Poderes

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Estaba tumbada en una cama, esta no era la cama donde me desperté la mañana anterior. Esta era mucho más grande. Una de matrimonio, la que siempre había querido tener y le insistía a mi tía. Pero nunca me ofreció ese capricho.
Giré la cabeza hacia la derecha, y ahí estaba, esperándome a que me despertara, con cara sonriente que supongo que era porque había despertado.
Era Jack.

-Por fin. No creo que fuera para tanto como para quedarte casi invernado.

-¿Cuánto tiempo he estado dormida?

-Tres días y medio.

Di un suspiro. Ya me sentía muchísimo mejor. Como si me hubiera quitado un peso enorme de encima.
Todas las cosas que me habían pasado hasta ahora desde que nací era por esa razón. Todos los presentimientos que tenía, eran por esa razón. La razón de que yo era...

-Soy... Soy... Soy una bruja.

-Error. Las brujas no existen. Tu eres una Lápica.

-¿Una Lápica? ¿Qué es eso?

-Todos los nacidos en Longreich de sangre pura somos Longrinos, pero tú. Tú eres diferente.

-¿Por qué soy diferente? - pregunté muy ansiosa por saber más.

-Solo existen unas pocas Lápicas. Todas sois mujeres. La mujer que mató a tu tía era una de ellas. Sois una especia de brujas, sí, como tu has dicho. Pero no concretamente. Vuestro poder es muy poderoso y podéis hacer cambiar muchas cosas.

-¿Cómo qué?

-El tiempo.

-Puedo hacer que nieve, que guay. - dije con un tono sarcástico, que al parecer a Jack no le gustó nada.

-No. Cambiar el tiempo meteorológico también, pero no me refería a eso. Podéis hacer que las horas pasen más rápido si queréis, más despacio o incluso detener el tiempo. Y, si os lo proponéis podéis ir a cualquier momento que os plazca. Eso es uno de los mil poderes, quedándome corto, que poseéis.

Mi cara de asombro de ese momento, creo que hasta daba miedo.
Era mágica. Tenía poderes sobrenaturales. Y ahora todo lo que jamás había logrado dar explicación cobraba sentido. Un enorme y maravilloso sentido.

Me levanté de la cama y tenía un hambre mortal.
Le iba a pedir a Jack algo de comida, pero no fue necesario porque ya venía él con una bandejita muy golosa.
En ella había un cruasán de mantequilla, un zumo, un vaso de leche, y, mi plato favorito: huevos revueltos.

-Mmm, que buena pinta y ¡qué hambre!

-Espero que te guste, y sobretodo los huevos revueltos.

-¡Es mi plato favorito!

-Lo sé. -dijo misterioso. - no eres la única con poderes aquí, ¿sabes?

-¿Cómo? ¿Tu también?

-Sí, yo también y todo los Longrinos.

-Guau.

-Menos que tu, obviamente pero también. Y por eso no te creas que eres la reina, eh.

-No lo hacía.

-Lo sé.

¡¿Qué lo sabía?! No quería que supiera lo que yo pensaba. Me estaba leyendo el pensamiento. Era horrible. Ahora no podría tener secretos para él ni para nadie de ese lugar.

Mancha de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora