Una Nueva Amenaza

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Aquel hombre que caminaba entre la niebla y la oscuridad del bosque resultaba fascinante y aterrador ante los ojos del incrédulo sacerdote de Stendarr que yacía en el suelo, inmóvil mientras sentía como poco a poco iba perdiendo la poca vitalidad que le quedaba. Miró con pesar a su compañero, decapitado, que estaba a un par de metros de él y no pudo evitar derramar una lágrima al recordar los últimos 20 años de servicio como vigilantes. Un terror inconmensurable le recorrió el cuerpo al sacerdote mientras el hombre encapuchado se le acercaba y lo miraba fijamente con unos ojos felinos que dejaban ver la maldad pura a través de ellos.

- Ja'har...- intentó decir el sacerdote con lo último que le quedaba de fuerza - Ja'har... ¿Por qué?

El hombre no habló.

- Ja'har... Después de todos estos años...

No pudo decir nada más. Antes de poder terminar el hombre había hecho aparecer una espada hecha de energía violeta muy brillante y se la había clavado en el el estómago. Pudo sentir instantáneamente como aquella espada conjurada atravesaba y destruía sus órganos rápidamente y como la sangre iba saliendo lentamente del agujero en su espalda. Sin poder decir nada más, el sacerdote simplemente dejó de respirar mientras una última lagrima recorría su rostro.

Aquel hombre hizo desaparecer la espada tan pronto como vio al que alguna vez fue su compañero tirado en el barro, sin respirar y desangrándose. Miró a su alrededor y observó la gran cantidad de cadáveres que yacían en el suelo, sus antiguos compañeros, y caminó lentamente hacia la cabaña que vagamente iluminaba el bosque a su alrededor.

- El salón... - dijo con una voz caída, sin ánimos.

- Hiciste lo que debías hacer, Ja'har - dijo una voz que no venía de ninguna parte pero que al mismo tiempo resonaba por todos lados - Hiciste bien, siervo mío.

Ja'har no hizo movimiento alguno. Sabía que aquella voz no era humana y mucho menos estaba cerca. Aquella voz que hacia meses venía diciéndole que asesinara a sus compañeros vigilantes, aquella voz que le prometió poder, aquella voz que le juró que sería el más privilegiado cuando lograran sus objetivos. Aquella voz a quien decidió obedecer por fin esa terrible noche en las montañas de La Cuenca.

- ¿Qué sigue, mi señor? - Preguntó Ja'har cerrando los ojos.

- No es momento para pensar en el siguiente paso. Debes esperar, Ja'har.

- Mi señor, deberíamos poner en marcha la segunda fase.

- No, siervo mío. Tienes que recuperarte de esto para que puedas estar completamente enfocado en lo que sigue.

- Mi señor, yo puedo...

- ¡He dicho que no!

Ja'har abrió los ojos nuevamente y se detuvo a observar el gran salón de los vigilantes que había sido su hogar durante casi tres décadas con algo de pesar y nostalgia. Subió los pequeños escalones y atravesó el portal principal, el gran salón era igual que siempre pero sin sus compañeros bebiendo aguamiel ni cantando las canciones sobre Stendarr que tanto gustaban.

- ¿Lo ves? - preguntó la voz - Necesitas descansar, Ja'har.

- Mi señor, no debería ser tan considerado conmigo.

- ¿No lo entiendes, siervo mío? Sin ti y tu esfuerzo no podré regresar y tomar lo que me pertenece. Necesito que estés a la altura de las circunstancias.

- Mi señor, espero no ofenderle si le pregunto si algo le preocupa.

- En absoluto, Ja'har, siervo mío. Soy un príncipe y si la eternidad me ha demostrado algo es que no puedes confiar en que algo saldrá tal como lo planeaste.

- Pero, mi señor, nada puede salir mal con su plan.

- Te equivocas, siervo mío, no debes olvidar en qué era estamos y lo que pasó hace veinticinco años en estas mismas tierras.

Ja'har tragó saliva e intentó hacer memoria mientras se acercaba lentamente al fuego de la chimenea. Después de observar las llamas detenidamente recordó claramente lo que había pasado hacía 25 años atrás, la legendaria batalla que decidió el destino del mundo.

- ¿Se refiere al Sangre de Dragón, mi señor?

- Si, Ja'har. Eres inteligente y sabrás de sobra que ese hombre es muy peligroso para nuestros planes.

- Pero, mi señor, no se ha sabido nada de él desde hace más de una década. Hay quienes dicen que ha muerto.

- No deberías creer en suposiciones, Ja'har. Tuve la dicha de toparme con él una vez y créeme que no es alguien que morirá tan fácilmente. ¿Acaso quieres preguntarle a Alduin tu mismo?

Un escalofrío recorrió a Ja'har de piez a cabeza al escuchar ese nombre. Recordaba perfectamente la amenaza de Alduin, aquel al que llamaban Devorador de Mundos, y cómo el Sangre de Dragón fue capaz de viajar de viajar a Sovngarde, asesinarlo y volver en una pieza. Sin duda, el Sangre de Dragón era alguien a quien temerle, pero hacía tanto que nadie sabía nada de él que era difícil aceptar la posibilidad de que apareciera de nuevo. Aún así, le tenía más a su señor que a un posible fantasma como para cuestionarlo.

- Le pido perdón, mi señor - dijo Ja'har temblando.

- No debes preocuparte, siervo mío. Hay que estar muy alertas a partir de hoy. Será mejor que termines aquí y te resguardes lo más pronto posible. Debes descansar.

- Si, mi señor Mehrunes.

Sin nada más que decir, Ja'har sacó una estaca encendida de la chimenea y la tiró sobre la cama de la habitación más cercana. Con su magia hizo que todas las botellas de aguamiel se derramaran sobre el suelo de la cabaña y dejo salir una gran bola de fuego disparada hacia el techo. Salió por la puerta principal y se detuvo a unos metros de distancia del que había sido su hogar por tantos años. Un último escalofrío le recorrió el cuerpo cuando contempló el salón de vigilantes desplomarse entre las llamas y no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa mientras se alejaba por el bosque en la oscuridad de la noche. Todo en lo que había creído había desaparecido y un nuevo comienzo nacía frente a sus ojos.

La Amenaza De OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora