catedral. Toda la familia la contempló maravillada, la sacaron fotos y hablaban de ella. Entraron y pudieron apreciar con detalle los tres estilos de la catedral: románico, gótico y barroco. Y aunque por dentro hubiera numerosos andamios por algunas reformas que estarían realizando no le quitaba ni un ápice de belleza. Pasaron horas y horas mirando cada detalle de la catedral hasta que les entró un hambre voraz a todos por igual:

-¿Nos vamos al McDonalds? Dijo el padre.

Todos asintieron con la cabeza y se marcharon de allí.

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