Mamá y papá: presentación.

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—... le decimos mamá para diferenciarlo de papá. Puedes llamar a mamá como Sr. Levi y a papá como Sr. Erwin. ¿Te quedó claro Berthold? —. El aludido asintió frenéticamente con su cabeza, movimiento de arriba y abajo: su rostro estaba sudado y rojo de sangre acumulada. —Solo no vayas a regar nada sobre el mantel y todo estará bien con mamá.

—Ah-h ah-h bu-bu-e-no, y-yo me-me pre-sen... ¡Ahh! —. Se removió el cabello con los dedos y cerró los ojos.

Berthold no podía tranquilizarse para ese primer e importantísimo encuentro con los padres de su novia. Se posó la mano abierta en su pecho, como queriendo detener a su corazón de los latidos que daba contra su toráx, casi dolía. Para él, Annie, su pequeña y angelical rubia por quien amontonó bonitos sentimientos de amor desde que iniciaron la secundaria: era, tal vez, una de las personas más importantes en su vida. Aunque se mostrara estoica y a veces frívola, siempre encontraba la manera de llevar una buena tarde junto a él.

Annie le tomó la mano -casi no lo hacía porque parecía que no se le daba mostrarse afectiva- e intentó tranquilizarlo. Fue justo cuando se plantaron frente al cerramiento de la casa que Berthold enmudeció por completo, dejándose solo llevar por la corriente amorosa de Annie: caminó hasta llegar a la puerta.

El timbre lo tocó ella.

—Llegaste—, dijo Mikasa detrás de la puerta entreabierta. Llevaba puesto un mandil blanco con florecillas. — Llegaron—. Reformuló al recaer su vista en Berthold y terminó de abrir la gran puerta de madera barnizada perdiéndose por ahí.

—Deja ahí tus zapatos. Puedes usar cualquier pantufla, bueno solo hay de la talla de papá así que disculpa por eso.

Cuando ingresaron hasta Berthold llegó la exquisitez del hedor de costillas a la barbacoa, se escuchaba el aceite caliente seguro friendo algo que él no sabía. La calidez del hogar lo reconfortó a penas en un porcentaje menor. El aroma del desinfectante fue lo segundo en llegarle a los sentidos: creía que era manzana con canela. Ahora si lo meditaba bien: la casa tenía bastante concentración de aquella fragancia. Annie lo guió hasta la sala en donde lo hizo sentarse en uno de los muebles y ella se fue por un pasillo, dijo que iría a cambiarse la blusa solamente.

Berthold estaba rodeado de una burbuja cálida de amor: en la mesita de centro habían portarretratos de Annie y Mikasa cuando eran niñas, más se enfocaba en el rostro tiernísimo de su sublime Annie. Sus ojos rebosando de ternura... de inocencia. Él observaba aquella dulce imagen casi abstraído de toda realidad...

... sin sospechar de una presencia a sus espaldas.

—Oi ¿Qué demonios haces aquí?

El tímido Berthold saltó del mueble, sudó frío y tembló ante un hombre bajito que también usaba un mandil, cabello oscuro cubierto por un pañuelo blanco, cejas contraídas al igual que sus labios: visiblemente irritado.

—Deja de tartamudear escoria. Te hice una pregunta—. Prosiguió Levi, su tono de voz fue pesado. Entornó aún más los ojos en la alta figura del muchacho del cual solo lo separaba el mueble. Levi cruzó los brazos en su pecho sin dejar su plumero de lado.

—Y-yo s-soy.

—¿Eh? ¡No te escucho!

—Soy Berthold Hoover ¡Señor! —. Dijo, exhalando aire.

—¿Berthold? Que nombre tan espantoso—. Comentó Levi sin siquiera moverse ni un poco, manteniendo sus ojos cargados de agresividad hacia el muchacho.

Para la salvación o no de Berthold el otro papá apareció desde la cocina, usando un delantal con igual diseño que el de Mikasa. A diferencia de Levi, el señor Erwin parecía ser más tranquilo puesto que caminó con parsimonia, extendiéndole a él una sonrisa y sujetando de los hombros a su esposo: una señal vertiginosa al llamado de la calma.

[Eruri] La vida con dos padres ❥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora