El Castillo De Volkihar

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- ¿Acabo de llegar y tú tienes que irte? - preguntó un confundido Midgar que yacía desnudo en la cama luego de una revitalizante jornada de pasión junto a su amada.

- Lo siento, querido, pero ya tenía planificado este viaje desde antes de que vinieras de sorpresa - explicó Eri que se estaba colocando su túnica nuevamente.

- Bueno, supongo que no se puede hacer nada.

- Lo siento mucho, Midgar. Enserio adoro que estés aquí, pero tengo que hacer esto o no podré ver esas flores del este de las que te hablé - mintió.

- Nunca había oído hablar de esas flores. ¿Para qué las necesitas?

- Sólo quiero verlas.

Mentir se había hecho costumbre para ella cuando se trataba de Midgar. Era inevitable sentir culpa pero no podía hacer nada más.

- Bueno, supongo que es inevitable. Me encantaría acompañarte - comentó Midgar.

- No, querido, tengo que hacer esto sola - «Claro, si quisiera podría levantar un ejército de muertos en cualquier momento» pensó - No te preocupes por mi, yo estaré bien.

Durante años se había estado instruyendo y perfeccionando su magia de conjuración, alteración y restauración y dominaba la ilusión y la destrucción sin problemas, sin mencionar que era hábil en el arte de los encantamientos y la alquimia gracias a las enseñanzas de su maestra Serana y su madre. Además Eri era una bretona, una de las razas más hábiles en el uso de la magia, su cuerpo era capaz de resistir potentes hechizos y causarle daños mínimos, lo que era una gran ventaja.

Su historia no era nada agradable. De niña solía viajar por Tamriel con su padre en barco hasta que unos piratas los atacaron matando a toda la tripulación y a ella la capturaron. Estos piratas eran esclavistas y no tardaron en venderla a una secta de nigromantes adoradores de Mara que se dedicaron a someterla a intensos y dolorosos experimentos. Logró sobrevivir gracias al poder de su raza para resistir magia pero eso solo causó que fuera desarrollando más y más la inmunidad a base de estar al borde de la muerte múltiples veces. También fue sometida a infinidad de pociones que le dejaron daños muy graves por semanas y hasta meses. Su cuerpo al final se fue acostumbrando a los venenos y otras cosas hasta que poco a poco fue adquiriendo cierta resistencia a estos.

Así duró 3 años hasta que pudo escapar de allí cuando un grupo de soldados imperiales atacaron la guarida, razón por la cual siempre había admirado a los soldados del Imperio. Fue llevada a Soledad, la capital de Skyrim y asignada a una familia, pero la pobre Eri no podía confiar en nadie, no dejaba de sentirse sóla y estaba convencida de que todos a su alrededor eran malos como los nigromantes que la tenían como esclava. Una noche simplemente decidió escapar de la ciudad y por poco muere a manos de unos cangrejos del barro de no ser por aquella mujer de cabellos negros, ojos rojos y belleza infinita que la acogió en su castillo, el gran Castillo de Volkihar. El mismo castillo al que tenía que dirigirse ese día.

- Bueno, supongo que no se puede hacer nada enserio. Además también tengo noticias - dijo el joven Midgar mientras se ponía de pie.

- ¿A qué te refieres?

- Recibí una carta. Tengo que volver al servicio lo antes que pueda debido a un reciente ataque en La Cuenca.

A Eri se le paralizó el corazón al oír esas palabras. Tenía la esperanza de que, al menos, Midgar estaría de permiso durante unos días antes de volver a su puesto. Eso le haría más difícil cumplir con la encomienda de Freya sin estar preocupada por él.

- No te preocupes, es sólo por precaución - continuó - El general quiere que estemos todos en nuestros puestos por si hay alguna amenaza, ya sabes, aunque creo que está exagerando.

La Amenaza De OblivionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora