𝗖𝗜𝗡𝗖𝗢

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fin

Estaba decidido

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Estaba decidido. Esta vez no habría rodeos o coqueteos. Iba a hacerlo sí o sí.
Alexby y Samuel dijeron que no era una buena idea, pero no es como si fuera a hacerles caso.

¡Todas las ideas son buenas ideas!

o eso hasta que las ideas se llevan a cabo y resultan no ser tan buenas...

¡el punto es, que todo apuntaba que su idea era buena y seguiría siendo buena después! Eso esperaba al menos.

Su corazón estaba acelerado desde que tuvo esa extraña charla consigo mismo en el espejo para darse ánimos y ahora sólo se aceleraba aún más al estar en busca de Luzu.

¿En dónde diablos se había metido ese chico?

Buscó en la casa de Luzu, en las casas de sus amigos, en el pueblo y no lo encontró.

No fue hasta que se rindió y quiso dirigirse a su propia casa. En el camino fue que se lo encontró.

– ¡Rabis! – Exclamó Luzu en cuánto lo vió. – Estuve esperando a que llegarás. – Mencionó con un puchero.

– Estuve buscándote por todo el pueblo. – Respondió.

Luego de eso un corto silencio.
Ambos pensaron en romperlo diciendo la misma oración:

"tengo algo que decirte" sonó al unísono y los hizo reír.

– Tú primero. – Luzu dijo con una sonrisa.

– Oh, bueno, ahora me he puesto nervioso. – Rió levemente. – Directo, Rubius, sé directo. – Se habló a sí mismo con fines de no divagar.

Luzu le observaba con confusión y una pequeña sonrisita escapando de sus labios. No iba a interrumpirle, aunque la verdad era que ya sabía lo que Rubius le diría.

– De hecho es bastante obvio, y probablemente te has dado cuenta. – Rubius soltó un pesado suspiro. – Me gustas. – Después de eso pudo ver cómo Luzu sonreía.

– Sí, lo sé. – Rió un poco. – También me gustas.

Rubius sonrió mucho, tal vez demasiado. Su corazón palpitó más rápido y tuvo la necesidad de expresar su alegría. – ¿Hablas en serio? ¡Me viste coquetear miserablemente por meses! y tú... ¿me vienes a decir que lo sabías?

– Pues al principio creí que bromeabas, como lo haces con Auron, Mangel y Vegetta, así que no le tome importancia. Luego Vegetta me insultó para que me diera cuenta. – Comentó como excusa. – Fue algo extraño, tú acababas de irte diciendo que eras Gucci y luego...

Rubius le miraba hablar con toda la atención del mundo... o bueno, casi toda. – Luzu...

Luzu detuvo su historia – ¿Sí?

– ¿Puedo besarte?

Las mejillas de Luzu se colorearon. Sus palabras se atoraron y sólo pudo asentir.

Rubius le tomó de las mejillas y Luzu va a odiar admitirlo, pero, se puso de puntillas para alcanzar los labios del chico.

En esa tarde, después de bobos intentos de ligue y, vagos y realmente vergonzosos coqueteos, Rubius por fin besó al chico que le gustaba.

Aunque los coqueteos no se detuvieron, Luzu sigue recibiéndolos de repente cuando a Rubius, en sus momentos de inspiración, se le ocurre algo nuevo.

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