Capítulo 6

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9 de agosto de 1997

— Eso no va ahí — advirtió Luther uniendo otras dos piezas, encajaban a la perfección y no hizo falta ponerle pegamento para unirlas.

— ¿Cómo que no? — Ocho intentó unirlas a la fuerza pero las piezas se negaban a ceder. Luther le quitó de las manos las piezas y las apartó de ella.

— Lo vas a romper como sigas así — avisó. Le pasó otras piezas que sabía que sí iban juntas.— Prueba con estas.

— Ignoraré el hecho de que intentas desviar mi atención con tareas más sencillas — anunció Ocho mirando las nuevas piezas, se unieron con facilidad. Luther sonrió y asintió sin mirarla, analizaba las demás piezas que aún faltaban por colocar.

Los dos se encontraban en la habitación de Luther armando una maqueta que le habían obsequiado. Ocho era la única que se había animado a ayudarle a montar su nuevo regalo. Aunque parecía que no le iba a ayudar demasiado, pues pronto Luther había empezado a notar que a Ocho no se le daba especialmente bien estas cosas. Se le daba tan mal que había empezado a pensar que lo hacía aposta.

Ocho se acercó a él para coger la caja que estaba a su lado, era el empaque original de lo que estaban montando.

— ¿Se supone que esto... — señaló el suelo donde se hallaban todas las piezas — se tiene que parecer a esto? — cuestionó levantando la caja donde se mostraba una imagen de lo que tendría que ser el resultado final. Luther asintió muy seguro, él empezaba a ver semejanzas con la imagen del avión.— Pues yo no lo veo, eh.

Después de poco más de media hora ya estaba casi finalizado. Al final, Ocho se había dejado de tonterías y había empezado a ayudar de verdad. El resultado se veía exactamente igual a la imagen.

— Deberíamos pintarlo — declaró Ocho con los brazos cruzados mirando su obra maestra.

— No se me da demasiado bien pintar — murmuró Luther uniendo la pieza final. Observó con cuidado la maqueta y se concentró en no apretar con demasiada fuerza el avión.

A Luther le regalaban maquetas que requerían concentración y cuidado para que él mismo pudiera controlar su increíble fuerza. Él ya se había dado cuenta hace tiempo la finalidad de esos obsequios. No eran simples regalos de un padre amoroso. Al final todo tenía que ver con controlar sus habilidades.

— ¿Hay algo que no se le dé bien al perfecto Luther? — preguntó al aire Ocho con sorpresa. Era una broma pero Luther no sonrió ni hizo ninguna expresión. Ocho borró la sonrisa de su cara.

Todos en la Academia sabían que Luther era el hijo favorito, no en vano era Número Uno. Él mismo hacía todo lo que podía para ser perfecto en todo lo que intentara. Pero a menudo era mucho de lo que podían soportar sus hombros, incluso en alguien que podía levantar un coche en marcha.

— En realidad hay muchas cosas que no se me dan bien — masculló dejando el avión en el suelo para admirarlo. Creyó que había acabado con el buen rollo que había en la habitación, pero Ocho no pudo evitar volver a abrir su bocaza.

— ¿Cómo hacer el pino, no? — preguntó Ocho poniendo la mano en el hombro de Luther en señal de apoyo.— Todos sabemos que no tienes equilibrio.

— ¿Qué? — casi exclamó Luther confundido girándose hacia Ocho con el ceño fruncido.— Sí tengo equilibrio.

— Demuéstralo — retó Ocho levantándose del suelo, ofreció su mano para ayudar a levantarlo también. Luther la aceptó y se levantó.— Diez segundos en la posición del pino y te doy la razón.

Ocho se sentó en la cama de Luther para darle espacio. Él se colocó en el extremo de la habitación y empezó a prepararse.

Era imposible que Luther lo lograra. No tenía el más mínimo sentido del equilibrio.

The Umbrella Academy (Número 5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora