Capítulo 13.

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Flashbacks.

La novena semana coincidió con una visita de mi tía Dorian. Paseábamos por la alameda, una tarde, cuando sentí el primer pinchazo, al cual ignoré pensando que era un pinchón más. Quizás si le hubiera tomado más importancia, ahora no estaría contando esta historia.

El dolor aumentó después del almuerzo. Le pedí que regresáramos a casa y ella me trajo de inmediato.

Lo primero que hice al llegar fue encerrarme en el baño, sentía mi ropa interior manchada, como cuando me venía la menstruación, la misma sensación, pero con mucho más dolor.

Me senté sobre el retrete y luego ya no me pude pararme, me quedé encorvada en esa posición, con las punzadas cada vez más presentes y dolorosas.

No supe que hacer en ese momento, la preocupación me invadió por completo y las ideas se me bloquearon, gracias a lo que había estudiado en clases pude darme cuenta de que esto no era algo normal en un embarazo saludable, por lo cual me asusté aún más.

No supe que hacer, miré desesperada cada rincón del baño intentando encontrar ayuda, y solo se me ocurrió una cosa.

—¡Tía... po-podrías venir, po-por favor!

Escuche sus pasos acercarse de inmediato.

—¿Sasha? ¿Qué ocurre, cariño? ¿Estás bien? —pregunto a través de la puerta del baño y yo únicamente pude dar un grito. El dolor acaba de aumentar— ¿Sasha? ¡Contéstame o voy a entrar!

Intente contestarle, pero antes que pudiera un gemido abandono mis labios. La tía Dorian abrió la puerta de un empujo y entro, encontrándome en una posición poco favorable. Se agachó hasta quedar a mi altura y me miro.

—¿Qué te ocurre? —preguntó intentando mantener la calma.

—Yo... yo... —solté un grito en forma de suspiro.

—¿Qué te ocurre, Sash? ¿Debemos ir al doctor? —pregunto empezando a sospechar que lo que me ocurría no era algo leve.

Solo la miré y ella lo entendió.

—Vamos al doctor. Te ayudo a ponerte de pie —paso su brazo por debajo de mis hombros e intento levantarme. Me mordí el labio inferior para no gritar, pero aun así no pude evitar soltar un gruñido débil.

—No puedo... no puedo —le dije con la voz débil y ella me miro aún más preocupada.

—Tú eres muy fuerte, solamente debemos llegar al auto, solamente eso —me alentó—. Vamos. Yo sé que puedes.

El camino del baño al auto fue un transcurso que apenas y puedo recordar.

Recuerdo haberle pedido que me llevara al hospital más lejano que encontrará. Lo último que quería era encontrarme a alguien pasando por todo esto, era lo último que me faltaba.

Me miro curiosa, pero asintió.

Al llegar, empezó a dar gritos de un lado al otro para que me trajeran una silla de ruedas para poder movilizarme.

Unas enfermeras se acercaron y me ayudaron a bajar del auto. Me preguntaron mil cosas y yo me encontraba tan aturdida que no pude entender ni una sola de sus consultas. Solo murmuré un par de palabras para que pudieran ayudarme:

—Yo... yo... un bebe...

Su rostro cambió por completo y empezó a llamar más gente.

—Llamen a maternidad, posible aborto espontáneo —le aviso a otra enfermera, la cual de inmediato salió corriendo.

Pensé Que Sería Feliz  || RE-ESCRIBIENDO ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora