El vendaje de carmín

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La espada atraviesa los tendones, corta las paredes protectoras, abre corazón y explota una miríada de sangre; así, muere el primero. Con el segundo hace un movimiento imperceptible a la garganta, ha sido tan rápido que en primera instancia ni hay sangre, pero las yugulares y carótidas se han desgarrado, poco a poco aparece una línea carmín que se abre y se acrecienta hasta que el ninja cae. A poco de morir desangrado el segundo; el tercero, cuarto y quinto reciben un chidori compartido de media distancia. Ninguno era un ninja pérfido, en cada uno vivía la voluntad de Konoha y debían su obediencia a la misma; la circunstancia, sin embargo, les condenó. La misión se complicó a un nivel en que una cuestión de matar a cinco para salvar al resto, ninjas de la misión como civiles de la aldea, tuvo que ser ejercida por la mano de Sasuke Uchiha.

Cualquier persona que haya llegado a un desarrollo cognitivo significativo, juzgaría la situación por número. No sólo resulta lógico darle prioridad a la mayoría de vidas que a las de cinco que prestan su servicio a la protección de éstas, sino que se les antoja hasta moralmente correcto. Pero no es menos correcto tampoco que la mayoría de personas a la hora de matar con las propias manos a esos inocentes cinco, no hay fuerza de voluntad para hacerlo como pensarlo. Y es menos pesado matar a muchos indirectamente, sin tener que tocarlos o verlos perecer, que matar a cinco con las facultades físicas que se posean. Sasuke, al contrario, no era su caso. Tuvo facilidad en matar tan pronto pasó por su cabeza la solución del problema. Konoha estaba a salvo y la misión ya no peligraba.

Naruto no estaba de acuerdo, y si la velocidad del Uchiha no fuera como se presume que es, lo habría detenido. No alcanzó a nada más que mancharse de sangre la manga de su brazo derecho y los vendajes que cubrían su mano por retener en sus brazos al segundo ninja de cuello cortado, que primero convulsionó antes de perecer.

La misión continúa, se prosigue por la arboleda. Entre los saltos en las ramas, a Sasuke le tienta mirar hacia atrás, está consiente que Naruto le mira colérico la nuca.

En su adolescencia, Sasuke tomó la vida de cientos de inocentes samuráis, se cargó a su maestro, en cierta parte a su hermano, quiso matar a amigos y conocidos, una total insensibilidad era lo que le manejaba entonces, y ahora, se suponía, tenía que latiguearse por cinco ninjas. No existía un arrepentimiento ni un miramiento a lo que respectara a sus vidas. Estaba lejos de esa, casi cristiana, contrición prometida en el amanecer ensalzado en que Naruto y él perdieron, cada uno, un brazo. Por eso la causa de su viaje de redención; además de la curiosidad por los sucesos correspondidos al terreno shonobi, Sasuke tenía un sincero interés por despertar ese amor al prójimo que Naruto poseía. Pero Sasuke seguía siendo tal cual, y el mundo shinobi seguía siendo tan ponzoñoso como siempre lo fue. La capacidad para fingir interés en un desconocido jamás fue uno de los tantos talentos de Sasuke Uchiha. No podía reparar en esos cinco ninjas como tampoco podía hacerlo por esos tantos más que servían a la misión que estaban concretando. Habría que defenderlos y protegerlos porque, pese a que no sentía un verdadero compañerismo o responsabilidad, Sasuke sabía que era, bueno, lo que se debía hacer. Eran las reglas de la sociedad, y Sasuke se había unido a ella por Naruto, no por un real apego que penosa y fallidamente intentó concebir.

En el primer descanso de la misión, cuando ya se ha apaciguado el combate, paran en tierra. Sasuke se voltea a su compañero con medio metro de distancia entre ellos, le halla con una ira contenida que se expresa en sus ojos, apenas si puede mantener un ritmo calmado en la respiración, quiere saber qué fue lo que ha pasado allá atrás.

—¿Vas a decirme que la vida de esos cinco ninjas valían más que la seguridad de todos los demás? —comienza Sasuke, en ese habitual estado flemático tan suyo—. Si fuese el honor, triunfo o medios de riquezas lo que estuviera en juego, sabes bien que no lo habría hecho; se trata de vidas, Naruto. Como Hokage, debes pensar en el bienestar de la mayoría.

—Teníamos opciones.

—No había ninguna que no implicara la muerte de alguno. Si te hubiera dejado ser, te hubieses quedado pensando mientras uno a uno, todos nuestros hombres muertos, para seguirles los aldeanos.

Naruto le observa con el gesto más acongojado que sus facciones pueden ofrecer. No encuentra en las razones de Sasuke, aunque certeras, nada reconfortante. Eran de los suyos, eso era lo único importante. Más que culpar a Sasuke o a la situación, el Hokage se responsabilizaba totalmente de la muerte de los inocentes cinco, al fin y al cabo, todos los ninjas estaban a cuidar de él. Consideraba que fue una falla de liderazgo lo que les mató, no la mano de Sasuke.

Ninguna palabra sobre los pensamientos que revoloteaban en Naruto pudo salir; Sasuke conocía más que bien la naturaleza de su amigo y sabía que no tardaría en culparse. Tuvo que acallarle.

—No eres responsable, Naruto.

—Sí lo soy.

—Yo tomé la decisión. Si habrá consecuencias, serán para mí.

Si al menos le hubiese permitido un momento para pensar, algo para salvar a todos, si algo... Y Naruto se toma el puente de la nariz, exhalando.

Sasuke nunca había visto ese ademán en Naruto, recuerda que lo vio en alguien más, en su madre. Ella tenía la costumbre de ponerse el índice y pulgar en el puente de su nariz cada vez que Sasuke tomaba de mala manera a un gato, ya fuere agarrándole la cola o levantándole del cuello. Lo que principalmente le preocupaba a la señora Uchiha era que el maltrato de los animales escalara en un maltrato hacia las personas. Definitivamente Sasuke cumplió con los animales, jamás volvió a tentarles equívocamente. El error, pues, radicó en las personas.

«Si mi madre me viera ahora mismo se cuestionaría qué hizo mal en su momento», pensó.

El arrepentimiento por matar a cinco ninjas no existía, pero no significaba que Sasuke no sintiera arrepentimiento por todas sus acciones pasadas. Después de todo, la locura que impulsó sus actos delictivos fue la misma que le impulsó estrellarle unos cuantos chidoris a Naruto, para dejarle ese "bonito" tatuaje rojo de ramificaciones arbolezcas en el brazo derecho. Por supuesto, no era la enmendación perfecta y moral que uno esperaría, pero ya era algo.

Naruto, por su parte, piensa en las viudas, en los hijos y en cualquier persona que habrá de depender de esos ninjas. Sin darse cuenta, comienza a mordisquear el vendaje que rodea su pulgar, como si de repente le incomodara. Los vendajes que alguna vez Naruto se puso para jamás olvidar los lazos que tenía con Sasuke, ahora estaban manchados de sangre inocente.

Sasuke se recarga en un árbol, mira cómo su compañero se sume en sus pensamientos, y se pregunta porqué no le ha abandonado ya. Piensa en Sakura que, de alguna manera, ya lo había hecho. Si ella se casó con él, no fue por amor, sino porque de otro modo sentiría que sus años de juventud y energías fueron tirados a la basura. Haberlo dado todo sin siquiera obtener la razón de los esfuerzos, una tristeza. Pero Naruto no tenía razones para atarse a él y la desgracia que conllevaba. Sasuke, en fin, se acerca a su amigo, toma su brazo -hay terneza en la forma- y comienza a desvendarle de los retazos mancillados con sangre.

Aunque en principio le deja hacer por no saber qué esperar, Naruto comienza a negar lentamente la cabeza, para después retirar el brazo de las manos de Sasuke.

No, lo resolverían juntos. Irían a las casas de las viudas, los hijos serían sus protegidos, darían una dote económica. Lo que fuere necesario, pero sería juntos. Después de todo, Naruto no podía abandonar su brújula moral, pero, más que nada, no podía abandonar a Sasuke Uchiha.

Sin importar lo que hiciere, aún le amaba. 

Cuentos en los que Naruto y Sasuke son GEIS [NaruSasuNaru].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora