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Vingt-six

A la mañana siguiente Louis despierta desnudo y con un espacio vacío a su lado. Se estruja el ojo con el dorso de la mano sin siquiera levantar la cabeza de la almohada y le toma un rato despabilarse por completo.

Cuando por fin lo consigue se queda otros minutos más sentado en la cama, con las sábanas en su regazo y la sensación de haber dormido por tanto tiempo que se siente hasta agotado. Se queda callado para ver si Harry se encuentra en el baño pero cuando no escucha nada decide ponerse de pie y camina hasta el baño aún desnudo, metiéndose en la ducha y decidiendo que una de estas no le hará para nada mal.

No se lava el cabello, pero sí se moja un poco el pelo que tiene en la nuca y piensa que quizás cuando él y Harry regresen a Londres puede ir a recortarse un poco. De hecho, Louis piensa muchas cosas mientras se pasa el jabón por la piel, como por ejemplo que ahora ya no está seguro de sí el abrazo que le dio a Liam en la boda ha significado que son amigos, o que no sabe si es correcto llamar para las fiestas cuando pase el tiempo o si Harry en serio va a soportar estar con él por un período parecido a la eternidad sin problemas.

Termina suspirando profundamente, decidiendo que no le viene bien pensar de más, que debe, en serio, dejar de comerse la cabeza con las cosas malas que aún ni siquiera suceden y que lo mejor es encontrar al alfa para poder encontrar un pequeño hueco en su cuello y un espacio en su regazo sin importarle que Josh y Niall están ahí.

Cierra el grifo, corre la cortina y tira de la toalla que cuelga en la pared.

Hace todo como si estuviera en una especie de modo automático y cuando se da cuenta de que no quiere usar su ropa o que en realidad no ha entrado la necesaria y ahora no tiene nada que ponerse y debe pedirle a Niall su lavadora y secadora porque sino tendrá problema; busca el bolso de Harry y de allí saca una camisa cualquiera que está hasta arriba y que probablemente no necesita porque el alfa ha empacado de más.

Louis quiere reírse de eso, pero se queda un poco ebrio, casi ausente cuando se pasa la tela por los hombros y el aroma de Harry lo cubre por completo. Huele a lavanda también, pero un poco más a él que cualquier otra cosa y es posible que Louis sólo quiera volverse a recostar en la cama y hundir la nariz en el cuello de una prenda que básicamente no le pertenece.

Pero no hace eso. No. Él simplemente sale de la habitación descalzo y camina hasta la sala.

Está vacía porque resulta que todos están reunidos en la cocina y Louis se llega a sentir un poco indignado por no recibir invitación. Se acerca a ellos, Niall está en la entrada apoyado del muro con una mano en su aun plano vientre y va mirando como Harry le enseña a Josh a preparar pasta blanca sin arruinarla.

—Hola— Saluda en un murmullo.

Harry es el primero en mirarlo, o más bien, ver lo que lleva puesto y es un poco obvio porque sus ojos bajan hacia la prenda y luego suben a su rostro y se le curvan los labios en una diminuta sonrisa que luce casi avergonzada y que a Louis sencillamente le encanta.

—Buenos días, Louis— Dice Josh aunque está demasiado ocupado con la sal intentando no poner de más. —¿Así, Harry?

—Hola, amigo— Menciona Niall.

Louis le sonríe y se pone junto a él en la misma posición.

—Hola, Niall.

—Ya desayunamos, de hecho, ya casi vamos a almorzar. Tengo el teléfono listo para llamar a la pizzería en caso de que los espaguetis no funcionen.

Le muestra el móvil y Louis se ríe. Josh se queja.

—Discúlpame, pero estoy siendo entrenado por un artista culinario y me está saliendo bastante bien.