I'm here

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Otra vez volví a abrir mis ojos y poco a poco enfoque la imagen frente a mi, el techo y sus pequeños detalles. La vista de siempre.

Un fuerte cosquilleo se hizo presente en mi estómago y tanto mis pies como mi manos comenzaron a hormiguear. Desde temprano mi cuerpo cobraba factura de lo sucedido ayer.

Por alguna razón no me sentía miserable, al contrario, otra vez la esperanza volvía. Mínimo recuperaría mi amistad con Kakyoin.

Con ánimo me levanté he hice lo que todas las mañanas: Lavar mis dientes, cambiarme, arreglar mis libros, recojer mi cama, etc.

Salí a la cocina, dónde estaban el abuelo y mi madre desayunando. Me dirijieron la mirada con angustia, pero al notar que me encontraba mejor relajaron sus expresiones.

—Buenos días Hijo, puedo ver qué te encuentras mejor, ¡Tanto que me alegro!— se acercó a mí y plantó un beso en mi mejilla, no rechace el acto ya que esto me pude dar suerte.

—A desayunar Jotaro, que vas a llegar tarde y necesitas arreglar muchas cosas.— El viejo sonrió con ligera picardía y al contrario de irritarme, me ánimo.

Me senté frente a ellos y rápido desayuné. Luego de terminar salí casi corriendo de mi casa para tener tiempo de enmendar las cosas.

Camino a la escuela como siempre muchas chicas comenzaron a acercarse a mi y como es costumbre las ignore garrafalmente. Solo buscaba a una persona.

Y estando a una manzana de la escuela... Pude verlo. Pude verlos, a ellos dos, bajo ese árbol tan especial para mí, ese árbol grande y carente de hojas. El cariñosamente tomaba las manos de esa mujer y las besaba.

Ella sonría bobamente, estando encantada con ese lindo gesto. ¿Y quién no caería rendido ante eso? Noriaki es el tipo de persona que todos necesitamos en nuestra vida, y ella lo tenía a toda su merced.

Mi corazón volvió a estrujarse y hacerse nudo, callendo en cuenta de que ambos estaban enamorados y yo salía sobrando de cualquier manera. Tan rápido como mis ánimos volvieron, calleron, pero está vez incluso más profundo.

Obviamente ninguno había notado el hecho de que los observaba y mucho menos podían percatarse de lo perjudicial que era esto para mí.

¿Por qué tenían que estar en ese lugar? ¿Por qué ahí? En mi refugio, nuestro refugio. Donde el y yo solíamos platicar durante horas y bromear, sacar nuestros problemas y confesar nuestros secretos, ¿Por qué tenía que ser ahí?

Ahora ese viejo árbol era testigo del gran y puro cariño que ellos se tenían. Y como siempre, yo no podía reclamar nada; porque no somos más que amigos, ¿No?

—Ellos dos hacen una linda pareja, ¿No creen?

—Maldita Odette, se llevó al más guapo de todos. Tan santa que parecía.

—¡El más guapo de Todos es Jojo!

Esos comentarios me hicieron recordar a las mujeres que me seguían y por lo visto estaban muy informadas de la nueva relación de su amiga. Podría sacar un poco de provecho.

—¿Desde cuándo esa mujer está interesada en Kakyoin?— solté la pregunta al aire, con la intención de que alguna contestará.

Todas quedaron atónitas y sonrojos aparecieron sobre sus mejillas. Esto no tenía ningún propósito, ni si quiera se por qué me sigo esforzando cuando claramente jamás conseguiré algo útil.

—C-creo que le gusta desde hace unas semanas...— contestó tímidamente una de ellas.

—Si, antes tú le gustabas, pero de la nada comenzó a buscar a Kakyoin, incluso entró a pintura solo para verlo.— ahora hablaba otra.

No te entrometas •«Jotakak»•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora