La nieve caía suavemente sobre la tierra, envolviendo incluso los grandes árboles con su frío abrazo. Menma, de tan solo tres años, observó esto con una sonrisa.
– papá, ¿puedo salir afuera a jugar? – preguntó, sus mejillas regordetas estaban levemente teñidas de un color rosado, al igual que la punta de su nariz.
Naruto se acercó a su hijo y miró al exterior. El amplio patio que rodeaba la casa estaba completamente cubierto de una gruesa manta blanca, al igual que los árboles que los habían ocultado.
– Está bien, pero tienes que abrigarte bien – le dijo Naruto posando su mano vendada sobre el menor, revolviendo su cabello azabache.
Entre risas el niño se bajó de la silla en la que había estado sentado y corrió hacia la entrada. Sentado en el escalón se puso sus botas para la nieve azul marino, la chaqueta era celeste y un gorrito de lana que tenía una pelota esponjosa en la parte superior de color amarillo.
– Espera un momento – se detuvo ante el llamado de su padre, quien sacó una bufanda y un par de pequeños guantes.
El niño se acercó dejó que su papá le pusiera ambas prendas. La favorita de Menma era la bufanda, la que era de un color verde con rayas blancas. Le encantaba no solo porque le parecía bonita, sino porque había sido hecha por su abuela Kushina, uno de los pocos recuerdos que tenía de ella.
Sus padres le habían contado historias sobre sus abuelos. Como estos eran grandes héroes en la aldea en la que sus padres habían vivido antes de que él naciera y se mudaran a Yukigakure. Le habían contado que su abuelo había sido el líder de Konoha como el cuarto Hokage y que ayudó a muchas personas. Mientras que su abuela Kushina fue no solo una de las ninjas más fuertes, también fue la anterior jinchuriki de Kurama. Aunque según Kurama, no se llevaban tan bien como con él y su papá.
– ¡vamos papá! – llamaba el niño a su progenitor, ya que no podía abrir la manija de la puerta por sí solo al ser tan chiquito.
– Ya voy, ya voy – Naruto sonreía ante el entusiasmo de su primogénito.
El rubio terminó de colocarse su propia chaqueta y abrió la puerta. Menma no necesito ni dos segundos para correr hacia el exterior, dejándose caer sobre un montículo grande de nieve y luego agitando sus brazos para hacer lo que era según él, un ángel de nieve.
Naruto cerró la puerta detrás de sí y se sentó en un escalón de la terraza, sin apartar sus ojos del infante de brillantes colores en medio de todo el blanco y negro.
En medio de un pequeño claro, aquella pequeña casa era su hogar. Era solitario, pero había sido necesario para ellos alejarse de todo lo que tenía que ver con Konoha.
Cuando su relación con Sasuke se hizo pública, muchos no estuvieron de acuerdo y las miradas de desagrado que tanto lo habían acomplejado en su infancia volvieron, pero esta vez de la mano de otros improperios.
Desviado, manga cortada, mariquita, eran solo algunos de los insultos más suaves que había escuchado.
Cuando supieron que Menma vendría a su mundo, ni él ni Sasuke quisieron que creciera escuchando todo eso. Por eso tomando un permiso firmado por el Hokage y los jefes de los clanes, cambiaron su residencia a Yukigakure, donde su vieja amiga, la Princesa Koyuki los recibió con los brazos abiertos. Ella les dio un lugar donde quedarse, aunque al inicio insistió en que la acompañaran en su palacio, a ambos les pareció que sería un abuso a su hospitalidad, por lo que optaron por la pequeña residencia en el bosque.
Koyuki se había encariñado muy pronto con Menma y le enviaba juguetes con regularidad, también ropa y artículos ninja, incluso le había dado la nacionalidad de su pequeño país.
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Fragmentos
FanfictionExtras que no pudieron aparecer en "Como un espejo distorsionado" Advertencias: - No son publicadas en orden cronológico - los anexos se publicarán a la par de la historia central, para no spoilear accidentalmente. - algunos capítulos son cortos (1...