Amnesia

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Lo primero que sintió Horacio al despertar fue el olor a desinfectante y una luz brillante que lo molestaba incluso con los ojos cerrados. Lo siguiente que sintió fue un espasmo en el abdomen: debía ponerse de lado si no quería ahogarse en su propio vómito.

Se sorprendió al notar que no se había vomitado encima, ni sobre las sábanas. Los párpados le pesaban, pero hizo el esfuerzo de levantarlos para ver qué estaba ocurriendo. A su lado, en la cama, había un recipiente de metal, donde había ido a parar todo el contenido de su estómago.

- ¿Horacio?- escuchó que Gustabo lo llamaba en voz baja. Al levantar un poco su cabeza lo vio parado a los pies de su... ¿cama? Esa no era su cama, era una camilla de hospital.

- ¿Gustabo? ¿Qué...?- no terminó de formular la frase ya que notó que, efectivamente, se encontraba en una sala de hospital. Era una habitación pequeña, sólo para él. Esto lo sorprendió. Sabía que el seguro médico que les daban por pertenecer al CNP era bueno, pero tampoco tan exclusivo como para costear una habitación privada a un subinspector.

- Tranquilo, Horacio- escuchó la voz del Super del otro lado de la habitación. Intentó girarse a verlo pero enseguida se mareó y tuvo que recostarse-. Intenta no moverte demasiado. En cuanto te sientas mejor, te llevaré a casa.

- ¿Qué ha pasao?- preguntó a media voz. Sus recuerdos estaban hechos un lío; ni siquiera sabía qué día de la semana era. ¿Habría quedado en coma? ¿Cuánto tiempo llevaría en ese estado?

- Nada demasiado grave. En cuanto estemos en casa te explico todo- murmuró Gustabo casi con ternura.

Pasadas unas horas, una médica le dio el alta a regañadientes. Insistía en que Horacio todavía podría llegar a sufrir desmayos, desorientarse o tener náuseas, pero frente a la insistencia de Conway lo dejó ir. Eso sí, el Superintendente tuvo que firmar un papel en donde se responsabilizaba por cualquier cosa que pudiera sucederle al paciente una vez fuera del hospital.

Estacionaron en el garaje del edificio que se encontraba frente al Bahamas. Horacio frunció el ceño. Él ya no vivía allí, ¿verdad? Recordaba tener la intención de dejar ese departamento porque era muy costoso. ¿Acaso lo había soñado?

El Superintendente marcó un número en su celular y llamó. En lo que le contestaban, Horacio miró confundido a Gustabo, pero éste lo ignoró. ¿Por qué nadie le decía nada?

- Volkov, ya llegamos. Subimos en unos segundos- dijo Conway y, sin esperar respuesta, colgó. Horacio abrió los ojos como platos. ¿Para qué rayos irían a ver al comisario?

- No entiendo...- musitó el de la cresta. ¡Su cresta! Se miró rápidamente al espejo retrovisor del coche y se sorprendió al ver su cresta teñida de gris. ¿Cuándo había optado por ese color tan aburrido? ¿Dónde estaba su cresta roja?

- Ven, Horacio- lo llamó Gustabo, quien estaba ya fuera del vehículo-. Vamos adentro así te explicamos- el aludido sólo asintió lentamente antes de bajar del coche.

El comisario Volkov los esperaba en la puerta de su departamento. Horacio no pudo evitar sonrojarse frente a su presencia. Bajó la vista al suelo cuando lo saludó con una cálida sonrisa. Eso lo descolocó más: hacía unas semanas se le había declarado y él lo había rechazado. Desde entonces se había mantenido distante. ¿Por qué de repente le sonreía?

El ruso los invitó a que pasaran a la sala de estar, en donde tenía una bandeja preparada con cuatro vasos y una jarra con limonada. Una vez todos se hubieron acomodado, Conway procedió a explicarle a Horacio lo que le había ocurrido.

Tras dos horas y media esclareciendo los hechos, Horacio pudo sacar en claro lo siguiente: ahora era Inspector Jefe; sus compañeros del CNP lo conocían como Dan; también trabajaba para el CNI; había estado infiltrado en una mafia, pero como ellos no confiaron en él le habían dado una pastilla para olvidar. Ah, y Gustabo sí había logrado quedar en la mafia.

One-shots [VOLKACIO/HORACIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora