Capítulo 2: Campeón de los Oprimidos

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—Pájaro —exclamaba una mujer con aspecto de mendiga, entrando a un callejón—. Pájaro, pájaro.

La mujer se puso en cuclillas frente a una canasta, de donde unos pequeños gatos asomaban la cabeza entre maullidos de hambre. Una gata blanca salió de un bote de basura, maullando también.

—Pájaro —dijo la mujer mientras intentaba abrir una lata de atún.

—¡Maldita vieja! —gritó una mujer de mediana edad, acompañada por un hombre—. ¡Deja de robarnos!

—¿Pájaro? —preguntó la mujer mayor, inclinando la cabeza a un costado.

—Estúpida mendiga retrasada —exclamó el varón—. Las basuras como tú deberían ser tiradas en el bosque. Solo son una fuga en la economía de este país.

La gata blanca, notando las actitudes amenazantes de aquellos sujetos, se puso frente a la mujer y sus crías. Con su pelo erizado y sus ojos dilatados, dejó salir un gruñido amenazante. La pareja siguió avanzando, y la felina salto al ataque. Defendiendo a los suyos, clavó sus garras y sus dientes en la pierna de la mujer, provocando un gritó de dolor, sorpresa y temor.

—¡Gata de mierda! —gritó mientras pateaba a la felina, haciendo que esta impactará contra una pared.

—¡Pájaro! —gritó con desesperación la mendiga, recibiendo un puñetazo en el rostro por parte del varón. Con su nariz fracturada, la anciana cayó al suelo.

—No te muevas, puta vaga —amenazó el varón, sacando una pistola y apuntándole al rostro.

—¡Pájaro! —gritó con temor en forma de lágrimas que escurrian por sus mejillas.

—Solo hay una forma de que esta idiota aprenda la lección —dijo la mujer, sacando una navaja de su pantalón, mientras avanzaba hacia la canasta de los gatos.

La gata blanca volvió a atacar, pero fue agarrada del cuello por la mujer. Al cometer ese grave error, la mínima le clavó sus garras en la muñeca mientras sus afilados dientes perforaban el espacio entre el pulgar y el índice. La mujer, cegada por su furia, sujetó su navaja como un puñal y lanzó su mano hacia el abdomen del animal.

—¿Qué clase de ser despreciable —preguntó una voz masculina, sorprendiendo a la mujer al notar que los gatos habían desaparecidos—, intenta matar a unos pobres gatos?

—¿Qué clase de ser despreciable —preguntó una voz masculina, sorprendiendo a la mujer al notar que los gatos habían desaparecidos—, intenta matar a unos pobres gatos?

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La pareja dirigió su mirada a un costado, descubriendo a Gabriel con la canasta y la gata en manos.

—O una mejor pregunta —dijo mientras dejaba a los mininos en el suelo—: ¿¡Qué cobarde despreciable le apunta a una anciana con un arma!?

Los colericos ojos del súper hombre se volvieron completamente rojos, dejando salir un leve humo del mismo color.

—¡Atrás! —exclamó el varón, apuntándole con su pistola.

Superman: Dark OriginDonde viven las historias. Descúbrelo ahora