Póstumo

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 — ¡Cielos, deberías estar descansando! — Dijo Alfred en tono irritado, caminando arriba y abajo del laboratorio de Batcueva.

— ... Bien — murmuró Batman con voz ronca y quebrada, guardando las palabras más de lo habitual. No quería acostarse y no hacer nada, no después de lo sucedido. Prefería estar al lado de Tim, mirándolo, culpándose a sí misma por dejar que uno de sus hijos saliera lastimado nuevamente.

— ... ¿¡Bien!? — Repitió el mayordomo cuando ya estaba frente a una de las computadoras — ¡Defina bien, Maestro Bruce, porque nunca estaría bien después de un nuevo principio de infarto causado por narcóticos y seguido de intoxicación respiratoria!

El murciélago ni siquiera se molestó en contestar con excusa alguna, prefirió gastar la energía que aún tenía para desatar el cabello del hijo de su frente - Timothy estaba inconsciente, hiperventilando, mientras la máquina intentaba estabilizar su suministro de oxígeno.

— Si no fuera por Selina enviando toda esa información, no sé qué les hubiera pasado a ustedes dos... — murmuró Alfred mientras ponía un poco más de líquido en el respirador del menor, disimulando la tristeza que sentía.

— ... Debería haber sido yo... — dijo Bruce en voz baja, sin dejar claro si estaba hablando de la muerte de su novia o del estado de su hijo — ... Damian — siseó, caminando hacia las escaleras de salida.

— ¡No te atrevas a irte de aquí antes de nuevos análisis! — Advirtió Alfred, al ver a ese hombre herido con un disfraz de murciélago nada más que al niño que lo había estado cuidando durante varios años — Revisaré al Maestro Damian en cuanto terminemos aquí, debe estar dormido — Sacudió la cabeza de lado a lado, suspirando poco después — Cielos, ni siquiera quiero imaginar las preguntas que va a hacer...

Bruce se quedó en silencio y mirando a la nada. Nunca estuvo a favor de que su novia aceptar el papel de madre en la vida de su hijo. Por mucho que le gustara verlos a los dos juntos, sabía que una separación repentina cuando Selina se fuera solo haría aún más daño... y ahora ni siquiera sabía cómo explicarle a su hijo que ella murió.

— Mentir — pidió.

— Mentir... — repitió exhausto, provocando que el vigilante nocturno se tumbara en la camilla de esa zona y se volviera a poner la máscara de oxígeno — ... Que Damián perdone todas las mentiras que le digo... — susurró, preparando lo que necesitaría para coser la espalda del murciélago.

— Por... bien — Dijo Batman en voz baja, permitiéndose relajarse al menos mientras ese medicamento hacía efecto.

— Espero que algún día lo entienda, Maestro Bruce — murmuró Alfred descontento, quitándose parte del uniforme de Batman para poder sumar puntos.

Los dos guardaron silencio, haciendo que el respiradero que ayudaba a los dos héroes fuera lo único audible en ese laboratorio. A medida que pasaban los minutos, Bruce acabó cediendo al cansancio y se quedó dormido. Alfred, que estaba tratando de mantener su mente ocupada al límite, se dedicó a diseñar más suero para los dos pacientes: Joker había cambiado la fórmula del gas, había usado agentes más agresivos, lo que dificultaba mucho la eliminación total de la toxina.

Cualquiera que mire hacia afuera pensaría que es un amanecer tranquilo y rutinario, a pesar de las catastróficas circunstancias.

Ese pequeño momento de paz, por así decirlo, fue interrumpido cuando Red Hood bajó las escaleras de la Batcueva como un elefante que huye de la matanza. Estaba desesperado, corriendo por el lugar en busca de ayuda, tomando a su hermano pequeño en sus brazos.

— ¡ALFRED! — gritó tan pronto como vio al mayor.

— Cristo... — suspiró el anciano al ver el estado en el que se encontraban: Jason cubierto de lluvia, barro y sangre... sangre de Damián, sangre que dejaba un rastro por donde pasaban. Se sorprendió, se detuvo, incapaz de aceptar que todo era real y no una pesadilla.

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