segundo acto

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Viernes 24 de agosto, 9:30 p.m. || Casa O'Brien-Sangster

[En la sala, Dylan está en la portátil trabajando. Un auto se escucha en el garaje, Thomas acaba de llegar.]

—Hola Dyl,

Sonrió y besó el aire, —Hola cariño, ¿y Emma?

—Se quedó con Julia, aparentemente necesita una noche solo chicas.

—Pero si te tiene a ti- ¡auch! No era para tanto. Solo decía.

Thomas rodó los ojos aún escuchando la burla en su voz. —Ya no aguantas nada.

Otro lapo cayó en la nuca de Dylan y este soltó más risas. —Ay ya, perdón... ¿y cuándo vuelve?

—El domingo por la mañana, Julia la va a traer.

Asintió y siguió con lo suyo, Thomas comenzó a masajear su espalda, suspiró encantado. —¿Quieres un café?

—Uhum, sí, por favor.

El rubio asintió y dejó un besito en su cabeza antes de irse a la cocina. Dylan lo miró caminar con la duda escrita en su rostro, rápidamente perdió el hilo de sus pensamientos, pues se distrajo con las largas piernas de su esposo en esos pantalones entubados.

Thomas hizo acto de presencia poco después, jalando su silla hacia atrás un poco y cerrando su laptop con delicadeza. —Amor, ¿qué...?

El rubio suspiró y se sentó en su regazo con las piernas abiertas, Dylan lo tomó de la cintura, recibió una sonrisa y un beso en su barbilla de regalo. —¿Hace cuánto que no tenemos tiempo para nosotros?

—Umm... Hace mucho.

—Exacto, y ya que Emma no está...

Dylan no necesitó más para entender. —Oh...

Sin embargo, Thomas no lo besó como creyó que lo haría, en su lugar, lo abrazó y se acurrucó en cuello, —Extrañaba mucho estar así, ¿tú, no?

El castaño no iba a mentir, inhaló la escencia del shampoo de Thomas y asintió sonriendo pequeño, —Yo también, me gusta tenerte entre mis brazos.

Estuvieron así un rato, Thomas jugaba con su cabello un poco y Dylan acariciaba sus costados casi con suavidad. De la nada, el rubio se enderezó y lo miró a los ojos, una sonrisa bailando en sus labios, una de sus manos se quedó en su nuca y la otra acarició su mejilla, las de Dylan bajaron a su rodillas sin saber a ciencia cierta qué estaba pasando: había perdido práctica.

Thomas rozó sus labios contra los suyos y Dylan los entreabió casi al instante, esperando. Sus ojos miraban atentos a Thomas, quien lo besó tiernamente luego de cerrar los ojos con lentitud, o, al menos, así lo sintió Dylan. Para él todo pasaba en cámara lenta, las caricias de Thomas sobre él, sus labios danzando con los suyos, la lengua ajena entrando a su boca... Dylan soltó un jadeo casi sin querer cuando Thomas se alejó mordiendo su labio, otra sonrisa inocente junto al brillo casi peligroso en los ojos de Thomas lo hizo vibrar expectante.

Esta vez él lo besó, caliente y húmedo por donde se vea, sus manos subiendo por los muslos de su esposo y acariciando lento sobre el pantalón de Thomas. El rubio no lo dejó ir más allá cuando se mostró desesperado por acariciar la piel cubierta de su espalda.

Dylan casi se avergonzó de estar completamente duro, quería más, necesitaba más. Ya estaba maquinando en cómo poner a Thomas sobre la mesa y...

La cafetera sonó de fondo, Thomas se separó con un sonido húmedo y los labios brillosos, Dylan no quería dejarlo ir. —Dyl... —besos en su cuello lo distrajeron momentáneamente, cielos, Dylan amaba besar el cuello de Thomas, todo largo y sin marcas perfecto para... —Dylan, el café...

Al hombre no podía importarle menos la bebida en estos momentos, lo único que quería era desnudar a Thomas y-

—Dylan, se va a enfriar.

Suspiró vencido y soltó a Thomas de una vez por todas, su esposo sonrió casi culpable y dejó un besito en su nariz que lo hizo sentir pequeño, poco antes de levantarse a por el dichoso café.

Acomodó su pantalón con las mejillas rojas, ya era un hombre adulto, no debería calentarse tan fácilmente, ¿cierto? Pero con Thomas besándolo así... Encima que el rubio no lo había dejado tocarlo apropiadamente, ¿será que al otro no le afectaron sus besos?

No lo dejaron torturarse con más preguntas, su esposo lo llamó desde la cocina —: ¡Dyl!, ¿podrías ayudarme con esto un rato?

Se levantó no sin antes hacer una mueca al sentir su erección apretarse en su pantalón, volvió a acomodarse y respiró hondo para pensar en otra cosa que no sea Thomas en-

Joder.

El primero en responder ante semejante vista fue su miembro, que palpitó interesado; el segundo, su cerebro, que gracias al universo lo hizo caminar hasta donde estaba su fantasía viviente: Thomas, su amado esposo, estaba sentado en la encimera con la camisa y piernas abiertas, estaba apoyado en una de sus manos y con la otra acariciaba su pene gimoteando su nombre.

Thomas se moría internamente mientras Dylan lo observaba sin decir nada, ¿por qué no lo estaba tocando? ¿Ya no era lo suficientemente atractivo? Cerró los ojos intentando disminuir la vergüenza, pero no detuvo la mano en su miembro.

—Buenas noches Chloe, disculpa la hora, podrías...

Thomas abrió los ojos apenas escuchó el nombre, frunció el ceño con el ego dolido y detuvo su mano, cerrando las piernas poco después.

—No, necesito que canceles todas mis reuniones de mañana, no iré a trabajar...

Dylan alzó una ceja y ladeó la cabeza, Thomas lo miraba desde su lugar con el ceño fruncido.

—¿Por qué? Oh, bueno, tengo asuntos más importantes que atender... —paseó la mirada sobre Thomas sin disimulo alguno y se acercó a acariciar su muslo, el rubio separó las piernas de nuevo, tentativamente, Dylan sonrió. —Bueno, gracias. Adiós.

Tiró el celular sin cuidado a un lado de Thomas y se acercó a besarlo al fin, anclando las piernas de Thomas a su alrededor, estuvo a punto de levantarlo para llevarlo a la habitación luego de querer más que simples besos.

—Espera Dyl...

No rodó los ojos de milagro, —¿Ahora qué?

Thomas se removió un poco de su agarre y agarró el teléfono de Dylan, guardándolo en uno de sus bolsillos traseros, —Necesitaremos esto.

Frunció el ceño sin entender, pero a Thomas no pareció importarle, muy ocupado en quitarle la camisa y acariciar sus pezones mientras volvía a besarlo, Dylan gimió y decidió que tal vez follar en la cocina no era tan mala idea después de todo, pero otra vez, el rubio no lo dejó quitarse los pantalones.

—Quiero que grabes mientras lo hacemos.

A Dylan se le secó la boca. —¿Q- qué?

Thomas se acercó a la oreja del contrario, casi ronroneando, —Quiero que grabes mientras me follas.

Dylan no necesitó más. Lo atrajo a su cuerpo con brusquedad y la risita de Thomas llenó el lugar mientras aferraba sus piernas con a su alrededor. Besitos breves y coquetos adornaron su cuello y rostro, dificultando su viaje por las escaleras a la habitación, pero Dylan no se quejó, recibiendo todo con una sonrisa pícara y enamorada.

birthday boy ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora