¿Dos mamás?

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Violentine

La pequeña Violet de tan solo cuatro años acariciaba a su mascota en aquel parque que solía frecuentar, se giró sobre sí misma y saludaba a su madre, que terminaba sus deberes desde un banco. Sí, sus deberes, la pequeña Violet tenía cuatro años y su madre solo tenía diecinueve, aún no había acabado el instituto. 

La rubia jugaba en el arenero haciendo montañitas con la arena, pero su pequeño Toby se dedicaba a destrozarlos, realmente, ese era el juego. 

Las hojas marchitas caían de los árboles pues se adentraban en la época del año donde los árboles comenzaban a mudar sus hojas y los frutos nacían de nuevo. Según la mitología griega, la época donde Perséfone volvía al inframundo con su esposo Hades. Y Démeter, su madre, lloraba desesperadamente para no ser separada de su hija, como forma de protesta, hacía que todas las flores y las hojas se marchitasen mostrando así su agonía al sentir a su pequeña lejos de ella, lejos de sus cuidados y lejos de su amor. 

La rubia miraba las hojas pensando en que al fin podría jugar con su mascota Toby en los montones de hojas que se amontonaban en la calle de camino al parque.

-Hola.

Los ojos azules de la rubia subieron hacia arriba, una niña de su edad estaba justo delante suya. Llevaba el pelo suelto, muy rizado, apenas por debajo de sus orejas, llevaba un vestido marrón muy corto junto a unos zapatos muy arreglados. Era visible que sus padres tenían bastante dinero y siempre llevaban a su niña con las mejores prendas, cosa que Violet no experimentaba, pues ella llevaba ropa regalada y heredada de su propia madre. 

Pero nada de eso importaba en su infantil e inocente mundo, donde solo importaba tener amigos y jugar en el parque. Violet era algo más vergonzosa que la chica así que miró a otro lado algo colorada mientras se rascaba la nuca.

-Ho... Hola.-murmuró la chica.

-¿Quieres ser mi amiga?

La rizada se agachó a su altura, pues Violet estaba sentada en el suelo, la rubia giró la cabeza, la idea le había sonado fenomenal. Asintió con la cabeza y la pequeña se puso de rodillas para ayudar a la rubia a rehacer su montaña de arena. 

-¿Cómo te llamas?-peguntó la rubia mientras acariciaba a su perro.

-Clementine.-sonrió la castaña.-¿Y tú?

-Violet. Me gusta tu nombre. 

-A mí no, es de una fruta.-se quejó la chica.

-El mío es un color. Pero es el color favorito de mi madre, así que por eso me gusta.-dijo la rubia encogiéndose de hombros.

Clem pensó un segundo que quizás su nombre no estaba tan mal. ¿A quién no le gustaba la fruta? Los padres de la pequeña rizada la llamaron para que se dirigiese a por la merienda, la pequeña se acercó corriendo y la rubia decidió imitar su comportamiento.

-Mami, quiero merendar.-dijo la rubia mientras se agarraba las manos detrás de la espalda.

La joven le dedicó una mirada torcida, pues ser madre soltera, estudiar y tener la casa limpia no era tarea fácil. Además que el dinero no era algo que durase en casa. 

-No... Tengo nada para darte, tesoro.-la mueca de tristeza dibujada en la cara de Violet rompió el corazón de su madre, pues sabía que los trabajos precarios que encontraba no eran suficiente para mantener a una niña.-Hoy... Iremos a por menú infantil, de los que traen el juguete. ¿Te parece bien?

Violet sonrió de oreja a oreja y asintió. Subió al banco y abrazó el cuello de su madre repitiendo una y otra vez que era la mejor madre del mundo, mientras el sentimiento de culpa se hacía cada vez más grande en el pecho de la adolescente madre.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2020 ⏰

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