prólogo

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Quería hacerte está carta, para contarte todo lo que pasó en este tiempo, esos donde el mundo se me vino abajo y tuve que tomar el valor y reconstruir pedazo por pedazo. Pero para eso vamos a tener que irnos un poco atrás, unos meses atrás.

Venus;

—¿Otra persona muerta? No entiendo nada de lo que está pasando.

Juego con la cadena colgada en mi cuello, mientras mi cabeza se llena de sucesos, intentando unirlos pero fallando y fastidiando todo el proceso unido hasta el día de hoy.

—Eres la mejor detective, tienes que hacer algo porque con este ya son nueve. —habla mi jefe, sentado con frialdad en la otra punta de la mesa.

—Estoy haciendo todo lo posible... estamos —corrijo integrando a Laureano, mi compañero— el asesino no deja pistas pero algo vamos a hacer.

—Eso espero.

Desde que empecé mi trabajo, todos los casos los resolvía a la semana. Pero este caso me está sacando un demonio muy cansador de mi interior, que me consume. Están matando a personas, todos hombres y algunos nenes.

Nuestro jefe nos entrega unos sobres y yo al instante miro a Laureano, muy confundida pero no encuentro nada más que confusión en el rostro de Laureano.

—¿Que son? —hablo antes que Laureano.

—Se encontró en todos los cuerpos, una escarapela Argentina clavada en el corazón ya sin vida. —me informa e inmediatamente la sangre se me hiela— en una de las uñas de las víctimas se encontró el pedazo raspado de un papel, un boleto de viaje a Buenos Aires, pero no sé encuentra la— fecha ni la hora.

—¿Quiere decir que... vamos a ir a Argentina a buscar un asesino sin rastro real de que esté allá? —deducí como si no tuviera sentido.

—¿Que mejor que una argentina y su compañero para esta misión? ¿Que acaso no eres la mejor?

Agarro los archivos y salgo del departamento con mi compañero; Laureano Yáñez, de veintidós años, como yo. Tiene ojos marrones y pelo rubio, delgado y alto, con una actitud muy positiva y su mejor especial: la tranquilidad y autocontrol.

—Me voy a casa y voy a terminar de leer esto, necesito un baño y relajarme con una película en la sala. —informo a Laureano.

—Con tu terrible mansión me relajaría hasta cayendo del balcón. —bromea, sacándome una sonrisa.

—Es un penthouse. —corrijo— y trabajé para tenerlo, estoy orgullosa de mis logros.

—Y estoy feliz de que sea así, eres una mujer poderosa. —me sonríe.

—Que ya lo se joder. —imito su acento.

Se ríe y me despeina en un ataque de cariño.

—Te sale bien el acento.

—Bueno... hace ya cinco años vivo en España.

Si, cinco años alejados, cinco años en los que no nos hablamos pero durante esos cinco, cada día, soñé con el y me levanté preguntando si está bien, deseando que así sea.

una segunda rolita [Trueno]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora