CAPÍTULO 9 Se acaba Maite... ¿Qué vamos a hacer?

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El plan de esconder a Camino en otros recuerdos empezó a fallar, de alguna forma los técnicos habían descubierto mi estrategia y lograban dar conmigo y continuaban borrando a Camino de mí.

Agotada de tanto huir, tratando de esconderme en mi cabeza, empecé a flaquear y a perder las fuerzas, pero Camino que tenía un poderío impresiónante aún dentro de mi mente tuvo otra ida.

- Ya sé Maite, escóndeme en tu humillación.

- ¿Humillación? cuestioné un tanto incómoda por lo que ello significaba.

Me tomó por total sorpresa la propuesta porque eso significaría llevar a Camino a recuerdos que de alguna manera me marcaron y que deseaba poder olvidar algún día porque me avergonzaba de ellos; admito que me resistía a llevar a Camino a esos lugares de mi pasado porque sentía pánico de que me viera como realmente yo me veía a mí misma.

Así que viendo que no tendrá más alternativa junté la poca valía que tenia y nos escondí en un recuerdo muy humillante para mí. Fue una noche, en ese momento debí tener unos 13 o 14 años y me estaba tocando en mis partes íntimas mientras pensaba en una compañera del instituto que me gustaba mucho en ese entonces, de pronto, sin aviso mi madre irrumpió en mi cuarto pillándome en pleno acto masturbatorio.

Fue absolutamente humillante y vergonzoso llevar a Camino hasta ahí, pero a pesar mío escondernos en ese tipo de recuerdos estaría funcionando porque Camino seguía conmigo. No obstante no duró mucho tiempo porque de pronto nos encontrábamos con Camino en la playa donde nos conocimos y aunque ella estaba entusiasmada por el recuerdo y el paisaje yo sabía que faltaba poco para olvidarla por completo, así que huí tratando de llevar a Camino conmigo, pero la perdí en el pasaje mnésico.

- Joder... vaya mierda cabreada golpeaba la Camino una maquina etiquetadora que llevaba en la mano, en medio de la librería, estábamos en el recuerdo del día que me animé a visitarla en su lugar de trabajo para invitarla a salir.

- Hola.

- Hola respondió ella.

- Creía que no volverías a dar la cara, pensé que te sentirías humillada, al fin y al cabo... saliste huyendo ¿no?

- Necesitaba verte le reconocí aun con un poco de vergüenza.

- Estás casada... me confrontó Camino.

- No, aun no, no... no lo estoy le aseguré.

- Pues tía, te lo diré sin rodeos, salgo muy cara... a que lo sepas; no pienso pasar con pies de plomo por tu matrimonio o por la relación que tengas, si quieres estar comino, será conmigo demandó directa y al punto. Así era ella. Sin medias tintas, porque estaba convencida de que a medias tintas no se escribía ninguna historia. A ella la tenías que abrazar como nunca o soltar para siempre pero a medias, nada.

- Vale, acepté sin más mientras la acompañaba en su tarea de ordenar unos cuantos libros.

- Muchos creen que soy excéntrica, otros que estoy loca o que quizá los complemento o que voy a darles vida por mi forma de ser y mi manera de vivir la vida, pero lo cierto es que soy una chica jodida que busca su par de espíritu, no me quieras asignar la tuya.

Recuerdo muy bien esas palabras, seguía creyendo que Camino me salvaría no solo de mi depresión sino que me salvaría de mi misma, incluso después de eso; y me planteé: ¿sería diferente si pudiéramos volver a empezar?. De seguro, después de este procedimiento Camino y yo seríamos 2 extrañas de nuevo pero esta vez con recuerdos en común, aún así ¿Podríamos conocernos de nuevo?

Eterno resplandor de una mente sin MaitinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora