Mirar al cielo

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Y es que vivía tan volado

que su vida pasó como una ráfaga patagónica, 

helada y tajante,

a toda velocidad.

Y a menos que esta fuera un pajarito amarillo o un avión lejano,

nunca se hubiera dado cuenta

de que la desperdició completa

mirando las nubes blanquecinas que adornab el turqueza claro.

Cuando su pié tocó las vías

su nariz apuntaba al sol de un despejado día de Enero,

y mientras el tren se acercaba

él sólo escuchaba el canto de los pájaros,

el canto de los pájaros...

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