Capítulo:22.-Somos uno, siempre lo seremos.

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Mikasa había respetado el acuerdo con Levi; en todo éste tiempo, ella dejó de preocuparse por su edad, o por si Levi la veía como una niña, Mikasa poco a poco fue madurando con los años hasta convertirse en una de las patinadoras más hermosas y populares. 

  Sus ojos misteriosos griseados, sus cabellos negros oscuros, y su complexidad fuerte, hicieron de ella una gran patinadora con sus movimientos calculadores y perfectos. Los entrenamientos eran exigentes para ambos; Mikasa y Levi. 

  Su nivel de profesionalismo los llevo a ganar varios concursos, y llegar como primeros en los Juegos Olímpicos. De igual forma, sus fans comenzaron a ser los favoritos, debido a la forma romántica en qué patinaban: siempre sus ojos enfocados en el otro, sus manos tomadas con fuerza, y al terminar siempre un abrazo, pues se sentían satisfechos con su esfuerzo en la pista.

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    Mikasa había invitado a Levi a su casa para esperar con emoción los próximos concursos. Mantenía sus pensamientos en aquel beso qué le había robado de alguna manera a Levi,  y su sonrisa volvía una y otra vez, al recordar como él se sonrojó por aquel acto. 

  Llamaron a la puerta, ella misma bajo deprisa, pero antes de abrir respiro profundo para tranquilizarse, una vez qué lo logró, abría: Levi lucía ropa deportiva, y la saludó. Él azabache no sabía qué mas hacer—aparte de levantar la mano izquierda como saludo—. Ambos sabían qué se habían esperado demasiado uno al otro. 

    —Mis padres no están—, fue lo primero qué dijo. 

  Levi tragó saliva. Sin decir nada, entró a la casa, qué mostraba dos caminos: uno hacía la sala, y otro seguido a la cocina. Su hogar era grande, y lucía también sencillo. La madre de Mikasa enseñaba música—antes igual era patinadora—, y su padre era profesor de Ciencias. 

    —Vamos Levi a mi recamara—, la jaló de su brazo con una voz inocente. 

    —Lo podemos ver por la sala—. Desvió la vista ante ella. 

    —Tengo la información arriba—volvió a jalar su brazo.—Vamos

  Levi recordó por un momento a aquella Mikasa pequeña, y lo temerosa qué ha veces era, sonrío de ternura al recordar a aquella niña, la cual ya no existía. 

  Subieron las escaleras, y en el camino Levi miraba las fotografías: era Mikasa en cada campeonato, sus competencias hasta fotos con su familia, y una de ellos dos la última vez qué patinaron.

    —Tus padres te siguen Mikasa—, habló impresionado.

    —Tú mismo me dijiste qué mi madre era una Ackerman—, seguía sujetándolo del brazo.

  Entraron a su habitación, y todo era de color azul claro. Su cama se encontraba en el centro, cercas de la ventana, y su librero contenía colecciones de patinadores, revistas de deportistas, etc. 

  Levi notó como su habitación había cambiado. 

    —Deberías sentarte en la cama Levi — musitó Mikasa.

   Levi hizo caso y se sentó. Mikasa se sentó cercas de su escritorio, y recargo su cabeza en éste para juguetear con sus piernas: se cruzó, y movía los tobillos mientras lo miraba. 

    —Deberías quitarte el suéter Levi, hace calor aquí.—Los ojos de ella se clavaron en él.

    —Supongo qué no tengo otra opción ¿verdad?—preguntó evidentemente a los deseos de Mikasa. 

  Levi se quitó su suéter, para dejar su camisa blanca qué transparentaba su musculoso cuerpo.

    —Deberíamos jugar Levi—, Mikasa dejo de cruzar las piernas para dejarlas levemente abiertas, y mostrar lo pálidas que eran a través de su falta negra.

    —¿Qué quieres jugar?—preguntó tranquilo. 

    —Mira Levi, vamos a ver que parte de mi cuerpo ha crecido más, ¿quieres?—sus cabellos negros cayeron ante sus mejillas para tapar sus ojos, y mostrar sus labios rosas.

  Levi se sonrojó, y dejo de mirarla, para pensar.

  Mikasa se levantó de su lugar, camino hasta él, y se arrodilló ante sus piernas, para colocar su cabeza entre sus rodillas y pasar sus manos sobre sus piernas, Levi le tomó las manos, sintió tantos cosquilleos qué le estremecieron el cuerpo.

    —No me gustas así—, fue lo primero qué salió de su boca. 

 Mikasa se soltó de su agarre, y se giro avergonzada.

    —¿No te atraigo todavía? ¿me ves como una niña aún?—preguntó con un tono de voz triste.

    —No, no es eso—, negó con la cabeza, y camino hasta ella:—todo parece ir deprisa. Yo dije qué te esperaría, no hay porqué hacer esto tan rápido Mikasa, no me provoques así. Tú no eres así. 

  Mikasa recargó su cabeza en su pecho:—Yo te he esperado más qué tú Levi. 

    —Lo sé. Y también sé que quiero lo mismo qué tú—, la sujetó del mentón:—sólo dame más tiempo. 

  Levi roso su nariz junto a la suya, para besarle después los labios, Mikasa había esperado un beso así desde sus sueños, y ahora qué lo tenía parecía nuevamente algo irreal. Aún así ella lo beso sin saber hacerlo, y él lo hizo de una manera tierna, y tranquila: apretó su boca a la suya, para sentir sus delicados labios, y sus pestañas sobre sus mejillas.  

   

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