-Buenos días, caballero, ¿en qué puedo ayudarle?- Es una señora realmente atractiva, que me regala una sonrisa a la vez que sus ojos conectan con los míos mientras se acomoda la camisa y ajusta las gafas a su nariz, su belleza es innegable.
-Buenos días, preciosa- Digo manteniendo una compostura encantadora y educada- Contactaron conmigo para presentar a primaria mi nueva publicación literaria, ¿puedo comenzar a prepararme en la sala impuesta para mi exposición?-
-Un segundo, hago la comprobación, pero no tengo constancia de ninguna exposición...-
Me mira con cara de confusión y comienza a rebuscar entre unos papeles con organizaciones semanales y agendas infinitas. Tarda mucho, no me impacienta pero el aburrimiento está empezando a apoderarse demasiado rápido de mí, los humanos son demasiado ineptos hasta para mentir un poco y dejarme pasar, simplemente no entiendo sus vidas vulgares repletas de responsabilidades vacías y realidades ahogadas en conversaciones de ascensor, ni me interesan. Mantenía mi sonrisa en la cara, pero por dentro sentía el tiempo correr y ya me había cansado, antes de que le diese tiempo ni a asustarse de mí o gritar como todos hacen, mi pistola ya le había disparado en la sien. Los gritos comenzaron en ese momento, y se volvían cada vez más fuertes a cada instante, niños y profesores aterrorizados huían ruidosamente y sin control hacia ninguna parte, desconcertados, como vulgares ovejas en manada que escapan de la muerte buscando la mínima esperanza y salida de sobrevivir, por supuesto sin éxito. Ando por el pasillo lentamente contemplando la maravillosa escena que tantas veces he presenciado, pensando en lo extremadamente guapo que voy esa mañana mientras huelo el caos que me alimenta a mi alrededor, mi camisa blanca se ajusta perfectamente a mi cuerpo joven y mi corbata verde combina con mis ojos, esos que provocan adicción y desasosiego entre las jóvenes, lógico, tengo un encanto que no todos tienen el privilegio de poseer. No como los inferiores humanos que gritan a mi alrededor por escuchar un disparo, no puedo evitar reír ante semejante respuesta provocada por su desesperación, mirar a aquellos niños que no hacen más que babear y llorar me repugna, tanto que mis ansias de dejar de escucharles me hacen recurrir a soluciones como acabar con sus insignificantes vidas. Me acerco a un niño rubio de ojos marrones, tiene que tener unos seis años y no cesa de temblar, gritar, llorar y pedir ayuda, ingenuo... Me mira con una expresión que no logro descifrar, sólo puedo ver en él debilidad y sentir una gran indiferencia y pena por su vida carente de emoción. Tengo una sonrisa de oreja a oreja en la cara, pero él no me la devuelve, y eso no me gusta, ¿pero quién ha educado a este niño? En ese momento aparece a lo lejos una joven adolescente corriendo hacia nosotros gritando incesantemente y con lágrimas en los ojos -Huye, hermanito. ¡Corre lo más rápido que puedas sin mirar atrás!- Odio que me interrumpan, definitivamente en esta sociedad nadie tiene respeto por nadie, a pesar de eso le sonrío y le digo de forma elegante -este asunto no le incumbe, señorita-, pero ella no deja de gritar que soy un monstruo y un cúmulo de incoherencias incesables. Le pego un puñetazo dejándola en el suelo mientras cojo la pierna del niño que intentaba escapar siguiendo las indicaciones de su hermana, podía ver miedo en sus ojos, algo incomprensible para mí, lo que sabía era que ese mocoso había intentado huir como una rata, y conmigo no se juega. -¿Tienes miedo, pequeñito?-, digo con una sonrisa y voz dulce, sabiendo que lo último que verá ese ser insignificante es a la muerte mirándole a los ojos, menos de un segundo después acabo con su superficial vida de un único disparo, definitivamente en este mundo nadie merece la pena, al menos nadie excepto yo. Un segundo más tarde empiezo a escuchar el ruido que siempre pone fin a mi diversión, comienzan a entrar las autoridades, decenas de guardias en búsqueda del creador del caos tan odiado por los humanos repugnantes. Corro escaleras arriba disparando en cada cabeza que se cruza en mi camino, he hecho esta operación cientos de veces, tanto que no tengo ni la necesidad de pensar en mi próximo movimiento. Corro pero sintiéndome relajado viendo los cuerpos caer a mi paso y actuando con rapidez, aprovecho el descontrol de emociones de los pocos que quedan vivos cerca de mí para robar unas llaves del bolsillo de un profesor y entrar al aula más cercana, cierro con llave después y me escondo en un armario. Desde dentro puedo escuchar llantos, gritos, los pasos de los guardias que vienen en mi búsqueda, las sirenas de policía y los gritos de evacuación, es increíble lo que consigo, hago una cuenta mental de cuántos muertos he provocado esta vez y estimo unos 30, no ha sido un mal día. Cuando escucho a los guardias pasar de largo la sala donde estoy, cerrada e impenetrable, salgo sigilosamente con una sonrisa, dejo en el suelo mi marca indentificativa en forma de carta de tres de corazones y abandono el lugar por la ventana. Lo he vuelto a hacer, y una vez más, he vuelto a escapar sin ser descubierto.
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EL BAÚL DE LOS SUEÑOS - Relatos cortos
Short StoryHistorias de todo tipo, unas con toques de fantasía, otras de la pura realidad, otras pueden encogerte el corazón o aterrorizarte como nunca... ¿Te atreves a adentrarte en el baúl de los sueños?