Capítulo Dos

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Una puerta blanca y enorme se presenta justo ante mis ojos. Mi padre la abre con las nuevas llaves de nuestra casa. Es enorme, muy hermosa, tiene gustos modernos y la mayoría de los muebles son blancos. La luz penetra por todos los ventanales haciéndola preciosamente luminosa. Todo es increíble. Sin duda se ve perfecta, pero para mí es simplemente una casa, no cumple la función de hogar en lo más mínimo.

Recorremos toda la casa, y escojo mi cuarto, la vista da al barrio. Es un lugar tranquilo, todas las familias acá viven en casas. Me siento en el piso porque no tengo cama aun, solo un simple colchón tirado en una esquina. Comienzo a contemplar todo, realmente es muy linda esta casa, no puedo creerlo, algo bueno tenía que tener todo esto. Después de 15 minutos, ya no sé qué hacer, me aburro, y además no estoy cansada para nada. Toda mi familia duerme plácidamente, excepto por mi madre que salió a comprar las primeras cosas necesarias. Por ende, no se me ocurre mejor idea que salir a conocer lo que de ahora en más deberé llamar "barrio".

Las casas son todas iguales, como si acá solo existiera un solo arquitecto, las callecitas que conectan la calle principal con cada garaje tiene un mínimo de tres a cuatro autos, ¿Por qué tanto? En Argentina no solíamos tener tanto por familia. Se ve que acá las cosas son completamente distintas. A lo lejos diviso una mujer que me hace señas, ¿Me hablara a mí? ¿En serio? Sigo caminando y ella insiste, entonces me dirijo hacia ella. Por suerte para mí siempre fui a un colegio bilingüe, manejo el inglés casi tan bien como el español, así que no temo por eso, temo porque siempre fui tímida, me cuesta hablar y relacionarme con desconocidos sin parecer mala onda.

"Hola" me dice muy amablemente una señora de unos 55 años y de pelo marrón claro. "Hola", le contesto yo. "Se que se mudaron hoy a la mañana, y me gustaría poder darles la bienvenida a ti y a tu familia. Perdón, que maleducada fui, mi nombre es Luisa, vivo aquí con mi marido y mis tres hijos" me dice con la sonrisa más enorme que vi en los últimos tiempos. "Que amable de tu parte, me presento, mi nombre es Madison, pero nadie me dice así, solo llámame Madi y va a estar bien. Con respecto a la bienvenida es hermoso que tengas ese gesto, mi madre lo agradecería mucho ya que no somos de acá, y además no le vendría mal una amiga para pasar el tiempo" le contesto. "Sin duda que, si ella es tan amable como tú, seremos grandes amigas. Además, tú puedes conocer a mi hija Cami, ella es de tu edad, seguro se llevarían muy bien"

Llegue a casa contenta, la verdad ella alegro mi día gris en un minuto de charla. Parecía ser una mujer buena y noble, de esas que miras a los ojos y crees conocer de toda la vida. Luisa es realmente hermosa y dulce, no veo la hora de que ella y mi mamá sean amigas. Mi madre realmente va a sentir el cambio, mi hermano y yo iremos al colegio, mi padre a trabajar, y ella quedara en casa la mayoría del tiempo, convirtiéndose en un ser solitario. Necesita alguien con quien estar, charlar, reír, pasear.

"Mamáaaaa", entro por la puerta y voy corriendo hacia la cocina donde ella se encuentra acomodando algunas cosas que volvía de comprar. "Madi, ¿qué pasa? Se te nota contenta, ¿que has hecho?" mi madre me pregunta con cara de sorpresa. "Salí a caminar, y una señora que vive a dos casas se ha quedado hablando conmigo. Ella se llama Luisa, es de verdad muy amable. Me contó cosas del barrio y además me dijo que tenía una hija con la que podía salir a recorrer y hacer planes" no termine de tragar y seguí la frase "Además me contó que hoy nos vio llegar, y que aquí es costumbre que los vecinos te den la bienvenida. De verdad no puedo esperar a que la conozcas, serian grandes amigas, y tú lo necesitas más que nunca" le comento. "De verdad que eso es ser amable, jamás me habían dado la bienvenida a algún lugar donde he vivido. Si ella se acerca a casa, podré invitarla a cenar un día de estos, sería una linda forma de devolverle la amabilidad y podríamos hacernos familias amigas".

Pasaron cuarenta minutos, me aburro como nunca. Nos mudamos en el verano de ellos, por ende, todos los colegios están cerrados, lo que significa que por ahora no tendré amigos con los que hacer planes. Faltan tres meses para arrancar las clases, una eternidad. Mi mama es mi mejor amiga aquí. Bajo a la cocina a tomar algo fresco con mama, ella está sentada tomando su café helado de siempre, su firma personal. Charlas pasaron, los minutos concluían y nosotras seguíamos hablando y mirando muebles en Ikea para ver cuales irían mejor en nuestros cuartos. De repente salto de la silla, un ruido nos distrae. El timbre. Jamás habíamos tenido un timbre que suene tal alto. Finalmente me decido por ir a mirar a la puerta mientras mama termina de mirar cosas con la computadora.

Una mujer de pelo marrón iluminado por el sol se presenta en la puerta de mi casa, Luisa. "Hola Luisa, que suerte verte por acá, ¿quieres pasar?" contesto a su amable y dulce hola. "Seguro, para mí sería un honor conocer a mis nuevos vecinos" responde con una torta en la mano. 

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