III. ¿Y ahora?

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- … Y no olvides ir a recoger mi ropa a la tintorería, por favor. Dejaré el auto por si lo necesitas y mantén discreción, me inquiera el hecho de pensar que te quedarás solo en casa.

- Ya Marge, puedes irte, estaré bien, no te preocupes.

Margot me abrazó y partió. Debía presentarse a una entrevista de trabajo, tomaría un vuelo directamente a Europa y estaría allí por casi un mes, por lo menos me había dejado suficiente dinero para mi manutención por ese tiempo. Si Margot era admitida tendría que mudarme a una pequeña aldea ubicada en Francia, ¿Francia? Ni siquiera sabía francés, Margot sí, desde muy pequeña se interesó por aprender los idiomas, su familia le inculcó culturas internacionales, conocía correctamente el uso de la kinésica y la proxémica. Sin embargo, no toleraría la idea de partir hacia otro continente, jamás había salido siquiera del país.

Era muy aburrido estar en casa sin la presencia de Margot, sí, a veces era insoportable, pero ella era mi segunda madre y me había llegado a querer como un hijo, y que me dejara solo en casa con su auto a mi disposición dejaba mucho en que pensar. Ella era muy cuidadosa con sus cosas y a pocos les daba el fiar de ellas. El aburrimiento me impulsó a salir a pasear. Habían pasado casi dos meses desde ese que recibí el misterioso mensaje.

Liz estaría disfrutando de sus vacaciones de mitad de año al igual que Aurora, Margot volando hasta Europa y yo… dando vueltas en el auto de mi madrastra sin saber a dónde ir. Estacioné el vehículo cerca de un parque y decidí caminar un poco. Caminar solo ayudaba a abrir mi mente, y mientras organizaba mis ideas observé a un gato que tomaba una siesta sobre una de las bancas del parque. Me senté a su lado y comencé a acariciarlo, de repente el pillo animal se puso de pie y se lanzó a correr.

Inexplicablemente sentí la necesidad de perseguirlo y mientras corría tropecé con una roca y caí. Hacer el ridículo estaría presente en mi sangre, no me preocupaba de nada. De repente escuché una voz desesperada.

- Oh por Dios, ¿estás bien?

- Lo siento, siempre soy torpe, ya no me duelen las caídas- me levanté rápidamente y me limpié lo más que pude. Quise saber quién sería aquella chica interesada por mi bienestar. Levante la vista y me llevé una gran sorpresa: era Carin, estaba frente a mí, viéndome con sus torturantes ojos claros, sonriendo como la primera vez que nos vimos, su cabello caía sobre su rostro y por supuesto, su ternura se desprendía como fragancia nueva.

- ¿Carin? Ho-hola, co... ¿cómo estás?- sí, justo en ese momento tenía que tartamudear y parecer idiota – que forma tan terrible de volver a encontrar…

- Hola Sam, ¡la verdad estoy sorprendida! Desde que Liz nos presentó no habíamos vuelvo a hablar, ¿qué hay de ti?

El inicio de la conversación dio paso a todo lo demás. Estaba completamente nervioso, no lo niego. Ella se estaba llenando de mí y yo de ella, sin embargo seríamos nada más que un par de desconocidos tratando de ser amigos. Dimos un paseo por todo el parque, platicamos un poco sobre Liz. Llegué al punto de darme cuenta que era parte de nuestra escuela y eso dio paso a pensar que tal vez si la conocía. Compramos un par de helados y nos sentamos a platicar un rato más.

- Así que, ¿Liz simplemente te acosaba? – me miró perturbada – bueno, quiero decir que si ella se veía obligada a convertirse en tu mejor amiga…

- A Liz la conocí por medio de mi amiga Jeny, sus padres eran socios de una empresa exportadora de materiales artísticos. Al principio ocurrieron varios percances: Liz se estaba aprovechando de lo que ambas le contábamos y simplemente se hacía la desentendida tratando de beneficiarse ella misma.

- ¿Liz? Bueno, ella y yo hace mucho no hablábamos sobre cosas personales, pero, ¿aun así la tratas como una amiga?

- Son cosas que pasan en la vida Sam, no puedes juzgar a todos sabiendo que tú mismo cargas el pecado a cuestas. Se trata de perdonar y no ver los errores, sin pasarse de lo que se debe.

¿Acaso ella me estaba mostrando como actuar correctamente frente a la vida? ¿Acaso sería ella quien me enseñaría a ser mejor persona? Por lo visto solamente estaba apresurando mis pensamientos. Carin parecía ser amable, aparte de muy bella, alegre, confiada, y sobre todo lo que más me hacía sentir mejor, y debo repetirlo las veces que sea necesario: su mirada y su sonrisa.

- Carin, no lo tomes tan insinuante, ¿tienes novio? - *mierda,  ¿eso lo dije o lo pensé?*

- ¡Si te digo la verdad no me creerías! – lanzó una risa sutil – igual es extraño.

- Pues si sale de ti, por supuesto lo creería, digo, no porque seas tú, sino que creo en ti y esas cosas, aunque te conozca hace poco y… ¿sabes? Tú habla, yo escucho…

- Ok, terminé con él 3 o 4 días luego de que nos conociéramos, hubo muchos problemas entre los dos y las cosas no iban de la mejor forma. Luego te contaré más sobre él. ¿Y tú? ¿Tienes novia?

¿Novia? Claro que no, hasta hace un tiempo estuve cegado por alguien, ese alguien que aún no he mencionado, su nombre era Dana, creí pensar que era la mujer más maravillosa del mundo, alguien que jamás me defraudaría, la persona con la que compartiría el resto de mi vida y pues… todas esas babosadas que hablan sobre el amor. Pero ni en la sombra hay que confiar, Dana prefirió a alguien más, y no es de negar, yo seguía pensando en ella, pero era como si Carin se llevara todo mi pasado, todo lo que había vivido con Dana, sin embargo, ¿en qué estaba pensando? No llevaba mucho conociendo a Carin y por ahora no me sentía preparado para entablar una relación aunque estar con ella me hacía pensar lo contrario, y el hecho de que me preguntara si me encontraba en estado conyugal complicaba más mis pensamientos, estaba ahí, mirándome, intimidándome, llenándome de paz tan solo con el sonido de su dulce y muy envolvente voz.

- Aun no llega la indicada ¿sabes? Puede que suene muy cursi, o muy estúpido pero, a mis 16 años sé que no he descubierto a la chica perfecta para mí, bueno, no lo pensaba hasta hace un tiempo – ¿no lo pensaba? ¿acaso estaba diciendo que ella sería esa persona?

- Oh, o sea que ya la encontraste… - mis mejillas subieron de color – Vamos, cuéntame, ¿Quién es la afortunada?

¿Por qué lo decía sonriendo? Y ahora yo estaba tan rojo como un tomate y de nuevo comenzaría a tartamudear…

- O-oye, creo que se hace un poco tarde, empieza a oscurecer y debo llegar a… preparar algo de cenar, sí, eso. Si deseas vamos a mi casa, puedo preparar algo para ambos y luego llevarte a tu casa, ¿te parece?

- Oh no, no te preocupes, puedo caminar, debo pasar por la casa de una amiga a recoger unas cosas, de igual forma, muchas gracias.

- Está bien, si cambias de parecer aquí está mi número –lo apunté en lo primero que encontré, un papel arrugado- llámame y pasaré por ti.

- Eres muy amable – sonrió nuevamente.

Se dispuso a partir, pero primero dio un beso en mi mejilla.

To the moon and back.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora