Parte 2

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Ámbar.

Llegué conmocionada, frustrada, sorprendida, molesta, hasta incluso, alagada. Y todo ello me llevaba al sentimiento de rara. Distinta. Extraña. Desconocida. Pasé por la cocina y le avisé a mi mamá que ya había llegado mientras ella preparaba un pavo navideño con curry para la nochebuena que sería en tan sólo un par de horas, subí a mi habitación cerrando la puerta detrás de mí y me dejé caer en la cama entre sollozos. ¿Desde cuándo Bruno sentía algo por mí?

– ¡Eres un estúpido, Bruno! –Sentí cómo mis propias cejas se fruncían y lo miré como si lo odiara por algo que ni él mismo, aunque quisiera, no podría impedir; se había enamorado, grave error. –Tengo novio.

– ¿Desde cuándo? –Me preguntó sin voltear a verme, cabizbajo. – ¿Quién es?

–Ayer en la noche… Es Manuel Lafarga.

– ¿Qué? –Se me acercó para luego con un gesto de desprecio, darme la espalda. – ¿Precisamente tenía que ser él? ¿Es en serio? –Me mira de nuevo. – ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?

–Bruno, estoy segura. Tal vez no es el mejor chico, pero estoy segura de lo que siento por él así como él por mí, por ello confío en que me tratará bien. –Traté de acercarme. –Dale una oportunidad tú también, sé que las cosas entre ustedes dos jamás estuvieron bien, pero hazlo por mí, Bruno.

–Lo siento, Ámbar. ­–Se sentó de nuevo en la banca. –Pero yo no puedo, no me lo perdonaría.

–Te odio.­–Dije en el silencio de mi habitación.

–Bruno, me estás obligando a elegir. –Contesté en forma de amenaza para ver si el dejaba aquellas cosas del pasado donde debían de estar. –Si es así, lo elijo a él.

Me di media vuelta y me quedé un par de segundos ahí para ver si cambiaba de opinión. Un nudo en la garganta no me dejó decir más y me fui.

Mi celular comenzó a sonar, me fijé en el remitente, era Manuel así que me limpié las lágrimas y traté de sonar normal.

–Hola.

–Hola, nena. –Se escuchan muchas voces y risas al otro lado del auricular. – ¿Podrían callarse de ese enorme hocico que tienen, que no ven que estoy hablando con mi chica? – Poco a poco dejaron de oírse los abucheos para darle de nuevo la oportunidad de hablar a Manuel. – Bueno, cariño te hablaba para invitarte esta noche a una fiesta que vamos a hacer en la casa de Daiana… –Daiana era una amiga suya de tez morena y su cabello esponjoso pero largo y oscuro, larguirucha con aires de grandeza, que para mí ver lo único grande que tenía era su cuello largo.

­–Espera, ¿tiene que ser en esta noche? –Le espeté.

– ¿Tienes algún problema con ello? –Su voz sonó fría y a los lejos sus amigos dando carrilla: ¿qué, acaso tu niñita tiene que irse temprano a su camita? Seguida de muchas risas tontas. – ¡¿Podrían callarse por un demonio?! –Las voces dejan de cesar. Su voz antes agresiva la sustituye por otra más dulce. –Entonces, ¿qué me dices, cariño?, por favor, deberías de venir a acompañarme y a divertirte un poco.

–No sé… Preferiría que vinieras a cenar hoy a la casa para presentarte a mis papás. –Me levanté de la cama para ver el rímel que me hacía lucir como mapache frente al tocador. –Además, ellos no saben de ti y creí que sería una buena ocasión esta cena familiar.

–Oh, vamos, Ámbar. Te prometo traerte temprano y así me presentas a tus papás.

–Está bien. –Contesté rendida.

–Paso por ti a las nueve. –Cuelga.

Dejé el celular sobre el tocador y comencé a quitarme el delineador negro. Por más que intentaba de no mirar el celular, sentía que éste emanaba una extraña sensación que me atraía, en realidad, esperaba que Bruno me llamara pidiéndome perdón, o por lo menos, un mensaje. Encendí el televisor, ningún programa interesante. La apago al instante. Tomo la laptop, pero al instante me arrepiento; no quiero aparecer en línea. Tengo la esperanza de que me llame.

Entonces, ¿qué somos tú y yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora