2-. Yo.

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Yo soy Adam. Tengo 22 años, estoy en el primer año de mi carrera universitaria. Decidí embarcarme en un viaje, decidí tomar un rumbo distinto en mi vida. Mis padres me dijeron que esta era mi mejor opción, mis amigos por el contrario, solamente apoyaron la idea. La verdad es que no estoy completamente seguro de esto, siento que es un cambio muy brusco y un salto muy grande hacia lo desconocido.

Es complicado, es decir, romper con esa delicada rutina de cada una de mis mañanas. Levantarme y observar con decoro ese tenue y cálido amanecer. Respirar ese aire puro y celestial que venía desde afuera de mi ventana. Observar a lo lejos como la luz de ese vívido sol solapaba cada pequeño tramo de tierra y lo convertía en energía. Oír el hermoso y dulce cantar de aquellas aves que desde muy temprano le dicen hola a este nuevo comienzo.

La verdad es que no puedo imaginar ni por un segundo un momento más maravilloso que ese. Excepto claro el desayuno. Usualmente encontraba cierta delicadeza en ese pequeño momento de calor y amor hogareño. Mi mamá sabía exactamente lo que me hacía sentir bien y, de alguna forma, lo repetía cada mañana. Un abrazo, un beso, incluso una pequeña broma eran suficientes para desaparecer de mi todas las malas energías que acumulaba en el transcurso de mis días. 

Al salir de casa me encontraba con un escenario que solía disfrutar con mucho afán. El viento, que me acompañaba en cada amanecer, se sentía como pequeñas caricias sobre mi piel. Los rayos del sol hacían que todo se viera cien mil veces más deslumbrante, más reluciente. Ese cielo azul, tan extenso, tan simple, pero tan hermoso, me dejaba maravillado de tan solo verlo. La gente parecía disfrutarlo tanto como yo, siempre saludando con una sonrisa. Todo era simplemente perfecto y, no lo hubiera cambiado por nada del mundo... Pero todo tuvo que cambiar.

Llegaba a casa después de un día largo en el trabajo. Como era de esperarse, mis padres estaban ansiosos de verme nuevamente, como todos los días. Mi mamá había preparado la cena, mi papá en cambio, estaba alistando la mesa. Yo subí con rapidez a mi cuarto, para no hacerlos esperar y unirme como era costumbre cada noche. Lo único que no esperaba era que una noticia estaba por golpearme en la cara... Cambiando todo para siempre.

Con sutileza me siento junto a ellos y, sin esperar mucho, comienzo a entablar una conversación con ellos, como era rutina cuando cenábamos. Pero mi mamá me interrumpe de forma inesperada, lo que me saca de la silla - figurativamente - y decido escucharla.

-Adam, tenemos que hablar... Es sobre la universidad. -su voz tiene un tono poco habitual, así que intuyo que es algo importante-

-Oh, pues, cuéntame mamá, ¿Qué sucede, pasó algo?. -pregunto de forma curiosa-

- Pues... Aceptaron tu solicitud. Hoy llegó por correo la carta de admisión. Estabas en tu trabajo, por lo que no quise molestarte hijo. -me habla en un tono más natural, por lo que respiro aliviado y contesto-

-Ah, así que era eso... La verdad es que no esperaba ser admitido. Digo, sentí que tenían altos estándares cuando fui a presentarme -esbozo una pequeña risa y continúo- así que no fui tan confiado, pero me esforcé. Veo que tuvo resultados. -tomo una porción de la cena-

-¿Dieron alguna fecha o requerimiento adicional?. -pruebo un poco de la comida y continúo- Ya que dudo que sólo deba asistir y ya. No creo que funcione igual que en la secundaria. 

-Pues sí cariño, solicitaron algunas cosas adicionales a la admisión. Cumples con la mayoría de ellas, pero hay una que nos tomó un poco por sorpresa, así que tenemos que preguntarte qué es lo que piensas. -al escuchar frunzo el ceño- Quisiéramos que te sientas cómodo con todo hijo.

-¿Uh, y esa otra cosa es...?. -pregunto extrañado-

-Pues, resulta que desde hace algún tiempo, la sede de esa universidad, a la que fuiste a postularte, ya no funcionaba aquí en el pueblo, por lo que tuvieron que trasladar las solicitudes a su sede principal -respira hondo, suspira y continua- la cual está a unas cinco horas de aquí. -escucho y por unos segundos me quedo en silencio, hasta que interrumpe mi papá-

-Sé que no es lo que esperabas Adam, pero no creo que haya otra oportunidad como esta en mucho tiempo. Además, sabes que ya tienes 22 años hijo, y creo que sería una buena idea aprovecharla ahora que tienes tiempo. -veo a mi papá y sé que tiene razón, así que suspiro y contesto-

-Lo sé. La verdad es que no esperaba algo así, es decir, tenía pensado asistir junto con mis amigos aquí, en el pueblo, pero tener que viajar tan lejos es algo que no estaba entre mis planes. -miro a mis padres y noto que tampoco están contentos con la noticia-

Duramos unos minutos únicamente cenando. La verdad es que nos tomó por sorpresa, siempre hemos estado unidos, rara vez teníamos que separarnos, y sí sucedía, era por poco tiempo. Intentaba pensar en algo qué decir, pero nada salía de mi boca. Mis padres, igual de impávidos, se veían con cierto escepticismo. Notaba que sus pensamientos estaban incluso más allá de los míos, por lo que ellos debieron estar toda la tarde pensando en esto.

Decido por fin acabar con el silencio, no sin antes acabar con mi cena, que la verdad estaba deliciosa. -mi mamá no pierde el toque-

-Bueno, tendré que conseguir una habitación cercana a la universidad, si es que quiero que esto salga bien. -sorprendidos, mis padres me ven y deciden hablar también-

-¿Estás seguro, hijo?. -preguntan casi al unísono. A decir verdad fue un poco gracioso-

-Sí, estoy seguro. Es lo mejor para mi futuro, bueno, eso creo. -sonrío levemente, aunque se nota que no estoy del todo de acuerdo-

Mis padres asienten y mi mamá se levanta para recoger la mesa, mientras mi papá ordena los asientos y todo aquello que se haya movido durante la cena. Yo me quedo sentado, pensando en lo que acabé de decir y si eso era lo que realmente quería expresar. Mi papá decide sentarse a mi lado, parece que él sabe que algo no anda bien, por lo que su instinto paternal lo guía hacia mi.

-Hijo, ¿Seguro estás bien? Yo no creo que la noticia y la decisión hayan creado en ti el sentimiento que esperabas.

-Pues, no papá, no esperaba eso siendo sincero. Es decir, siempre hemos estado juntos, desde que tengo memoria y pues, tener que dejarlos ahora, cuando más los necesito, es como un disparo directo al pecho. -suspiro y llevo mis manos a mi cara para solapar las lágrimas que estaban asomándose por la comisura de mis párpados-

-Lo sé hijo. Mira, no me gusta, pero veamos el lado positivo, es la oportunidad de tu vida. Yo a tu edad no tuve tanta suerte, y ojalá la hubiera tenido. Aunque todo ha sido maravilloso desde que conocí a tu madre, ella es la suerte que necesitaba. -sonríe para si mismo y me siento un poco mejor-

-Js, creo que tienes razón. -digo un poco más aliviado- Debo dejar de ser tan negativo, supongo que no es tan malo.

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Tú y YoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora