César tenía 23 años.
Sus manos eran grandes y rudas y gastadas por las horas del trabajo en el taller de su padre. Le gustaba la literatura, el cine, los perros y en algún momento de su vida le hubiese gustado ser pianista. Pero es difícil ser pianista y mecánico al mismo tiempo.
Yo me llamaba Anna y tenía 18 años cuando le conocí. Sus ojos verdes me hablaron de historias jamás contadas y con sus pasos de baile me enseñó viajes que podríamos hacer juntos, en alguna vida. Mis manos no tenían cicatrices, ni heridas, ni daños. Mis manos estaban cuidadas por mi juventud. Eran suaves y claras. Cuando le cogí la mano por primera vez, sentí mi funeral pasar ante mis ojos. Mi madre y padre ausente, mis sueños sin cumplir, un cielo oscuro y una playa tranquila. Y César a un lado del ataúd, con sus manos gruesas y su corazón de acero. Pero pensé que sería un funeral bonito si él estaba a mi lado. Así que caminé con él, sin darme cuenta de que poco a poco me iba haciendo añicos.
Aunque claro, poco importaba si siginficaba ver sus ojos un momento más.
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Bad guy
Teen Fiction"César llegó, y con él, la tormenta. Estar con él era caer de lleno en el ojo del huracán y saber que en cualquier momento puedes perderte en el viento". Anna vive una vida monótona en su ciudad de siempre. Una noche conoce a César en una fiesta, u...
