Caminaba a pasos lentos a la secundaria, hoy seria su primer día. Sabia bastante bien que era difícil ser el ”nuevo”, aun así le gustaba ir a clases, un nuevo comienzo, nuevos amigos, nueva vida.
Se había cambiado de colegio por razones que prefería olvidar. Después de todo, el pasado pisado.
No paso mucho tiempo para por fin viera el lugar el cual pasaría la mayoría del año. Era de colores oscuros, el gris predominaba. A sus lados observaba pasar chicos de menor y mayor edad de el. Atravesó el portón, ya estaba adentro, un suspiro escapó de su boca. Debía buscar orientación, no sabia donde estaba su salón, que fastidio.
A su derecha estaban muchas puertas, veía alumnos entrando en ellas. Eran salones, pensaba detener a alguien para preguntar si conocía donde estaba su aula pero cada ves que lo intentaba se moría de nervios. Maldecía por dentro el ser tímido, esperaba que con sus compañeros fuera más fácil socializar. Se rindió cuando escuchó el timbre sonar, genial, llegaría tarde en su primer día. Su plan de dar buena impresión se había ido al caño, iba a tocar la primera puerta que encontró cuando siente como una mano se posó en su hombro. Dio un respingo y vio quien era el que lo había tocado, un adulto.
—¿Eres nuevo?—pregunto el hombre, sonriendo.
—Si, es mi primer día y no se donde esta mi salón—sonrió nervioso.
