'El cielo y el infierno'

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—Jesús —se presentó.

Jesús es un chico encantador. Agradable, cariñoso, pero inseguro, anegado y  muy tímido. Algo asustadizo al principio, pero la sensación que tuvo con ella fue muy distinta.

—Encantada.

—¿No me vas a decir tu nombre?

—Cómo si te importará o lo fueras a utilizar mucho.

—¿Tan feo es que no me le quieres decir?

El cruel y divertido destino les tenía en mente juntarles. 

—Si tanto te va a cambiar la existencia —se burló—. Lucía.

Lucía es un diablillo. Vengativa, de mal carácter, y le gustaba castigar a los demás, le resultaba hasta divertido. Algo fría y cerrada al principio, con quienes apenas conocía.

Se bueno y no sufrirás el castigo de Lucí, tanto en la Tierra como en el infierno.

—¿Viste? No fue tan difícil.

Conoce a Jesús y creerás estar en el cielo. 

—Te invitó a cenar si me cuentas más sobre ti —ofreció queriendo conocer más de ella. Estaba intrigado.

—Será la comida más fácil que haya conseguido jamás.

Parecen como dos polos opuestos. Pero en realidad ambos tienen la misma luz en sus corazones: los mismos valores, pero también inquietudes. Cuidan de sus seres queridos, defienden a los seres indefensos y temen ser heridos si se encariñan demasiado de las personas incorrectas.

Todos llevamos dentro de nosotros tanto el cielo como el infierno. Pero a unos les domina más un lado que otro.

—¿Eso es un sí?

—Si comemos dos bocatas en Sugarpop Bakery. Tú idea de cenar me suena a un restaurante elegante y caro. 

—¿Y qué tiene de malo? —rio divertido.  

—La parte cara ninguna, más si eres tú quién insistió en pagar, pero suena a cita. 

—Es lo que te estoy pidiendo. 

—Pues confórmate con comer dos bocadillos sentados en un banco del parque. 

—Trato —aceptó, encantado—, solo en nuestra primera cita.

—¡Qué no es una cita! —rio. 

—No quiero fastidiarte —dijo con una sonrisa en su bonito e inocente rostro—, pero sí lo es.

—Es una reunión —empezó a explicarse—. ¡No, mejor! Hemos coincidido por casualidad y voy a aprovechar mi oportunidad de comer gratis.

—Piensa lo que quieras, pero prométeme algo.

—¿Cuál?

—Si te gusta, repetiremos.

—¿Cuál, la comida? —bromeó.

—Y la próxima te invitaré a comer en mi casa —me ignoró—. Compraré la comida en Caprichos y Delicias para llevar o mejor, cocinaré para ti lo que más te guste. 

—¿En tu casa? ¿No puedes ser menos obvio?

—Es para estar más cómodos, pondré una peli para ver de fondo. Puede ser en tu casa si lo prefieres...

—No nos adelantemos. Acepté ir a una comida.

—Por eso estoy pensando en la siguiente.

—Pues no corras tanto.

Ella no creía en el paraíso, pero él representaba muy bien el edén y no la importaría arriesgarse a ser tentada con tal de descubrir cómo era.

Allí empezó su historia, pero no terminó. 

¿Funcionará cuando son tan distintos? Cuando él necesita validación constante de su amor y ella necesita a veces su espacio completamente en soledad. ¿Ella se asfixiará de él? ¿Él acabará dolido por su independencia?

Los polos opuestos se atraen, ¿pero por cuánto tiempo se podrán tolerar?

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