Iluminar tu Oscuridad

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                —¿Quién eres tú?

            Él chico que hace cinco segundos atrás estaba plácidamente dormido en su cama, me estaba mirando fijamente con sus ojos verdes. Aunque tenía manchas oscuras alrededor de sus parpados inferiores, causadas por el extremo cansancio, y su pálido rostro que estaba repleto por cortes…, me sentía feliz por él. Esta tarde cuando llegué, me enteré que él había recobrado el sentido hace un par de días, luego de haber estado una semana completa en cuidados intensivos del hospital American Health.

            —Soy tu ángel guardián…

            —¿Qué? —Me mira aturdido.

            —Solo estaba bromeando —digo riéndome. Veo que el chico sonríe a mi respuesta, así que me acerco para poder sentarme en la silla que está junto a su cama—. Mi nombre es Davina Pierce, y en mis días libres trabajo como voluntaria aquí en el hospital

            Se queda en silencio por un momento. Pero luego fija sus ojos en los míos, y sonríe una forma tan traviesa, que hace que recordara a una persona que había conocido hace mucho tiempo atrás.

            —Bueno, entonces me alegro que te hayan dado descanso en el paraíso.

            Sonrío con  timidez.

            —Me llamo Elijah Thompson —dice él, mirándome a los ojos—. Bueno, eso es lo que dicen.

            —¿Por qué dices eso? —pregunto.

            Suspira profundamente.

            —Davina, tengo amnesia.

            —¿Qué sucedió? —pregunto.

            —Cuando desperté hace tres días… —comienza a decir—, me contaron que sufrí un pequeño accidente en mi casa. Estaba ayudando a mi padre a limpiar el canalón del tejado, y como comenzó a llover perdí el equilibrio y me caí —añade desanimadamente—. Parece que me di un golpe muy fuerte en la cabeza.

            —Lo siento, Elijah —Siento una presión en el pecho. Odiaba ver a la gente sufrir—. Es mejor que te deje solo para que puedas descansar.

            Agarra mi mano que estaba sobre la cama.

            —No, por favor. ¿Podrías contarme alguna historia para que me pueda distraer? —ruega—. Ya no soporto estar aquí acostado.

            —¿Contarte una historia como a los niños pequeños? —Él asiente y sonrío—. Está bien. Pero debo advertirte que no es un cuento de hadas.

            —Estoy de suerte entonces, porque los detesto.

            Respiro hondo y por fin comienzo a relatarle la historia:

             »—Todo comenzó en la última hora de clases del Baltimore High School. Donde la profesora de literatura, la señora Bella Williams, llegó a su aula favorita cargando en su hombro el colorido bolso que tanto la caracterizaba, y usando esas gafas de sol al estilo hippie, que a Bethany Hall le parecían simpatiquísimas. Ella se puso en frente del grupo de alumnos y habló:

        »—Chicos, me imagino que se deben estar sintiendo tan emocionados.

        La miraron desconcertados.                       

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