"Burgers & Beer" era el nombre del restaurante de comida rápida en el que trabajaba cuatro horas diarias después de mis prácticas de ballet. Seguramente estarás pensando que cuatro horas es muy poco tiempo pero, cuando tienes que tratar con personas groseras o uno que otro borracho, esas cuatro horas se convierten en una eternidad. Mi trabajo consistía en tomar pedidos, servir la comida y limpiar las mesas. No contaba un sueldo fijo o prestaciones, pero las propinas que ganaba a diario eran más que suficiente para permitirme pagar la colegiatura de la universidad.
Sí quería encontrar un buen trabajo, primero necesitaba terminar una carrera.
El local era una vieja taberna rustica que había sido remodelada hace un par de años, cuando se abrió el primer Burgers & Beer en Queens, Nueva York. Burgers & Beer era una cadena de restaurantes españoles en los que se vendían las mejores cervezas de España, (sin mencionar lo riquísimas que estaban las hamburguesas).
—Blaire, ¿podrías ayudarme a llevar esta hamburguesa a la mesa número cuatro? —me dijo Nikki, una de las meseras con las que mejor me llevaba—. El niño de la mesa seis tiró su comida al suelo e hizo un verdadero desastre, tengo que ir a limpiarlo antes de que alguien se resbale.
Sonreí y asentí con la cabeza.
—Claro, yo me encargo.
Después de que Nikki se marchara con la escoba y el recogedor en mano, coloqué la hamburguesa con patatas fritas en mi bandeja para llevarla a la mesa correspondiente. En el camino, tuve que zigzaguear entre las mesas debido a la cantidad de niños que había en ese momento. Una familia había decidido celebrar aquí el cumpleaños de su hijo, así que mientras los pequeños jugaban a perseguirse por todo el lugar, los padres disfrutaban de sus cervezas dejándonos a nosotros el trabajo de cuidar a sus diablillos.
—¿Hamburguesa doble con carne de res y champiñones? —exclamé al llegar a la mesa.
Una chica levantó una mano.
—¡Para mí! —soltó muy animada.
—Aquí tienes, ¿algo más que necesiten? —le pregunté tanto a ella como a las otras dos chicas que parecían estar disfrutando mucho su comida.
—Sí, ¿qué tal el número de teléfono del chico de allá? —bromeó una, la castaña.
De inmediato, la chica junto a la castaña le propinó fuerte un codazo.
—¡Hannah! —chilló la rubia.
—¿Qué? Está guapísimo, desde que llegó no he podido quitarle los ojos de encima. Es una lástima que no haya mirado ni una sola vez en nuestra dirección.
—Quizás tiene novia —dijo otra chica, la de cabello más oscuro—. O quizás es gay.
—No lo creo, sé reconocer a un gay cuando lo veo. —La castaña sonrió y les guiñó un ojo a las demás—. Así que créanme cuando les digo que ese bombón definitivamente no es gay.
—Bueno, si necesitan algo más que no sea el número de ese chico, no duden en hacérmelo saber. Mi nombre es Blaire —murmuré con una sonrisa en mis labios.
—¡Gracias Blaire! —exclamaron las tres al unísono.
Coloqué la bandeja bajo mi brazo y me alejé de las chicas para verificar que las demás mesas no necesitaran algo más, ya fuera comida o más bebida. Luego de revisar las mesas de mi área por segunda ocasión, solo por curiosidad, decidí mirar al sitio en donde se encontraba el chico que, según las chicas de hace un momento, era un bombón.
Sin embargo, cuando giré la cabeza para darle una buen vistazo, me di cuenta de algo. Ese chico llevaba aquí más de diez minutos y nadie se había acercado a él para tomarle la orden.
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Cita a Ciegas ©
Chick-LitBlaire Dawson es inteligente, reservada y muy responsable. No maldice, no bebe alcohol, no sale a fiestas y no desobedece nunca las órdenes de su madre. Ella es a lo que llaman "una buena chica" en todo el sentido de la palabra. A sus diecinueve año...
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