IV - Manojo de datos

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        -¡Ay!, ya es viernes... hoy examen-, pensó Elena para sí misma recién levantada. -Autoescuela, repasar... es lo que me toca.

        Se había levantado melancólica. El día anterior había estado contando a Marco parte de su viaje de estudios:

        -Sí, como te lo cuento. Pues no vamos y al meter la llave en la cerradura, era tan lamentable la cerradura que se nos rompió la llave. Y los capullos de los del hotel nos la cobran. Hay que joderse...-, espetaba Elena, acordándose de lo dantesco de la situación.

        -¿Y qué os pasó en Munich?-, preguntó Marco.

        -Nada, nada... los cabrones del colegio no dejaron dormir al de Mates... vaya tela. Vaya ojeronas llevaba el chaval al día siguiente-, recordaba Elena. -Qué hijos de puta eran algunos y algunas de mi colegio...

        -Así que te hicieron un poco la vida imposible, ¿no?-, dijo Marco. No se creía con la confianza suficiente para preguntárselo, pero ya era demasiado tarde.

        -Pues sí, hay que reconocerlo. Pero eso es agua pasada-, dijo Elena sonriendo-. Al menos me he librado de todos ellos...

        O eso creía Elena. Una de sus antiguas amigas pidió plaza en Mecánica, pero no entró finalmente. Y que gran alegría se llevó cuando supo que finalmente no entraba.

        <<De la que me he librao>>, pensaba Ele.

        Elena tenía prisa, como siempre, por la autoescuela. Pero al esa tarde tenía examen de informática. El primero de la universidad. No las tenía todas consigo, pero creía que le saldría bien.

        Se había duchado y, en esta ocasión, recogido el pelo. Pantalón vaquero, sudadera azul celeste y playeros blancos.

        <<A ver si estudio un rato>>, pensaba Elena. Como todos los días, su primer recuerdo era Juan. Recordaba otra vez que esa semana estaba solo en casa.

        -¡Qué suerte tiene el tío!, una semana viviendo a cuerpo de rey sin hacer nada en casa... Sin aguantar a nadie. Como me gustaría eso-, pensaba Elena. Lo pensaba con la boca pequeña, sabía que no era nada independiente, que no soportaría una semana sola en casa.

        Ya durante la clase, hoy Elena estaba especialmente nerviosa y tenía un mal presentimiento.

        <<¿Pero por qué tengo esta mala sensación?>>-, pensaba Elena. Casi al mismo tiempo, detrás de su coche de autoescuela, escuchaba un fuerte estruendo.

        -¡Para y pon los intermitentes, Elena!-, le gritó su profesor. Había ocurrido un accidente justo detrás de su coche.- ¿Es el 112? Si, en la calle... aquí donde el número... manden una... bien, eso es todo. Gracias.-

        -Suerte que no nos ha pasado nada-, dijo Elena. La verdad que el tema del coche me da un poco de respeto...

        -¿No te gusta el coche?-, preguntaba su profesor.

        -Sí, pero estás cosas... siempre van a estar ahí-, sentenció Ele.

        -Bueno, vamos a buscar al siguiente y te llevamos hasta cerca de tu casa-, le dijo su profesor.

        Ya al llegar a su casa, esperaba en hablar con Juan. Y así era, comenzó a hablar con él, pero... la chica de la que le había hablado, Cristina, con una amiga, le habían ido a buscar al instituto.

        -¿Se puede saber que rollo raro te traes con esa tía?-, preguntó muy enfadada Ele.

        -Parece mentira que no te fíes de mi, joder. Estoy contigo aún viviendo en la otra punta de la península y tienes dudas. Además que más te da que amigas tengo-, contestó Juan, todavía más enfadado.

Un lugar llamado HipocresíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora