II: El devorador de sueños.

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Sintió que su amo necesitaba un poco del aire de la ciudad de Londres, incluso pasearon con la excusa de comprarle un nuevo traje. Por supuesto, la debilidad de Ciel Phantomhive era más que evidente, solía sofocarse continuamente y Sebastián tuvo que ayudarlo y a darle ánimos para avanzar. Sebastián Michaelis sabía que si su joven amo se acostumbraba, era muy probable que poco a poco su cuerpo dejaría de cansarse mucho y a recuperar un poco su energía.

—No entiendo porqué insististe en que saliera de la mansión, tengo suficientes trajes —se quejó tratando de contener sus jadeos.

—Cambiar de aires por un momento no le hará daño, joven amo.

Ciel chasqueó la lengua.

—Dime la verdad, Sebastián. Supongo que tienes una teoría a lo que está pasando en la mansión y no me quieres decir, así que te ordeno a que me lo digas.

Sebastián amplió su sonrisa.

—¿Está seguro, joven amo?

—Te he dado una orden —reclamó con cierta dureza en su tono de voz a pesar de lo sofocado que está—. No me hagas recordarte nuestro contrato.

—Si el joven amo quiere saber, no tengo más remedio que darle las respuestas que desea. —Ante las pocas personas que prestaban atención, Sebastián dijo—: Tal vez lo que los tiene así puede ser un súcubo o un íncubo.

El rostro de Ciel se enrojeció, una acción muy normal ante la mención de Sebastián. Era muy común en que tuviesen la mitología de esas criaturas siendo parte del folclor europeo, ya que según lo que aprendió Ciel: los ícubos y súcubos se alimentaban de la energía a través del sexo, y si un ser humano se topaba con ellos, tendrían problemas de salud o morían. Entre otras palabras, ¿Sebastián creía que Ciel tuvo relaciones?

—¡Eso es asqueroso! —tartamudeó.

—No se altere, joven amo, no es lo que piensa en verdad —interrumpió con una sonrisa de burla ante los posibles pensamientos de su joven amo—. Los ícubos y los súcubos no son lo mismo.

—¿De qué hablas, Sebastián?

—Pues... —Sebastián se enserió y volteó con brusquedad, captando la duda de su joven amo—. Es mejor que se lo cuente de camino a la mansión.

Era extraño, Sebastián había jurado sentir una fuerte y pesada presencia, le recordó a la presencia que había percibido en la mansión, pero era mucho más clara de identificar, gracias a esto, llegó a la conclusión en que se trataba de un íncubo, pero si era así, ¿por qué se encontraba en Londres?, ¿acaso los estaba siguiendo? Era extraño que un íncubo haya dejado notar su energía, solían ser más precavidos que los súcubos y las lamias.

Cuando entraron a la tienda, recomendaron muchos tipos de trajes de gala y casuales para el joven conde, tantos que el mismo Ciel Phantomhive se había mareado de tanto mirarlos, pero como siempre, Sebastián era el encargado de seleccionar los atuendos que debía probarse, y luego daba su opinión a cómo se veía con cada uno de ellos.

Tardaron mucho en aquella tienda, terminaron comprando siete trajes.

Cuando subieron a un cabriole de camino a la mansión, Ciel no pudo evitar preguntar:

—¿Y?, ¿ahora si me podrás explicar?

—No habrá problema para mí, joven amo. Los súcubos son seres que pueden alterar su forma para poder seducir a los seres humanos, ya sea adoptando una figura masculina o femenina, es cierto que hay ciertas similitudes entre éstas criaturas con los íncubos, ya que también pueden alterar su forma, pero se alimentan de los sueños de formas distintas. —dio una pausa y luego siguió—. Sé que Inglaterra tiene la idea en que el súcubo y el incubo son lo mismo, la diferencia sería el género, pero no es así. Los íncubos suelen robar los sueños sin necesidad de contacto físico.

INCUBO'S (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora