Pide Y Se Te Concederá

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    Era extraño el silencio en presencia de Wei Wuxian. Lan Wangji se había acostumbrado a las palabras aceleradas, como tiradas por un mismo hilo que se agita y sale volando; las bromas inadecuadas e innecesarias, mientras tocaba las melodías de curación para él; su irritante cháchara inapropiada y más de alguna vez hasta grosera que, ahora, había frenado.

El trayecto de regreso había sido un calmo manantial comparado con las cataratas de información que había recibido en el camino a Caiyi. No podía evitar, en el silencio rotó únicamente por el joven discípulo de los Jiang, repensar la información y concretarse. Sin embargo, a medida que el Jiang vociferaba cual perro lastimado sobre los “hijos de perra” de los cazadores, Wangji admitió que, si no iba a tener la calma del silencio, al menos prefería los absurdos de Wei Wuxian.

Tras volver al campamento vio a sus pies andar uno tras el otro hasta su pequeña tienda. Lan Wangji no lo detuvo cuando lo vio irse tras dejar las bolsas de comida, menos aun cuando observó como Jiang YanLi se detuvo de preguntar sobre la visita y cómo él siguió su camino al inclinar la cabeza e ir de corrido. Wei Wuxian favorecía a la mayor de los Jiang después de todo, si a ella, que parecía poseer su atención y amistad le evitaba, ¿no sería diferente con él?
La voz del chico de Yunmeng empezó a informar sobre cómo se habían topado con los cazadores en ademanes exagerados y dramáticos, llenos del rencor adrenalínico que da el saber que tu enemigo ya no es una amenaza cuando lo narras. Varios de sus compañeros se acercaron a medida que su relato se iba alargando en detalles, preguntando dónde estaban los otros.

Lan Wangji se disculpó con una reverencia corta y se ahorró los pormenores en cuanto los dos discípulos de guardia avisaron que venía el resto. En lentos pero amplios pasos llegó hacia el centro del campamento, Jin Gong-Zi le encontró a medio camino y se unió a él suponiendo que iría hacia la tienda central.
—Han vuelto… —fue su frase de saludo. Lan Zhan no se vio en la necesidad de contestar algo que era bastante obvio y simplemente le dejó andar a su paso hacia allá. Jin Zixuan no obstante hizo la pregunta que realmente quería hacer, tan sólo un par de pasos después—¿Wei Gong-Zi…?

—En la tienda—la información no pareció complacerle, pero Lan Wangji no ofreció más de ella. Jin Zixuan no estaba preguntando por la seguridad del otro, no estaba consternado por saber si estaba bien, la pregunta era, básicamente, si había vuelto con ellos y en qué condiciones lo había hecho. La respuesta debía valerle por buena.

—Wangji… —saludó su hermano, estaba acompañado por Jiang Wanyin, quien repitió el diálogo de Jin Zixuan. De nueva cuenta, Wangji no sintió que hiciera falta responder a lo obvio y simplemente les informó de lo primordial.

—En el mercado, tras las compras, encontramos dos cazadores—Jiang Cheng se irguió de su posición en la silla y frunció el ceño, antes de que pudiera hacer alguna pregunta innecesaria, Wangji prosiguió—, no hubo heridos, dejé a Lan Xiu y Lan Zhou a cargo, con los discípulos Jiang. Ya han vuelto… Wei Gong-Zi los reconoció como los hombres que lo atacaron— Zixuan endureció el gesto, la insignia en su frente marcando el inicio de un profundo surco de incertidumbre. Jiang Wanyin pareció relajarse al saber que no había heridos en su clan, pero dio unos impacientes golpes en la mesa con los dedos.

—¿Escaparon? —Wangji negó.
—En el mercado, niños reconocieron a Wei Gong-Zi.  Se acercaron a él, y Wei Gong-Zi vio a los cazadores bajar al pueblo. Ataqué, pero los niños estaban ahí… —XiChen asintió, comprendiendo antes que el resto. “Hiciste bien” decían sus ojos, Wangji respondió con un gesto.

—¿Los niños reconocieron a Wei Wu… Wei Gong-Zi?
—Vagabundos de Caiyi, parece que cohabitaron…
—Ya—Jiang Wanyin parecía extremadamente satisfecho, cruzó los brazos y miró en derredor, particularmente hacia Jin Zixuan. —, entonces es cierto lo que dijo. ¿Alguien del pueblo hizo algún ademán o gesto hacia él? –Lan Zhan negó. Había algo que le dejaba intranquilo sobre la visita al pueblo, pero no había concebido aún con exactitud qué podría ser. Recordaba entonces cómo Wei Wuxian había reaccionado a la gente, como le habían saludado y cómo los niños parecían confiar en él. Les había cedido su porción de comida… el gesto de negación se hizo más firme.
El silencio que siguió lapidó las implicaciones que Wanyin diera: Wei Wuxian no era un elemento a temer. Jin Zixuan frunció los labios, pero toda réplica se perdió cuando XiChen preguntó por los cazadores. No se podía simplemente tirar dos cuerpos en el campo o en la ciudad de Caiyi, ¿habrían tenido que pelear aún después de que Wangji atacara? ¿Dónde estaban los demás?

El hombre del ríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora