En el que Ainhoa es desvirgada por Aurom en Fame al ritmo del dembow (hot) I

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(Narra Ainhoa)
Recordar cómo Auron me dijo que imitaba a la chica del "saes" demasiado bien ha hecho que tenga sueños que me hacen despertarme... húmeda. Levantarme cada mañana es un infierno porque enfrentarme a una realidad en la que no está él es demasiado duro. Me gustaría poder dormir todo el día y tenerlo entre mis brazos, pero, sobre todo, entre mis piernas.
La rutina se me antoja insoportable, madrugar, ir a clase, llegar a casa y pasarme la tarde viendo vídeos suyos hasta que pueda besarlo en sueños. Ni siquiera siento nada por él, pero es que su olor, su voz, su tacto al pasarme el brazo por encima al sacarnos la foto; todo se ha quedado impregnado en mí y no soporto más no tenerlo.

Consigo abrir un ojo después de haber retrasado el despertador varias veces. Odio ir a clases, lo odio. Odio todo lo que no me permita tumbarme en la cama a llorar pensando en Auron.
Me levanto de un salto de la cama y voy al baño, necesito una ducha relajante. Tengo las mejillas sonrojadas y estoy bastante sudada, es lo que me provocan estos sueños con visitas sorpresas. Me miro totalmente desnuda en el espejo y no puedo evitar que un pensamiento negativo se cruce por mi cabeza, no tengo mal cuerpo y soy guapa, pero últimamente no puedo evitar ver todos mis defectos. Últimamente me odio demasiado y me siento decaída, debe haber algún motivo en esta vida por el que vivir. Aparte de Auron.
Corro la cortina de la ducha y entro con parsimonia, dejo correr el agua tibia primero sobre mis hombros y luego sobre mi cabeza. Me aplico el champú con determinación y lo aclaro con mucho cuidado, odio que se me encrespe el pelo por el champú. Alcanzo la botella de gel y empiezo a aplicármelo por todo el cuerpo, primero los brazos, luego el torso, las piernas, los pechos. Al llegar a la zona de mi abdomen mi mano comienza a bajar por debajo de mi ombligo con mucho cuidado y cariño el "todo bien, todo correcto" de Auron resuena en mi cabeza indicándome que no estoy haciendo nada malo. Mis dedos continúan bajando con mimo hasta encontrarse con mi monte de venus, y se aventuran en busca de mi clítoris. Empiezo a acariciarme despacio disfrutando de la risa de Auron que invade todo mi ser cuando oigo a mi madre chillar al otro lado de la puerta:
-¡Ainhoa! ¡Cielo! ¿Te queda mucho? ¡Vas a llegar tarde a clase!
-¡Ya estoy terminando!- le respondo intento que mi voz suene normal. Sonrojada me termino de duchar y me envuelvo en la toalla. 
Al llegar a mi habitación abro el armario en busca de una ropa cómoda. Hoy va a ser un día como otro cualquiera así que escojo mis vaqueros favoritos, una camiseta amplia y mis zapatillas destrozadas. Casi no me quedan bragas limpias así que escojo unas que me compró mi madre hace años, rosas con estampado de ositos y grandes, muy grandes. A pesar de que estamos en mayo hace algo de frío aún por las mañanas así que saco del armario mi sudadera gris. Al tirar de ella se abalanza sobre mí la azul de cremallera, la que llevaba el día que conocí a Auron. Cae en mi cara y aún huele a él por lo que no puedo evitar que los ojos se me llenen de lágrimas. La mantengo un rato entre mis manos intentando sofocar el llanto y estoy tentada a ponérmela, pero la dejo en el armario, consciente de que no podré soportar todo un día con su olor sin poder tocarlo. 
Me pongo las gafas, me atuso el pelo, salgo de mi habititación y encuentro a mi madre sonriente en la puerta. La miro extrañada.
-¡Felicidades Ainhoa! -exclama entusiasmada. No le respondo- ¿No te acuerdas de qué día es hoy?
Vuelvo a mi habitación a toda prisa y miro el calendario, efectivamente es 25 de mayo, lo había olvidado por completo. Hoy es mi 19 cumpleaños. Mierda. A ver, me gusta mi cumpleaños y todo eso, pero eso siempre implica que mis amigas me hagan alguna sorpresa y hace años que no tenemos los mismos gustos, hemos tomado diferentes caminos, por lo que no suelen ser algo que me ilusione. 
Salgo otra vez de mi habitación y cojo la mochila para ir a clase. Mi madre me pregunta si no quiero desayunar y le digo que no, que me llevo un zumo para el camino. Me da un beso y me promete que celebraremos mi cumpleaños decentemente cuando llegue a casa, y que me estará esperando un regalo que todavía no han podido ir a recoger. Sinceramente, no me importa mucho, solo quiero que este día pase rápido.

De camino a la uni voy escuchando Marina and The Diamonds, por el grupo de "Mi gordo y loco diario" están hablando mucho hoy, me han felicitado de formas muy graciosas, pero solo he sido capaz de responder un escueto "gracias", no estoy de buen humor, pero no quiero que lo sepan. 
El día se me hace eterno, pero por fin ha terminado la última hora y además el profesor nos ha dejado salir a las doce y media. Me dirijo hacia la parada del bus cuando mi amiga Andrea, bastante arreglada a decir verdad, me intercepta y me pone una pañuelo en los ojos. Oh no, ya empiza.
-¡Felicidades Ainhoa! ¿Te creías que este año te ibas a quedar sin sorpresa? ¡Pues no!- dice mientras me toma el brazo y me dirige por la calle hasta sentarme en el asiento de copiloto de un coche.
-¡Felicidades guapa!- reconozco la voz de Marina y Sofía. 
-¡Las AMAS al completo rumbo al cumpleaños de Ainhoa!- grita Andrea con efusividad.
El coche arranca, conducido por Sofía al parecer, en la radio suena los 40 principales y mis amigas cantan a voz en grito. Yo tengo la cabeza, aún con los ojos vendados, dirigida hacia la ventana abierta, disfrutando del aire fresco del mediodía para sofocar este calor fruto del sol que me da en la cara. 
Llevamos así más o menos media hora cuando empiezo a marearme.
-Chicas, ¿queda mucho?- pregunto agobiada.
-Un poco, sí- responde Marina divertida.
-Es que me estoy mareando un poco con esta venda, ¿no me la puedo quitar?
Y antes de que pueda terminar la frase noto dos manos que introducen dos pastillas en mi boca y me dan un poco de agua.
-Tranquila -dice Andrea- es Biodramina, para el mareo.
Y antes de que me de cuenta caigo en un profundo sueño a pesar de que las chicas siguen cantando canciones de Pablo Alborán y compañía a voz en grito.

Me despiertan bruscamente unas manos de uñas largas, las de Marina. 
-¡Despierta dormilona!- oigo como dice Sofía mientras Andrea me desata el pañuelo. Me cuesta un rato acostumbrarme a la luz, pero en cuanto comienzo a ver con claridad distingo perfectamente que estamos en Barcelona. Miro el reloj, son las cinco y media de la tarde. 
-¡¿Pero estáis locas?! -les digo mientras busco mi móvil- ¡Mi madre debe estar preocupada!
-Tranquila -me calma Marina- ya la hemos llamado y no le importa, volveremos esta noche.
-Pero ahora lo que toca -sigue Andrea- es arreglarte para la mejor fiesta de tu vida.
Oh no. No. No quiero salir de fiesta, nunca me han gustado las fiestas y ellas lo saben, ¿por qué obligarme a salir y encima arreglarme? 
-¡Genial!- respondo con una sonrisa fingida.

Salimos del coche y entramos en un restaurante donde comemos unas hamburguesas deliciosas y entramos en el baño para arreglarme. Pensaba que habrían cogido alguna prenda de fiesta de mi armario, pero las chicas han sido muy detallistas y me han comprado ropa y zapatos nuevos, para mi horror y desgracia. Es un vestido negro ajustado sin mangas con pedrería en los hombros y muy corto, y los tacones son dorados, excesivamente altos, a juego con el vestido. Me desnudan y mis braguitas quedan a la vista.
-¡Tía!, ¿pero qué es eso?- atina a decir Sofía entre carcajadas.
-No sé, lo primero que pillé esta mañana, son cómodas- respondo con brusquedad arrebatándole a Marina el vestido de las manos para poder taparme lo más rápido posible.
Me lo enfundo y me coloco los tacones. Me miro al espejo y me horrorizo, pero no puedo dejar así a mis amigas, y al fin y al cabo la culpa es mía por llevar fingiendo un par de años que me gusta lo mismo que a ellas. Andrea tiene en sus manos un estuche de maquillaje y veo que se acerca a mí con un lápiz de ojos cuando consigo pararla a tiempo.
-¡Ah no! -digo mientras le quito lápiz de las manos- eso sí que no, me niego a maquillarme.
-Bueno tía, no sé -me responde contrariada- al menos quítate las gafas o algo.
-No -contesto cabreada- las necesito para ver. 
-Tú veras, sosa- añade Sofía. 
Salgo cabreada del baño dando un portazo cuando veo que un camarero que se dirigía al almacén se para y me echa un repaso de arriba a abajo. 
-¿Y a ti que coño te pasa?- le digo malhumorada mientras abre la puerta con presura y desaparece tras ella. 
Mis amigas llegan a mi lado y me abrazan.
-Lo sentimos mucho -dice Marina- no debemos forzarte a hacer lo que no te gusta. 
-¡Ahora continuemos con la sorpresa!- gritan las tres al unísino dañando mis delicados tímpanos.

Salimos del restaurante y dejamos mis cosas en el coche. Caminamos un par de calles cuando mis amigas se paran de golpe mientras yo sigo de largo. Noto una mano agarrándome por el codo cuando me doy cuenta de dónde estamos. Es la fachada de la discoteca Fame. 
-¡Sorpresa!- gritan las chicas. Yo me quedo muda.
-¿No querías venir?- inquiere Sofía.
-Como nos pasaste aquel vídeo de aquel tío hablando sobre esta discoteca pensábamos que te haría ilusión celebrar tu cumpleaños aquí -añade Andrea-, pero que si no te gusta nos podemos ir, ¿eh?
Venga, esta vez y ya está. Han llegado demasiado lejos y tengo que dejar de fingir que me gusta lo mismo que a ellas. Pero se han tomado muchas molestias y no las puedo dejar en la estacada ahora. Así que hago acopio de valor  e intento sonar feliz.
-¡Me encanta! ¡De verdad! -respondo- ¡Muchas gracias chicas, sois las mejores!
Y nos cogemos las cuatro de la mano y entramos a Fame.

Mi gordo y loco diarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora