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En Washington una pequeña familia, conformada por madre e hija, terminaban de establecerse en la pequeña casa que habían comprado ya hace tiempo. Y en la cual vivían, pero nunca habían tenido la oportunidad de terminar de desempacar por diversos factores.
Muchos basados en los diversos trabajos que hacían. Por ser jubilada de la guerra —por parte de la mayor de la familia— y por las diversas tareas que su hija realizaba.

La hija se encontraba acomodando las últimas fotos de ambas en su estante. Bajo la atenta mirada de su madre que descansaba en el sillón individual de la sala.

— Solo lo muevo unos centímetros... Y... listo mamá —sacudió sus manos—. Por primera vez podemos decir que nuestro hogar está acabado —se incó a su lado y la abrazó.

— Es cierto. Al fin tenemos un hogar. Para celebrar, ¿qué vas a querer? Podemos cocinar, pedir comida a domicilio, ir a un restaurante o...

— Yo voy por ella —la morena se colocó el impermeable que estaba en el ropero de la entrada.

— Pero apenas y conoces la ciudad. Hemos estado aquí...

— Ocho veces —agarró el paraguas que estaba recargado en el ropero.

— ¿Pero de esas ocho cuantas veces hemos paseado por la ciudad? ¿Cuántas veces nos hemos quedado más de dos días?

— Nunca y nunca.

— ¿Entonces? Yo debo de ir contigo —se intentó parar del sillón.

— No mamá —la detuvo—. Afuera está lloviendo y tengo que cuidar de tu salud. Además, yo tengo esto —sacó un celular última generación— te puedes comunicar por el conmigo.

— ¿Sabes usarlo?

— Que estuviera encerrada más de la mitad de mi vida no significa que no sepa las cosas. Además tú me has enseñado bien. He practicado con las cosas del mundo moderno y con lo otro. No estoy indefensa.

— Bien, bien. Sé que sabes pero... no quiero que te descubran.

— Y no lo harán mamá. Regreso al rato —le dió un beso en la frente y se puso el gorro del abrigo—. Regreso al rato mamá.

— Con cuidado.

La morena se tapó bien ante el frío y la lluvia. Abriendo el paraguas cuando ya estuvo afuera del porche de su casa. Caminó con pasos cuidadosos entre el piso mojado para no caer. Dejando que sus pies la guiaran a cualquier lugar lejos de ahí.
No tardó más de diez minutos cuando encontró una gran plaza. Se metió a ella y busco un bien restaurante.

Después de haber pedido su orden y esperado al fin tenía las cajas de pizza en sus manos. Y se encontraba caminando a la salida cuando vió que no podría cubrir a ella y las pizzas. Por lo que tomo un taxi y le dió la dirección de su hogar. No tardaron mucho en llegar.  Ella pagó y luego se bajó corriendo a la puerta, dando gracias de que no se había matado.

Entró y le entregó las cajas a su mamá, que ya estaba ahí lista para su llegada. Dejó sus botas, impermeable y paraguas escurriendo y se puso las pantuflas que tenía ahí. Al igual que un suéter.

Comieron la pizza y luego el pie que ambas habían hecho esa mañana.
Al terminar las dos se fueron a la sala a ver una película. Durante ella la morena habló.

— Jamás me has contado el nombre de tu amor mamá. Me has dicho tu historia con él, todo lo que viviste con él, y el dolor al perderlo. Pero jamás me has dicho su nombre.

— ¿Y no lo has investigado?

— ¿Recuerdas que me pediste que no investigara? He cumplido. Pero desearía saber el nombre de aquel hombre que robó todos tus suspiros y por el que casi pasabas la noches llorando.

— Steve —dijo la mujer en un susurro.

— ¿Dijiste algo?

— Steve, Steve Rogers era su nombre. El Capitán América como le decían todos. Rubio, ojos azules, muy, muy, muy servicial. Muerto en una...

— Perdón mamá, no debí...

— No, más bien perdóname tú por no haber hablado antes. Ahora siento una carga menos en mi vida —se limpió una lágrima—. Ya decía que algo me faltaba en esta vida. Me siento libre... Pero bueno, ya me quiero ir a dormir Ania. ¿Terminarás de ver la película o...

— Descuida ma, ya me voy a dormir igual —apagó la tele—. Estoy cansada. Te llevo —agarradas del brazo madre e hija subieron a sus recamaras.

Hicieron lo que cualquier persona haría antes de dormir. Para luego meterse en sus cama y descansar.

Ya pasaban de media noche cuando el pecho de la adulta joven comenzó a iluminarse del color blanco de su piedra. Ella aún estaba dormida, y no se daba cuenta. Voces e imágenes comenzaron a llegar a ella.

La primera gema ha sido encontrada...

Recordó el día de cómo la encontró.

Y una luz en la oscuridad ha salido.

Los momentos en los que estuvo practicando al lado de su mamá. Tratando de controlar los poderes que había ganado. Además de aprender a amar.

El equilibrio entre lo malo y lo bueno.

Luces blancas y moradas saliendo de un lado a otro. Gritos y dolor. Sangre y sudor. Vida y muerte. Amor y dolor. Monstruos de otros lugares. Poderes que jamás alguien había visto. Y otros colores en diferentes piedras ajustadas en algo dorado borroso para ella.
Algo de piel morada más grande que un hombre común.

La chica estaba bañada en sudor, y la luz llenaba aquel cuarto de tamaño mediano. Incluso hasta se escapaba de el. Combinados con unos gritos de dolor, como sí la estuvieran golpeando o de los que daba cuando tenía pesadillas de aquellos años encerrada. Era lo que le pasaba a Anastacia.

Su madre se movió hasta su cuarto como pudo. Poniendo la mano en su rostro por la potencia de la luz. Tratando de llegar hasta su hija.
Cuando logro alcanzarla se sentó en su cama.

— Abia estoy aquí —dijo acariciando su cabello—. Estás bien —le limpió el sudor frío de la frente—, no estás sola. Aquí estoy yo. Abre los ojos —el cuerpo de la chica dejó de moverse.
Espantando a su mamá que creyó lo peor. Pero al ver cómo su hija comenzaba a respirar más tranquilamente volvió a respirar.

— Algo va a venir —dijo aún acostada—. Algo vendrá.

— ¿Que vendrá? ¿Qué es lo que acaba de pasar?

— No lo sé —tocó su pecho—. Pero creo que al fin será tiempo. Ya está cerca. ¿Recuerdas cuando te dije lo de la chica en Rusia? —su madre asintió—. Esa vez tuve una ligera sensación de los sucesos. Pero esto lo confirma. Ya llegó el tiempo de salir al mundo.

— Solo... Prométeme que te cuidarás, y que regresarás a casa siempre.

— Lo prometo.


















¡¡Boom!!

¿Se imaginan quien es la madre adoptiva de Ania?

Y con esta escena nos despedimos de este libro.

Pero no de la historia Toneth o Betny. ¿Cuál shippeo creen que es mejor?
Su historia continuara en el siguiente libro. Podremos ver a Beth más en acción.

Los amo a todos.
Cuídense.
Adiós.

³ 𝖂𝖎𝖑𝖑    ||    𝖙𝖔𝖓𝖞 𝖘𝖙𝖆𝖗𝖐     (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora