Pide Y Se Te Concederá Segunda Parte

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Esa noche, el campamento estaba convulso. Para cuando Wangji organizó una partida de reconocimiento de la zona y se advirtió de la situación, medio campamento ya lo sabía. El escándalo y movimiento en la tienda de contención, había alertado a todos. Se solicitó entonces que todos volvieran a sus tiendas en cuanto pudieran, se terminaría de repartir comida y se resguardarían las entradas con grupos de vigilancia. Todos debían estar alerta.
De un lado a otro iban apurados, evitando usar demasiada luz más que por uno que otro talismán, como si la barrera de contención no alterara la percepción no sólo de la luz sino del sonido que venía del interior. Iban en puños y mascullaban sobre los Wen “los malditos engreídos, primero se morirían que ceder… no, eso no tenía nada de loable… eran unos perros sarnosos y sádicos.” Entonces debiste decir “rabiosos”.
Se formaron tres grupos para salir del campamento y recorrer los alrededores. La búsqueda sería exhaustiva. Para cuando volvieron, las lámparas de aceite se habían apagado por completo. Y había una serie de talismanes iluminando lo necesario. Tras su retorno, todos parecieron relajarse, y lentamente el campamento dejó los murmullos para volver a un ruido calmado. Hasta entonces, Wei Wuxian se permitió bajar la guardia por completo. Parecía que había cubierto bien sus pasos.
Notó entonces que tenía hambre, pero era ya demasiado tarde para ir a las cocinas, donde los fogones se habían apagado y, si habían seguido su rutina usual, habrían contado las reservas y las sobras para establecer raciones y evitar los robos nocturnos. Tendría que aguantar la noche así.
Se recostó sobre el catre que le servía de cama y miró hacia la punta superior y central de su tienda. Más oscura aún que el resto, que ya estaba oscuro, y atrapante, como si en esa oscuridad se encontrara algo, al acecho. Intentó distraerse en ello, en fijar los ojos en la imagen ante él e imaginar qué estaría haciendo de haber salido algo mal. Debía prepararse mentalmente para lo que fuera… no, no podía establecerse en el sentimiendo de paranoia innecesariamente, un paranóico siempre atraerá atención a su paranoia, y caería por su propia lengua. Wei Ying no necesitaba más de ello.
Optó entonces por pensar en lo que el consejo estaría decidiendo. Era gracioso no reparar en la clase de consejo que presidía aquel cuartel: 4 jóvenes que no podían llevarle más de un par de años si acaso lo hacían, ni siquiera se habían dejado crecer la barba y se notaba que aún no se acostumbraban del todo a dar las ordenanzas sobre su pueblo. Bueno… todos salvo los Lan. XiChen tenía práctica y se movilizaba con la refinación de un líder. Era efectivo y justo, rápido y bueno para delegar. Wangji no parecía falto de práctica, pero su habilidad y pericia para manejar a sus subalternos no parecía provenir de la sabiduría de un cargo largamente ejercido sino de la directa y franca rapidez con la que determinaba lo que se debía hacer y el modo en que lo escupía como un licor mal fermentado, haciendo imposible el que alguien le pidiera bebiera un poco de paciencia en su lugar. Sus órdenes se hacían al instante por lo tanto. Era cierto que parecía exigir a todos lo que podían o debían ser capaces de hacer debido a su poder y rango y nunca se dejaba de lado en la asignación de labores, pero ¿había algún discípulo de la secta que se atreviera a negarse a lo rotundo de sus monosílabos? No. No podía ser.
Esos adorables monosílabos, dicho con todo el sarcasmo posible, eran dagas que sólo atinaban a pinchar la curiosidad de Wei Ying, eso y las ganas enormes de verle romper con ello. Lo imagino, debía estar, justo ahora, ante su tríada extra del consejo, comentando que los alrededores estaban libres -justo como él suponía ya que la farsa de alguien siguiéndoles había sido sólo eso, una mentira- con las manos a la espalda, no, una... sí, una mano a la espalda, y la mirada fija en algún punto entre las cabezas que le miraban de frente, sin mirarlos a ninguno sino a ellos y nada a la vez. Demasiado lejos para ceder la vista, y no obstante, exponiendo aquel helado ámbar como prueba y fe de que lo que decía era preciso y sin fallo.
Su hermano ilustraría sus conclusiones, y entonces el dúo de hienas rabiosas, procederían a rebatirse hasta mordisquear un indicio de conclusión. Se preguntó qué pasaría entonces por la mente de Lan Zhan… ¿pensaría algo siquiera o su mente era como un manantial de meditación al que se recluía cuando quería ignorar al resto? El viejo monje Lan Wangji, casto como los jazmines de invierno y severo como las heladas que los volvían de cristal. O tal vez sí pensaba en algo mientras los escuchaba, tal vez aquel rostro en él era el anhelo por el fin de la guerra, la nostalgia hostigosa de extrañar a alguien que no podía ver, ¿podría ser que la indiferencia en Lan Zhan fuera debido a eso?
Soltó a reír. En medio de la noche. De su tienda de campaña. El sonido fue como un murmuro de fantasma y lo dejó callarse de inmediato. Aún así, pasada la sensación, su mente se enfrascó en la imagen de aquel Lan enamorado precisamente. No podía imaginarse a aquel siendo algo distinto a lo que era ahora, no podía visualizarlo en un recelo amoroso. El monje del manantial sería, entonces.
La distracción fue eficaz, al menos mientras pensaba en ello, la incertidumbre por las decisiones que fuera a tomar el clan y el sentimiento de su estómago estrujándose por el hambre, se dispersaron lo suficiente; una vez su mente se aplacó, la contracción en sus intestinos volvió a llamarle.
No. Aquello era, literalmente, una voz.
—Wei Gong-Zi, ¿duerme?—se sentó de inmediato en el catre, mirando al exterior que, oscuro, no dejaba adivinar una sombra real. La voz, era la de Lan Wangji.
—¿Lan Zhan? Entra, entra, estoy despierto…
La figura pareció, de alguna manera, detenerse y Wei Wuxian se quedó mirando, hasta que el segundo Lan se adentró, recto como una vara en la tienda. Wei Ying a penas y podía verle el rostro. Sacó algo de su manga y lo encendió con un movimiento de muñeca. El talismán se incendió y Lan Wangji lo dejó arder, flotando a su alrededor mientras se acercaba a él. En silencio, se sentó, acomodándose el faldón de la túnica, en el único banco junto al catre.
—Lan Zhan, en verdad eres tú ¿Qué ha pasado? Todos parecen estar nerviosos.
—Los cazadores. –asintió. No dio más detalles, y aunque de forma general no era necesario y Wei Ying comprendía “el punto” de todo aquello, sintió molestia de no recibir más información que le sirviera para solapar y acomodar su propia versión a lo que debía ser. Replicó con un asentimiento y decidió no proceder por ese camino. Pero ante aquello, sin saber qué parámetros se suponía debía realmente conocer de la situación, no supo, por una vez, decir algo.
El silencio se mantuvo unos momentos y luego, Lan Wangji sacó un par de contenedores. Los abrió entre ellos y los acomodó pulcramente como si estuvieran a la mesa. Del primero de ellos provenía un líquido transparentoso, que tenía pequeños trozos de algo que sólo podría ser descrito como blancas raíces torcidas de alguna planta y de alguna manera, se mantenía caliente. A su lado, había una cucharada de arroz blanco sin condimentar y un vaso de té caliente, tan pequeño que contaría por un trago. En pocas palabras: comida de reo o de vago en presupuesto.
Wei Wuxian arrugó el ceño, sin entender porqué iba a llevar eso Lan Wangji ahí. ¿acaso no había comido su cena por hacer la ronda y venía a que le hiciera compañía? Wei Ying no recordaba haberle visto mucho por el comedor de cualquier forma, dudaba de los que pudieran hablar y comer a la vez. Aún así, comida era comida, y a la vista del arroz, su estómago gruñó. Lan Zhan por su puesto, lo notó. Volvió el rostro hacia él y con la mano, señaló.
—Es la mitad de mi ración.
Aquello dejó algo perplejo a Wei Ying, y parpadeó, aún sin contestar.
—¿Para mí?—él asintió. Wei Ying apuró las manos entre ambos y al sacudirlas, negó—No hace falta, mañana pediré a A-Li Jie que me dé algo…
—Compartiste la tuya— ¿“así que yo te compartiré la mía”? Ah, eso era. Wei Wuxian había olvidado que en el pueblo, al encontrar a los niños, había solicitado que le dieran la oportunidad de compartirles la ración. Había dicho que cedería su propio alimento, no pensó que Lan Wangji se lo tomara tan en serio. Maldita fuera su lengua, ahora debería pasar hambre por una semana ¿no?
Del suelo, el cálido humor del té subió hasta calentar los dedos de su mano.
Tal vez no.
Se inclinó agradeciendo, y tomó uno de los tazones para dar un sorbo a la sopa. Supo que la había tomado: el líquido caliente humeó contra su rostro. El caldo calentó su lengua y paladar. El amargo sabor de las raíces se escurrió sobre su lengua. Pero, fue tan temporal y tan ligero, que fue como si bebiese agua. Qué comida tan desabrida, las cocineras habían hecho un trabajo terrible esa noche, quizá en medio por la preocupación de los cazadores. Con razón Lan Wangji no se lo había terminado y lo llevaba con él. Un gesto de desprendimiento justificado, entonces. Wei Ying sonrió, pasando el líquido mientras miraba a Lan Zhan y asentía como diciendo “está rico”.
—En verdad no debiste molestarte, Lan Zhan, seguramente estás hambriento también… yo estoy acostumbrado.
—Mantenerse a través de otros medios.
—¿Otros medios?
—Medios espirituales, alimentar el cuerpo con energía espiritual.
—Oh… —tomó un poco de arroz y lo llevó a su boca, era esponjoso y pegajoso, como el congee, pero carecía de sabor. Se preguntó, con algo de envidia, a qué sabría la energía espiritual. Era injusto que aquello también fuera posible. Sus cuerpos endurecidos soportaban el paso del tiempo y de la enfermedad, podían curarse e incluso alimentarse con su propia energía. Ventajas y más ventajas, separándolo a él que a su edad, por su físico, aparentaba más años y si se hería, sangraba.—Ningún cultivador sería vagabundo, eso es definitivo… —dijo más para sí que para él. En las calles, cuando el invierno se viene encima y no hay mucho que recoger de los árboles, las sobras de las casas se volvían buffet al preservarse un poco mejor en la nieve: pero había tanto ya incomible, debía ser maravilloso, en ese momento, poder alimentarse de algo como la energía espiritual.
Pese a que había hablado para sí, Wangji no ignoró el comentario. Sus ojos se fueron hacia el libro que dejara para el otro. Estaba sobre la mesa, bajo el cintillo mal doblado de la túnica que Wei Ying llevara hoy. Los ámbar de sus ojos se apretaron ligeramente.
—No leíste.
Cuando Wei Wuxian iba a preguntar qué, Lan Zhan apuntó con los dedos hacía el libro. Sí lo había ojeado, había visto las ilustraciones y diagramas y leído los primeros capítulos, pero, aunque interesante, el texto era inútil sin conocer el guqin y tenerlo para comprobar. De inmediato, mintió.
—Yo… lo lamento, no sé… no sé leer.
No era realmente una mentira. Si bien sus padres eran, ambos, bastante educados en sus medios, y habían querido educar a su hijo como tal. Wei Wuxian tenía tan solo 4 años cuando murieron. Había sido educado por las calles, y en ellas lo necesario es la materia del día. Los números fueron necesarios para vender. Aunque no conocía la escritura de todos y a veces le costaba procesar cantidades al escribirlas con lo que pronunciaba. Lentamente fue aprendiendo algunos hanzi y luego, al ser apadrinado recibió, de alguna forma, educación. Podía leer y escribir mejor que Xue Yang, aunque su caligrafía tenía mucho campo a perfeccionar. Pero, en su defensa, el libro de los Lan tenía caracteres que él no conocía de vista.
Así que… francamente no podía leerlo, aunque entendiera casi todo por el contexto.
Wangji se quedó mirando la taza de té, sus cejas se turbaron por un momento, apretujándose, antes de anunciar algo que Wei Ying no se esperó en lo más mínimo—Te enseñaré.

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Nota:

Buenas noches me disculpo por la tardanza y lo corto de esto se me juntaron una operación, enfermarme y volver a la escuela y trabajo. Quizá sea corto, pero seguiré escribiendo y agradezco mucho su interés en la historia.

El hombre del ríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora