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Kaesu repiqueteo los dedos sobre la mesa, con la sonrisa de triunfo y sus ojos brillando pleno ante la codicia y la malicia. Extendió su mano y tomo el pequeño pilo de hojas al frente de el. Sus ojos rieron mientras leí aquella información. Finalmente, luego de tanto tiempo, su plan por fin se pondría en marcha. 

Desde que su difunto abuelo le habló sobre el Clan a que perteneció alguna vez y el como lo echaron en el pasado por querer sentirse superior. Como un antiguo seguidor de Kara, le trajo sus beneficios al descubrir finalmente sobre que era ese poder de que tanto parafraseaba su abuelo en su delirios. 

Hasta llegar a un punto que, si bien ya ni recordaba, Kaesu se obsesiono con saber más y más. 

Y es que su abuelo, antes de saber bajo sus propios métodos, poco le dijo del motivo de la expulsión y mucho menos pudo revelar la ubicación exacta.  Con la expulsión, incrustaban un sello en la lengua del individuo para que guardara total silencio sobre sus origines hasta su muerte. 

Pero eso no lo detuvo a Kaesu. 

Y un día, tuvo suerte al hablar con la persona correcta ahí en un bar de mala muerte. 

—¿Qué significa esto Kaesu? — cuestiono colérico Nakamoto desde el suelo, sacando a Kaesu de sus pensamientos. Mira hacia un lado, y gruñe con preocupación al mirar a su pequeña Sele en el suelo, inconsciente.  

Hace unos momentos los dos se encontraban escuchando el avance del descifrado de los gravados del santuario del Clan Himitsu.  Cuando de pronto, Kaesu golpeo en el rostro a Sele y tumbo de una fuerte patada a Nakamoto. 

 —Pasa mi querido Nakamoto, que finalmente me has dado lo que tanto he anhelado. 

El señor de cabellos castaño le miro como si estuviera loco. Pero luego sus ojos se abrieron desorbitada mente, dándose cuenta lo que Kaesu había querido dar a entender con su ultimo comentario.

—Me has usado. Tu, maldito bastardo.  

Kaesu rió sonoramente.  

Una carcajada que significada el triunfo. 

—Nakamoto, Nakamoto — repetía su broma en un tono de fingida condescendencia—. Nunca habrías podio manejar lo que ahí en el santuario del Clan Himitsu. No era solo un lugar a donde se iba a rezar. Mejor dicho, no era que se iba a rezar. Si no cada cierto tiempo, junto a el guardián del lugar, se leía un fuerte jutsu de sellado para mantener a raya cierto poder inigualable que tras la ambición del primer líder se creo.   

Nakamoto se retorció en el suelo, maldijo tener las manos amarradas. Ansiaba las ganas de devolverle al bastardo el golpe que le había dado a su preciosa hija.   

Volvió la mirada hacia Kaesu, sus palabras le habían hecho empezar a formarse una conjetura en su mente. 

—Pareces estar mas que familiarizado.  

El suspiro, como si el que Nakamoto aun no le entendiera le producirá total fastidio. 

—Soy descendiente del Clan Himitsu ¿lo entiendes? — Nakamoto este abrió muy grande los ojos al escucharlo—. Lamentablemente mi abuelo fue expulsado y junto a su pequeña familia, emprendieron sus vidas en otro lado. —Se agacha frente al cuerpo de su antiguo socio y le palmea la mejilla. La sonrisa desdeñosa enmarcada en su rostro hacia el hombre bajo sus pies.— Prepárate para ver algo grande Nakamoto.

Y se incorpora, le da la espalda y emprende camino hacia la entrada de la cueva. 

Y en el camino, mientras los seguidores que había logrado infiltrar en el campo sembraban el pánico. No puede evitar pensar en los días de gloria de Kara, el como habían logrado derribar los muros y quebrantar la paz. 

𝒮𝑒𝓃𝓉𝒾𝓂𝒾𝑒𝓃𝓉𝑜𝓈 [Boruto x Sumire]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora